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Colonizando África

Los aires revolucionarios de lo ocurrido en Haití llegaron pronto a las costas americanas, en parte, dado que muchos de los aterrorizados hacendados, junto a sus familias, empleados y esclavos, lograron escapar a la debacle asilándose en territorio norteamericano, llevando consigo las noticias… las cuales fueron recibidas por peligrosos oídos: los propios esclavos, los cuales intentaron hacer una revuelta similar ya en territorio norteamericano.

Por Maximiliano Mojica
Abogado, máster en leyes

Es poco conocida la batalla política que vivieron los estadounidenses en los siglos XVIII y XIX respecto a dar una solución viable en relación a los esclavos traídos, por miles, de África, e introducidos en labores domésticas y agrícolas en el territorio continental de Estados Unidos.

La nación del Norte estaba en un verdadero atolladero: sin la esclavitud hubiera sido imposible alcanzar el nivel de progreso y prosperidad económica derivada de la explotación de vastos territorios dedicados a la agricultura, utilizando mano de obra que no recibía ninguna compensación más allá de una magra comida, complementadas con vivienda y ropa de bajo costo y calidad. Todo ello sin respetar, en lo mínimo, ningún tipo de derecho humano o laboral. De hecho, a inicios del siglo XIX un tribunal de Carolina del Sur dictaminó que las mujeres esclavas carecían de derechos sobre sus hijos, dado que tenían el mismo estatus jurídico que el resto de los animales de granja.

Así las cosas, el comercio de seres humanos esclavizados y sin derecho alguno se convirtió en un lucrativo negocio y cuando se prohibió la importación de más esclavos desde África provocó que “la oferta limitada” aumentara el “precio de los afroamericanos” que ya se encontraban en el continente. La sociedad norteamericana veía con total naturalidad la esclavitud y la explotación relacionada con esta. Tan es así que incluso se dieron explicaciones teológicas -a efecto de aplacar las conciencias de la “cristiana” sociedad esclavista-, para determinar que las diferencias entre blancos y negros habían sido determinadas por Dios y tenían su respaldo espiritual en las Escrituras (Gen. 9:27).

 Pero el problema empezó a surgir con la gradual industrialización de Norteamérica. En 1794, Eli Whitney inventó una máquina desmotadora de algodón que separaba con gran rápidez y calidad la fibra de las semillas (proceso que antes se hacía de forma manual, lenta y laboriosa por manos esclavas); esta situación unida a la tendencia abolicionista y antiesclavista de los estados del norte empezaron a generar liberaciones de esclavos. Por ejemplo, la población de afroamericanos libres pasó de 1,800 personas en 1782 a 30,570 en 1810 y esa situación empezó a preocupar a la conservadora sociedad blanca…

 El 8 de septiembre de 1791, una masa de esclavos se rebeló en Haití. Llegaron a formar un ejército de 100,000 personas que había hecho retroceder a las fuerzas combinadas de España, Inglaterra y Francia que los trataron de combatir y, en el proceso, arrasaron doscientas haciendas productoras de caña, asesinando a más de 4,000 de sus propietarios, familias y empleados.

 Los aires revolucionarios de lo ocurrido en Haití llegaron pronto a las costas americanas, en parte, dado que muchos de los aterrorizados hacendados, junto a sus familias, empleados y esclavos, lograron escapar a la debacle asilándose en territorio norteamericano, llevando consigo las noticias… las cuales fueron recibidas por peligrosos oídos: los propios esclavos, los cuales intentaron hacer una revuelta similar ya en territorio norteamericano.

 Gabriel y Nancy Prosser, dos esclavos, organizaron la revuelta. El plan era simple: unir a todos los esclavos de las haciendas circundantes, matar a sus amos y marchar hacia Richmond a donde se encontraba los almacenes de armas del ejército continental, pobremente vigilados. Pero la revuelta no logró materializarse en la fecha prevista (30 de agosto de 1800), dado que dos esclavos traicionaron a los rebeldes y dieron la noticia sobre la fecha y forma en que se llevaría a cabo la revolución. Todos los involucrados fueron capturados y ajusticiados.

 La peor pesadilla para un propietario de esclavos se había materializado: una revolución que pusiera en peligro sus haciendas y sus vidas. Dado la corriente racista imperante hacía imposible que los gobernantes pensaran que la solución fuese tan sencilla como liberar a los esclavos, ya que para época se pensaba que una sociedad birracial era absolutamente inviable dado la “inferioridad de la raza negra”. Así las cosas, se buscó una solución al tema: enviar a los negros de regreso a África. A ese proceso se llamó “colonización”.

El Gobierno de Estados Unidos envió una partida de representantes a África y así fue como en 1821, por trescientos dólares, compraron una vasta franja de tierra en Sierra Leona y fundaron el país conocido como “Liberia”, estableciendo su capital Monrovia (en honor al presidente norteamericano James Monroe). Pero la estrategia no funcionó, dado que los exesclavos se consideraban “americanos” por haber nacido en suelo americano, resistiéndose a ser reasentados en el África de sus antepasados.

 La inviabilidad de esa estrategia, sumada a las ideas liberales que condenaban la esclavitud, sembraron la semilla de la Guerra de Secesión que iba a ensangrentar la nación estadounidense e iba a marcar el inicio de la lucha por los derechos civiles para dar plenos derechos a los afroamericanos y otras minorías… pero eso es materia de otra columna.

*Abogado, Master en leyes/@Max Mojica

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Esclavitud Historia Contemporánea Opinión

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