El cambio climático es una amenaza múltiple y creciente para la salud humana, al punto de que la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP28), dedicó, por primera vez, un día a este tema.
“Para evitar efectos catastróficos en la salud y prevenir millones de muertes” es necesario limitar el aumento promedio de la temperatura en la tierra a 1,.5 °C, que es el objetivo más ambicioso del Acuerdo de París, sostiene la Organización Mundial de la Salud.
Pero en lugar de ello, el planeta se encamina hacia un calentamiento de 2.5 °C a 2.9 °C para el año 2,100, según la ONU (Organización de las Naciones Unidas).
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Los niños, mujeres, personas mayores, migrantes o habitantes de los países menos desarrollados están expuestos de manera más drástica y peligrosa, según los expertos.
Las olas de calor más frecuentes e intensas prometen poner a prueba de manera creciente el cuerpo humano.
En 2022, los habitantes de la tierra estuvieron expuestos, en promedio, a 86 días de temperaturas potencialmente mortales.
Los más vulnerables pagan el tributo más alto. Por ejemplo, el número de personas mayores de 65 años que murieron debido al calor aumentó un 85% entre 1991-2000 y 2013-2022, según un informe de referencia publicado por la revista médica The Lancet.
Solo en Europa, el calor habría causado más de 70,000 muertes el verano pasado, según investigadores que revisaron al alza la estimación previa de 62,000 víctimas.
Casi cinco veces más personas podrían morir en el mundo debido al calor extremo para 2050, según la “cuenta regresiva” de The Lancet.
Las sequías más frecuentes también exponen a millones de personas a la hambruna. Con un calentamiento de 2 °C para 2,100, alrededor de 520 millones de personas adicionales estarían en situación de inseguridad alimentaria moderada o grave para mediados de siglo.
Además de otros eventos climáticos extremos, como tormentas, inundaciones o incendios, causan muertes o enfermedades.
Cerca del 99% de la población mundial respira un aire cuya contaminación supera los límites establecidos por la Organización Mundial de la Salud.
Acentuada por el cambio climático, la contaminación del aire aumenta el riesgo de enfermedades respiratorias, accidentes cardiovasculares, diabetes o cáncer y, según algunos expertos, tiene efectos comparables, e incluso superiores, a los del tabaco o el alcohol.
La presencia en el aire de gases, metales pesados, partículas y polvo, derivados principalmente de las energías fósiles, pueden atravesar la barrera pulmonar y entrar en la sangre.
El efecto más perjudicial para la salud está relacionado con una exposición a largo plazo, en particular durante los picos de contaminación, cuando aumentan las infecciones respiratorias y las alergias.
Más de cuatro millones de muertes prematuras, según la OMS, suceden cada año por la contaminación.
Estas muertes prematuras han disminuido, casi un 16% desde 2005, principalmente gracias a un menor consumo de carbón, según de The Lancet.
Al alterarse la temperatura y las precipitaciones, el cambio climático también agrava las enfermedades infecciosas y parasitarias.
Esto se debe especialmente a nuevas áreas de propagación de mosquitos, aves o mamíferos involucrados en epidemias causadas por virus, como el dengue, chikungunya, Zika, y virus del Nilo Occidental, entre otros.
La transmisión del dengue podría aumentar un 36% con un calentamiento global de 2 °C para 2,100, según el informe de The Lancet.
Con el calentamiento de los océanos, más áreas costeras son propicias para la transmisión de la bacteria vibrio, responsable del cólera.
Las tormentas o inundaciones también pueden dejar aguas estancadas, propicias para la reproducción de mosquitos, mientras que las olas de calor aumentan las infecciones transmitidas por el agua.
El cambio climático también representa un riesgo para la salud mental, especialmente en personas con trastornos psíquicos, según los especialistas, entre ellas la ansiedad, depresión o estrés pos traumático.
A las repercusiones directas de catástrofes naturales o olas de calor se suman efectos indirectos, como la ecoansiedad, especialmente en adultos jóvenes.
La ecoansiedad es un sentimiento de preocupación y de temor frente a la crisis climática.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, pidió, hace unos días, tomar “medidas drásticas ahora”.
“Los líderes deben redoblar drásticamente sus esfuerzos, con ambiciones récord, acciones récord y reducciones récord de emisiones. Esto exige arrancar las raíces venenosas de la crisis climática: los combustibles fósiles”, dijo Guterres.
La temperatura media del planeta ya está 1,2 ºC por encima de la que tenía en la era preindustrial, explicó el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) en su informe.
Publicado poco antes de una nueva conferencia del cambio climático (COP28, del 30 de noviembre al 12 de diciembre), el texto es un nuevo grito de advertencia.
Este año está previsto que sea el más cálido de la historia, y el informe señala que “el mundo está siendo testigo de una aceleración perturbadora en el número, velocidad y escala de récords climáticos superados”.
El informe anual señala que para reducir las emisiones lo suficientemente rápido como para evitar impactos catastróficos, “se requieren esfuerzos ambiciosos y urgentes de todos los países para reducir el uso de combustibles fósiles y la deforestación”.
La directora ejecutiva del PNUMA, Inger Andersen, instó a las naciones del G20, responsables de aproximadamente el 80% de las emisiones, a que lideren las reducciones globales de emisiones. Algunas, advirtió, están en “modo pausa”.
“Es absolutamente crítico que el G20 intensifique sus esfuerzos”, dijo a la AFP.
El informe del PNUMA examina la diferencia entre las emisiones que aún serán enviadas a la atmósfera según los planes de descarbonización de los países y lo que la ciencia dice que se necesita para cumplir con los objetivos del
Acuerdo de París
Este acuerdo de 2015 estableció que los países acordaron limitar el calentamiento global “muy por debajo” de 2 ºC, y si es posible, a 1,5 ºC.
Para 2030, las emisiones globales deberán ser un 28% inferiores a lo que sugieren las políticas actuales para mantenerse por debajo de los 2 ºC, y un 42% inferiores para el límite más ambicioso de +1,5 ºC.
“Tenemos mucho trabajo por hacer porque en este momento no estamos donde deberíamos estar”, dijo Andersen.
Según el Acuerdo de París, los países deben presentar planes de reducción de emisiones cada vez más amplios, conocidos como Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional o NDC.
El PNUMA calcula que la implementación completa de las NDC para 2030, sin tener en cuenta el apoyo externo, daría un 66% de probabilidad de que la temperatura media de la tierra aumente en 2,9 ºC para 2,100.
Si no se toman en cuenta las promesas de reducción de emisiones, el mundo se encamina irremediablemente hacia más de 3 ºC.
Los científicos advierten que un calentamiento a estos niveles podría convertir a vastas regiones del planeta en prácticamente inhabitables para los humanos y provocar puntos de inflexión irreversibles en la tierra y los océanos.
Las NDC “condicionales”, que dependen de financiamiento internacional, probablemente reducirían el aumento a +2,5 ºC durante este siglo, según el informe.
El PNUMA dijo que si se cumplieran en su totalidad todas las NDC condicionales y las promesas a largo plazo de emisiones netas cero, aún sería posible limitar el aumento de temperatura a 2 ºC.
Pero advirtió que actualmente estas promesas de emisiones netas cero no se consideran creíbles, ya que ninguno de los países más contaminantes del G20 ha reducido las emisiones de acuerdo con sus propios objetivos. Incluso en el escenario más optimista, la posibilidad de limitar el aumento de temperatura a +1,5 ºC es ahora solo del 14%.
La Organización Meteorológica Mundial acaba de señalar que los niveles de los tres principales gases de efecto invernadero, el dióxido de carbono, el metano y el óxido nitroso, rompieron récords el año pasado.