Hoy, al abordar la conexión entre la ignorancia, el fanatismo y la violencia, deseo dirigir la atención hacia una película que, aunque no destaca por ser una gran producción ni por centrarse en un personaje prominente, ofrece una perspectiva valiosa sobre esta compleja relación. La obra en cuestión es "KANDAHAR", protagonizada por Gerard Butler, conocido por sus roles en películas de acción con tramas a menudo consideradas predecibles (enlatadas). En esta ocasión, la trama sigue a un agente de la CIA que destruye una planta nuclear iraní, desencadenando así una persecución a través de Afganistán por parte de diversos grupos terroristas. El escape lo conduce a Kandahar.
A lo largo de su huida, el agente está acompañado por un traductor afgano que, a diferencia de su entorno, es un hombre educado que no está motivado por la violencia. Hay dos momentos cruciales en la película.
El primero de estos momentos ocurre en el minuto 56 con 25 segundos de la película y sirve como preludio al segundo, que se presenta como el más destacado. En estas escenas, observamos al agente y su traductor, enfrentándose a la tarea de cambiar una llanta en medio del desierto. Sin embargo, la aparente normalidad se quiebra cuando el agente descubre a un presunto enemigo escondido a unos 100 metros de distancia entre los matorrales. Lo que sigue es un intercambio tenso: el agente ordena al traductor que diga al oculto que salga, amenazando con dispararle. La revelación es sorprendente; el presunto enemigo resulta ser un niño de no más de 10 años. El traductor intercede, pidiendo clemencia por la vida del niño. El agente accede y, tras dejar al niño en libertad, se acerca al lugar donde se escondía. Aquí, descubre un celular conectado a unos cables que, como era de esperar (enlatado), detonan una bomba justo en el camino por el que pasarían al reparar la llanta. Este momento, aunque breve, encapsula un mensaje potente sobre la naturaleza del conflicto en esta región.
La trama se intensifica al alcanzar el punto de los 60 minutos, marcando la culminación más destacada de la película. Un agente paquistaní, que persigue al agente de la CIA con la intención de capturarlo y venderlo al mejor postor, aparece conduciendo una motocicleta por el mismo paraje desértico. En su trayectoria, se cruza con el niño que fue liberado previamente, caminando en la misma dirección. Intrigado, el agente paquistaní lo detiene para interrogarlo sobre su identidad. Descubre que el niño se ve a sí mismo como protector del camino contra los "infieles" y aquellos que intentan dañar al talibán. La revelación adquiere una dimensión adicional cuando el niño, a pesar de su corta edad, revela habilidades sorprendentes: fabricar explosivos y manejar rifles de asalto como los AK47 y los M4, además de pistolas SIG SAUER. La escena culmina con el agente paquistaní, visiblemente sorprendido, preguntándole al niño si ha leído el Corán. La respuesta negativa, seguida por un silencio ante la pregunta sobre ser un "verdadero creyente", lleva a un señalamiento crucial del paquistaní: que, al haber leído el Corán, comprendería que la verdadera fe difiere considerablemente de lo que le han enseñado.
Ahora, al considerar el tema de la ignorancia y el fanatismo en este contexto, es imprescindible explorar cómo estos elementos pueden desencadenar violencia. En un mundo cada vez más conectado y globalizado, la persistente ignorancia emerge como una aliada inquebrantable del fanatismo, y este vínculo se manifiesta de manera particularmente peligrosa en los ámbitos religiosos y políticos, representando una amenaza para la coexistencia pacífica y el progreso social.
En el ámbito religioso, la ignorancia a menudo actúa como catalizador, impulsando el fanatismo hacia extremos perjudiciales de violencia irracional. La falta de comprensión y tolerancia hacia las creencias de los demás puede convertirse en la base sobre la cual florecen la intolerancia y la radicalización. La verdadera esencia de la fe se desdibuja cuando la ignorancia se interpone, dando paso a interpretaciones distorsionadas y extremistas que alimentan el fuego del conflicto en lugar de fomentar la armonía.
En épocas pasadas, líderes cristianos desviaron la esencia de la enseñanza pacífica de Jesús para perseguir y castigar brutalmente a aquellos que pensaban de manera diferente. Las páginas de la historia están manchadas con la sangre de aquellos considerados herejes, víctimas de poseer un conocimiento que ponía en peligro el poder de aquellos que fundamentaban su autoridad en la ignorancia de la mayoría de las personas, alimentándolas con el fanatismo.Desafortunadamente ese miserable papel hoy lo suplen otros líderes religiosos, en el mundo.
De manera similar, en el ámbito político, la ignorancia puede convertirse en el caldo de cultivo perfecto para la propagación del fanatismo político, que también ha demostrado desembocar casi inevitablemente en violencia. Las visiones estrechas y desinformadas pueden ser explotadas por líderes que buscan dividir en lugar de unir, alimentando la polarización y erosionando la base misma de la democracia. Cuando la ignorancia prevalece, los ciudadanos son susceptibles a creer en narrativas sesgadas y a seguir líderes cuyas agendas son, en última instancia, perjudiciales para la sociedad en su conjunto.
El fanatismo, ya sea en el ámbito religioso o político, opera como una cortina de humo que desvía la atención de las personas ignorantes de las verdaderas cuestiones que merecen su preocupación. Al sucumbir al fanatismo, las mentes son cautivas de ideologías extremas que ofrecen respuestas simplistas a problemas complejos. Esta entrega ciega a creencias inflexibles no solo limita la capacidad de razonamiento crítico, sino que también crea una barrera que impide a las personas enfocarse en cuestiones fundamentales como la justicia social, la igualdad y la cooperación. El fanatismo, al actuar como un velo que distorsiona la percepción, puede convertirse en un obstáculo para el progreso y la construcción de sociedades basadas en valores fundamentales. En lugar de abrazar la diversidad de pensamiento y buscar soluciones equitativas, el fanatismo distrae a las mentes ignorantes, impidiéndoles ver más allá de las estrechas fronteras impuestas por ideologías extremas o, lo que resulta más patético aún, por discursos de odio.
Para contrarrestar esta peligrosa combinación, es crucial abogar por la educación y el acceso a la información. La alfabetización crítica y el entendimiento profundo de las diversas perspectivas son herramientas esenciales para desafiar las falsedades y mitos que alimentan la ignorancia y, por ende, el fanatismo. Al fomentar un ambiente donde la diversidad de pensamiento es celebrada y no temida, se puede allanar el camino hacia sociedades más tolerantes y respetuosas. En este contexto, la introducción del término "violencia" destaca la consecuencia potencialmente devastadora de la ignorancia alimentando el fanatismo, señalando la importancia urgente de abordar estos problemas para promover un mundo más pacífico y equitativo.
Médico Nutriólogo y Abogado de la República.