Me he preguntado cómo no seguir expresando lo mismo en las columnas de opinión; sin embargo, la respuesta la sigue dando la falta de prevención de violencia contra las mujeres, niñas y disidencias sexuales. Somos un país en el que no pasa ni un solo día sin conocer casos de violencia de género.
El Salvador para nosotras no cambia. Incluso si hay presidentes más jóvenes o adultos mayores, pero para nosotras sigue siendo lo mismo: feminicidios, violencia sexual y todas las categorías de violencia de género descritas en la Ley Especial Para Una Vida Libre de Violencia. Pero ahora sumamos el agravante que son más comunes los casos en los que los agresores son militares o cuerpos uniformados. Nosotras seguimos sin ser parte del “desarrollo” y “avance” de la mini Miami, como lo describen en las redes sociales.
Las niñas siguen enfrentando acoso sexual, agresiones sexuales y hasta feminicidios. Según los datos de ORMUSA, en los últimos 3 años, se contabilizan 28 feminicidios en niñas. No es posible que este país las obligue a pasar violencia sexual, hipersexualidad, acoso sexual y finalmente, antes de tener mayoría de edad, una muerte violenta porque es un cuerpo feminizado. Ha quedado claro que este país odia, desprecia y aborrece todo aquel cuerpo que parezca mujer.
Pesé a todo, aquí seguimos. Las niñas y las mujeres tienen claro que aquí solo entre nosotras y nosotres nos salvamos. Porque para nosotras tampoco cabe la frase “Solo el pueblo salva al pueblo”, porque la violencia de género no tiene ideología. Como dice el dicho: Pinochet en la casa y el Ché en la calle. Los discursos de odio contra las mujeres trans y las identidades no binarias no pasan inadvertido. Miss Universo expuso lo que es este país, comentarios transfóbicos, gordofóbicos y racistas. Según las organizaciones de mujeres trans en los últimos 31 años se han cometido 600 crímenes por odio.
El fascismo avanza en Latinoamérica y las mujeres, así como disidencias sexuales, somos un estorbo. En este país los funcionarios se han llenado la boca, expresando que hoy nos encontramos más seguras. Sin embargo, se le pone reserva a las estadísticas de feminicidios y fosas clandestinas, se les da beneficios a feminicidas en serie, porque no olvidamos a las víctimas de Chalchuapa y como el Estado quiso esconder bajo “reserva” que somos una fosa clandestina llamada El Salvador.
Caminamos sobre cadáveres de niñas desaparecidas y respiramos el aire de las madres buscadoras que no se cansan de pedir que les devuelvan a sus pequeñas hijas. Por eso aquí seguimos, dispuestas a tomarnos las calles y con miedo de lo que pueda pasar; porque seguimos en régimen de excepción, y que a pesar de que es un éxito para el gobierno salvadoreño, para nosotras y nosotres sólo ha significado otro agresor del cual hay que cuidarnos. Porque sí, en El Salvador ni la Policía Nacional Civil, ni las Fuerzas Armadas, ni la seguridad privada nos cuidan, nos cuidamos nosotras y nosotres en manada.
Con miedo hemos aprendido a vivir, pero nos han quitado tanto que hoy con zozobra salimos a seguir gritando: El Salvador es un Estado feminicida. Con miedo pero con la memoria de todas aquellas víctimas del sistema patriarcal: Aquí seguimos y nuestro silencio no lo obtendrán nunca más.
Activista feminista.