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Propósitos para el año 2024

El regalo más precioso que nos pueda ofrecer el nuevo año es el amor, la comprensión y la solidaridad entre los unos y los otros. Nada tan valioso como la riqueza espiritual, que nos proporciona el amor y los demás valores que enriquecen la personalidad humana.

Por Carlos Alberto Saz

¡Ha llegado el año 2024! Qué alegría, qué entusiasmo, qué felicidad. El tiempo pasa rápido, como el raudo vuelo de las aves peregrinas que surcan el azul del cielo, sobre la inmensidad del océano hermoso y profundo.

“Año nuevo, vida nueva”, así reza el dicho popular, indicando que el nuevo año lo iniciemos con una nueva vida, una vida de progreso, de bienestar, de perdonar, de nuevas perspectivas de nuevos anhelos; en fin, una vida que nos transforme en mejores personas, en aras de la paz, de la salud, el bienestar y la tranquilidad que tanto anhelamos.

El regalo más precioso que nos pueda ofrecer el nuevo año es el amor, la comprensión y la solidaridad entre los unos y los otros. Nada tan valioso como la riqueza espiritual, que nos proporciona el amor y los demás valores que enriquecen la personalidad humana.

Ello nos recuerda un artículo que publicara la psicóloga, licenciada Leticia Calderón de Orellana, excatedrática de la Universidad de El Salvador (UES).

“Tener papá y mamá dentro de una Familia responsable y amorosa –escribe la licenciada de Orellana- compensa privaciones materiales. Se puede vivir en casa humilde, se puede comer salteado, se puede tener poco de todo; pero si están el padre y la madre, solícitos con sus hijos e hijas, éstos se fortalecen para enfrentar constructivamente la existencia aunque el medio sea alienante”.

Por eso es que en ésta y en las demás épocas del año, el amor debe estar presente en nuestros corazones, enmarcado en los valores del espíritu, con ejemplos edificantes de una conducta equilibrada, en donde la razón, la bondad y el deber sean la trilogía de un auténtico amor hacia la familia.

Y con relación al origen de la palabra  ‘enero’,  leamos lo que al respecto dice el Suplemento número 9 de la revista mexicana “Muy interesante”, correspondiente  a septiembre de 1996:

“Enero es la palabra del año. Nunca mejor dicho porque su etimología sí lo declara: Enero proviene de ‘januarius , del latín ‘Janus’ (Jano) , dios de las puertas, los umbrales y los puentes. Dios de caras contrapuestas, puede ver el pasado y predecir el futuro. Los romanos le dedicaron el primer mes del año”.

Pero es más amplia la explicación que ofrece el libro “Origen de las palabras estrafalarias”, del lexicólogo español José Calles Vale, Editorial LIBSA, Madrid, España, 2002:

Dice así: “Los símbolos de Jano son la llave y el báculo. Se representaba a este dios con dos caras, y esto convenía mucho al mes de enero, porque con un rostro observamos el año que se va. El mes dedicado a Jano (Numa Pompilio lo hizo), habría de llamarse ‘januarius’, que en latín vulgar es ‘januarius’ o ‘ienuariouis’.

“Desde muy temprano, allá  por el siglo XI encontramos en castellano, formas y variantes como ‘yenair’, ‘ianero’ , ‘ianer’, ‘jenero’, y en el siglo XVIII ya ‘enero’. La ‘j’ se mantiene en algunas lenguas, como en italiano ‘jannaio’, en francés ‘janvier’, etcétera. Dos cosas hay que tener presentes en enero, según la tradición: que hay que tomar alimento caliente y que no se puede levantar de la mesa con sed. Y un proverbio: “El pollo de enero a San Juan es comedero”.

Y todos conocemos la frase “La cuesta de enero”, que indica los gastos que tiene que hacer la familia, como el de los útiles escolares, la matricula del colegio, las deudas pendientes, y nos encontramos con los ahorros casi a cero, pues con los gastos de la Navidad y festividades de fin de año, estamos con los bolsillos vacíos. Pero, ánimo, pues ya viene el sueldo de febrero.

Dar es el secreto de la felicidad

En efecto, no hay como la acción de dar al que no tiene, para sentirnos felices. Demos, pues, al necesitado lo que tenemos, y sólo dejemos lo necesario para nosotros. Lo que realmente necesitamos para nuestros menesteres. Sin afectar nuestro peculio.

Dar es mejor que recibir. Demos, entonces, armonía, felicidad, alegría, amor, entusiasmo y todo lo demás que nos haga sentir mejor, en aras de nuestra propia salud y la salud de los demás.

Démosle amor a nuestros abuelos, a nuestros padres, a la esposa, a los hijos, a los nietos, y de seguro que nuestro espíritu y el  alma se enriquecerán de un amor auténtico, de una gran satisfacción en el prístino significado de la palabra.

Y continúa el guitarrista, compositor, poeta y moralista Carlos Balaguer así:

“El hacedor de ‘lluvias’, no siempre llega a ser feliz o a bañar su rostro con la suave lluvia . Su felicidad no siempre radica en lo que recibe sino en lo que puede dar. Así, unos lograrán ser felices con poco que reciban o con lo mucho que den de sí

“El secreto de la felicidad –decía en vida el conde León Tolstoi- no está en hacer siempre lo que quieres, sino en querer siempre lo que haces”.  Pero no siempre el hombre hace lo que quiere, ni siempre ama lo que hace”.

”Y -en hacer y querer o en dejar de hacer o dejar de querer- se le va la vida al fugaz hacedor de felicidades. Ese hacedor de lluvias y dichas pasajeras, se va por el mundo a buscar su alegría cuando a lo mejor la tenga dentro de sí mismo. Cuando al final del sendero llega a descubrir que –más que recibir- dar es el secreto de la felicidad”, concluye Carlos Balaguer en su Filosofarte. 

El conde Lev Nikolaevic, Tolstoj o Tolstoi fue un filósofo  (1828-1910) fue un escritor y reformador ruso. Una de las grandes figuras de la novelística mundial. Pertenecía al estamento social de la nobleza.  Estudió Derecho en la Universidad de Kazán y en 1849 realizó un primer intento de fundar una escuela de campesinos. Frustrado este experimento, vivió un tiempo en Moscú y luego en San Petersburgo, y se incorporó más tarde al ejército que operaba en la región del Cáucaso.

“Tolstoi, el místico. Nació en Yasnia Poliana. La propiedad rural de los Tolstoi. Perdió a su madre a los dos años de edad, y a su padre cuando tenía nueve años.

“El niño acostumbraba vagabundear por los campos; era tímido y sensible y le gustaba jugar solo. Cuando tenía quince años fue a vivir con sus hermanos mayores en Kazán.  Ya sentía entre sí un conflicto entre lo que le agradaba   y lo que le dictaba su espíritu de sacrificio.

“Pero esto no había de durarle. Cierto día se preguntó repentinamente: ‘Puesto que todos tenemos que morir, fuera como fuere,… ¿Por qué no divertirnos?’. A partir de entonces dejó a un lado sus libros. Lo aburría el estudio, se pasaba los días tendido en un sofá, mascando caramelos y leyendo novelas.

 “Los resultados de sus exámenes fueron lo que era lógico esperar de su falta de aplicación y de la vida turbulenta y disipada que llevaba en Kazán. En vista de ello ingresó en la Facultad de Derecho. No mejoró gran cosa en su conducta. Sus compañeros lo admiraban por su resistencia para beber, por su fuerza de toro, por su capacidad, por su serenidad conque sabía perder grandes sumas en el juego y por su fortuna en las lides amorosas. Aunque no en forma brillante a los diecinueve años terminó sus estudios” (“Nueva Enciclopedia Temática”. Tomo 10. Octubre de 1976. Impresora y Editora Mexicana, S.A. de C.V.).

Maestro, sicólogo, gramático.

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