Alguna vez escuché decir al Dr. Reynaldo Galindo Pohl que saber irse es aún más importante que saber llegar. En su escrito José Gustavo Guerrero, caballero andante del derecho, el Dr. Alfredo Martínez Moreno cuenta una anécdota muy diciente: “Yo recuerdo que invitado por él a su chalet ‘La Chispa’ en Niza, en donde él solazaba contemplando el azul zafirino del Mediterráneo, al plantearle yo la posibilidad de iniciar gestiones para su reelección en la Corte Internacional de Justicia, luego de darme razones en un lenguaje claramente cervantino, súbitamente agregó: ‘Non, je veux présenter ma démission’”, literalmente, no, quiero presentar mi renuncia. Tenía claro que había llegado el momento de retirarse, consciente del sentido finito de la vida, ars longa, vita brevis, (el arte es largo, pero la vida es breve).
Nunca perdió la noción de su origen por los elogios, los reconocimientos, las glorias y los aplausos. Fue importante y esa importancia fue mayor porque nunca se la creyó y nunca perdió su modestia, siempre consciente de aquella máxima que viene desde la noche de los tiempos: sic transit gloria mundi (todas las glorias de este mundo son pasajeras), y muy consciente de que nadie tiene forma de parar la clepsidra de la vida.
Esa es la sencillísima naturaleza finita de la vida, y el Dr. Guerrero nunca cambió su manera de ser porque no permitió que todas esas glorias se le subieran la cabeza, sabedor de que al final todos volvemos a nuestra llanura. Así las cosas, tenía muy claro que al olvidar de dónde se viene se entra en un universo ficticio, propio de El traje nuevo del emperador, la fábula de Hans Christian Andersen. Y aquí vale recordar y añadir las palabras de otro importante diplomático salvadoreño, el Embajador Héctor Escobar Serrano: “Las cortesías nunca se demandan, jamás se exigen y siempre se agradecen”.
Tuvo que trabajar con medios muy limitados; la gran realidad de los diplomáticos de países pequeños, subdesarrollados, con medios escasos y servicios diplomáticos imperfectos. Así, le tocó laborar con la diplomacia a capella, y lo hizo de forma admirable porque ese tipo de diplomacia no es hablar por hablar y echar cuento tras cuento, ya que exige una sólida formación y una vasta cultura, lo que significa que no todos la pueden practicar.
Se estudia el papel de la música como complemento de la diplomacia, por ejemplo, conciertos que promocionan un país o alguna causa, como señala María Zawisza en un artículo que publicó en The Guardian titulado Cómo la música es el verdadero idioma de la diplomacia. Ahora bien, se trata del estudio de la diplomacia cultural, importante sin duda, pero falta el estudio de la diplomacia a capella que toca hacer a los diplomáticos de países pequeños como su principal y único medio y no como complemento.
En su desempeño como jurista y como juez de las dos Cortes internacionales, su aporte al derecho internacional fue considerable y así lo reconoció el juez brasileño Antonio Augusto Cançado Trindade durante un tributo que le rindió la Corte Internacional de Justicia en 2018. El juez Cançado Trindade destacó el invalorable aporte de los juristas latinoamericanos a la codificación y el desarrollo progresivo del derecho internacional y el logro de la justicia, hizo hincapié en la visión del Dr. Guerrero de que los intereses comunes e interdependientes de los Estados y el respeto de las normas internacionales está por encima del “libre albedrío” de Estados individuales. Además, recordó su importante papel en el Comité de Expertos de la Sociedad de las Naciones para la Codificación Progresiva del Derecho internacional, y concluyó diciendo que entre los juristas latinoamericanos que han contribuido al derecho internacional a lo largo de su historia, se destaca el jurista salvadoreño José Gustavo Guerrero.
El Dr. José María Yepes hizo un importante resumen de la contribución del Dr. Guerrero: “En todos los cargos oficiales que ocupó como representante de su país, se distinguió por una excepcional capacidad de decisión en situaciones políticas complicadas y por una ejemplar discreción y sentido de responsabilidad…[F]ue uno de esos hombres representativos de un pueblo y de todo un continente que, por su actividad intelectual y el sentido humano que emana de su personalidad, será siempre símbolo y ejemplo para las generaciones venideras…”
Ese reconocimiento de sus pares lo llevó a la vicepresidencia de la Academie Diplomatique Internationale (Academia Diplomática Internacional), una institución independiente dedicada al entendimiento de las relaciones internacionales y a la promoción de la diplomacia que tiene su sede en París. También fue miembro honorario de la Academia de Derecho Internacional en La Haya, y miembro fundador del Instituto Hispano Luso Americano de Derecho Internacional.
Fue un hombre de paz convencido de que en el derecho internacional, depurado de influencias e intereses políticos, estaba la fórmula para lograr la tan anhelada paz entre los pueblos de este mundo. Por eso, en 1948 y 1949, Démètre Negulesco, juez de la Corte Permanente de Justicia Internacional, lo nominó al Premio Nobel de la Paz.
Entre sus obras publicadas se encuentran: La responsabilidad internacional de los Estados por los daños causados en su territorio a la persona o bienes de los extranjeros, de 1926; La codification du Droit international (La codificación del Derecho Internacional), de 1930; el Rapport de la Première Commission -Nationalité (Informe de la Primera Comisión -Nacionalidad), de 1930; la Septième Conference panaméricaine (La séptima Conferencia panamericana), de 1934; L’Union Panamericaine et la S.D.N (La Unión Panamericana y la Sociedad de las Naciones), de 1937; El orden internacional, de 1945, y La qualification unilaterale de la competence nationale (La calificación unilateral de la competencia nacional), de 1957.
La visión de la diplomacia del Dr. Guerrero fue de lealtad a su país, la defensa de sus intereses y la representación de todos sus compatriotas, independientemente de ideas, opiniones o coyunturas políticas. El 26 de junio de 2015, se develó en la sede de la Embajada de El Salvador en París un retrato del Dr. Guerrero que donaron sus familiares; algunas partes de esta serie de estos escritos se basan en las palabras que pronuncié en la ceremonia de develación. El apartamento sede de la Embajada en París fue propiedad del Dr. Guerrero.
Está enterrado en el Cimètiere du Château (Cementerio del Castillo), en Niza. Nada lejos están otros ilustres como los renombrados pintores Clément Roassal, Victor Sabatier y Charles Garacci, los cantantes líricos Freda Betti y Joseph Tagliafico, y los poetas Menica Rondelly, Jouan Nicola, Agathe-Sophie Sasserno y Joseph-Rosalinde Rancher.
En el escrito ya citado, el Dr. Alfredo Martínez Moreno cita una parte del discurso que pronunció el entonces joven estudiante de derecho de la Universidad de El Salvador, Reynaldo Galindo Pohl, en ocasión de un homenaje al Dr. Guerrero:
“Réstame decir que vuestra actuación honra a la América Latina. El mundo es amplio, rientes sus perspectivas, pero el azar nos ha encuadrado en esta tierra donde un pueblo pelea con la naturaleza esquiva en desprenderse de sus dones, y es aquí, en este escenario, donde nos toca vivir, soñar y morir. Todo el que honra a nuestra América anima nuestras esperanzas y suaviza las asperezas del diario existir. Y es que a esta América nosotros la queremos porque la hemos recorrido imaginariamente en los viajes de Humboldt; nosotros la queremos porque la hemos sentido en el acento de la raza, en el soñar de sus hijos; nosotros la queremos porque nos aprisiona con su aire, con sus dones, con sus flaquezas; nosotros la queremos porque hemos ascendido a sus montañas, donde al decir de Goethe mora la libertad; nosotros la queremos porque desde nuestro pedazo de costa nuestra mente se enfila por la ruta de los conquistadores, vaga de los empinados Andes al santo misterio de los bosques amazónicos, torna a la pampa que da sensación de infinito, hiende las edades para robar las confidencias de las civilizaciones indias, tiembla de emoción ante la magnitud de la diversidad tejida en la unidad, adivina el común destino y el sitio común de las virtudes humanas, para volver siempre, como en toda ocasión, tendrá que volver, a esta Centro América, madre nuestra que nos impulsa y reconforta con su siempre edificante severidad”.
Dr. José Gustavo Guerrero Lara
San Salvador, 26 de junio de 1876
Niza, 25 de octubre de 1958