Desde hace algún tiempo, la gasolina de nuestros coches se encuentra libre de plomo lo cual ha traído enormes beneficios para nuestra salud y para el medio ambiente, pero eso no siempre fue así. La historia de cómo se logró esa mejora está ligada a la historia de un científico cuyos descubrimientos sobre los efectos negativos del plomo lo llevaron a entrar en guerra contra las todopoderosas empresas petroleras. Su nombre, Clair C. Patterson.
Patterson nació en Iowa en 1922 y se dedicó a la ciencia dentro de la disciplina de la geoquímica. Su gran proyecto era tratar de datar la edad de nuestro planeta. Para ese entonces todavía se tenía como referente lo que la Biblia decía al respecto, la cual se tomaba tan en serio como cualquier escrito científico. En el siglo XVII, el arzobispo irlandés James Usher, calculó, utilizando las generaciones de personajes que aparecen en las escrituras, que la Tierra fue creada el 23 de octubre del año 4004 antes de Cristo… a pesar de lo preciso de la fecha (incluso había calculado el día de la semana en que había ocurrido: “domingo”), los estudios de Patterson demostraron que el respetable arzobispo se había equivocado por cuatro mil quinientos millones de años.
Pero la obra de Patterson respecto al cálculo de la edad de la Tierra no fue lo más importante que descubrió, sino los efectos del plomo en la salud del planeta y de sus habitantes. Sus estudios revelaron que los niveles de plomo para su época eran realmente altísimos comparados con las muestras tomadas en el fondo del mar y en los profundos hielos de Groenlandia y la Antártida. Comparados con las muestras, los niveles de plomo se multiplicaban por cien. Surgió la pregunta ¿Por qué?
El culpable era una sustancia llamada tetraetilo de plomo, que se agregaba a la gasolina como detonante para hacer más fácil su ignición en los motores. Al ser combustionada, liberaba plomo al medio ambiente a través de los tubos de escape. Su descubrimiento fue publicado en 1965 y en él describía en detalle como el plomo liberado al aire por la combustión de la gasolina afectaba a las personas y al medio ambiente.
El principal argumento de Patterson era que el metal tóxico se almacenaba en el cerebro, hígado, riñones, huesos y dientes de las personas, siendo especialmente peligroso para niños pequeños ya que afectaba el normal desarrollo del cerebro y además producía hipertensión, anemia, disfunción renal, entre otros padecimientos. Expuesto lo anterior, era lógico que las empresas petroleras, que obtenían ganancias millonarias de la venta de la gasolina con plomo, pusieran el grito en el cielo.
Patterson fue atacado públicamente y amenazado, tratando de destruir su prestigio científico tildándolo de loco y conspiranoico. En su lucha por silenciarlo, cortaron el financiamiento para sus investigaciones y presionaron al prestigioso centro científico para el que trabajaba para que diera por terminado su contrato de trabajo. Si no fuera suficiente, igual que sucedió en su momento en la campaña contra el consumo de tabaco, contrataron “científicos a sueldo” para que argumentaran con datos falsos que las concentraciones ambientales de plomo no eran tan altas y, en todo caso, no eran dañinas para el ser humano.
Con todo y todo, el científico ganó. En 1973 se promulgó la ley de “Aire Limpio” en la que se ordenaba a las empresas suprimir gradualmente el plomo en el combustible hasta su total erradicación. La supresión paulatina de plomo ha conseguido que ese elemento en la sangre de la población haya disminuido drásticamente, lo cual ha redundado en la mejora sostenible de la salud de las personas a lo largo y ancho del globo.
La historia de Patterson nos demuestra los beneficios que trae a la sociedad cuando se ejerce la profesión -cualquier profesión- basándose en la ley, la ética y la responsabilidad social. De igual forma, nos enseña que hacer lo correcto… tiene su costo. ¡Que diferente país tuviésemos si todos estuviéramos dispuestos a hacer lo correcto sin sopesar las consecuencias! ¿Estás dispuesto tú?
Abogado, Máster en leyes/@MaxMojica