Mucha gente piensa que las columnas de opinión son solamente para tratar temas políticos. Y, ciertamente, hay personas que tienen el conocimiento y la solvencia moral para tener columnas así. Pero una columna de opinión también puede ser una manera de recordarnos que, en medio de los momentos oscuros, cuando la humanidad parece haber perdido todo criterio moral, como los que estamos viviendo actualmente , siempre hay seres humanos que son sal de la tierra y luz del mundo.
El primero de noviembre, la Iglesia Católica, y ciertas denominaciones históricas, celebran la Solemnidad de Todos los Santos. Es una de mis solemnidades favoritas, pues me hace pensar no sólo en los santos que ya están en la Iglesia Triunfante, sino los muchos santos que están en la Militante-aquí en la tierra-de los cuales tengo y he tenido el privilegio de conocer a muchos. A través de mis artículos les he hablado del poeta, de Rutilio, de la doctora que era vecina en mi vecindario, de la Thérése, de los santos héroes del Hospital El Salvador durante la Pandemia. Este Día de Todos los Santos quiero hablarles de un laico más, de mi tío SANto (no es su nombre, pero quienes lo conocen, sabrán muy bien de quien hablo).
Cuando regresé a la Iglesia, lo hice sola. Mi familia no comparte mis creencias. Al volver de mi Retiro de Evangelización Fundamental, me recibieron amigos. Mi catequista y su esposo (quienes son otra historia que contar) han tomado el rol de papás. Pero, cuando llegó el tiempo de formar una comunidad, apareció mi "tío" SANto. Yo soy alta, pero el era más alto que yo. Lo cuento porque me enteré, después, que además de SANto tenía otro apodo, "El Gigante Bueno".
¿Cómo llegó a ser mi "tío"? Bueno, se dio cuenta que estaba sola y no se hizo el indiferente. Él y su esposa me invitaron una noche a comer la fantástica ensalada de taco de mi nueva "tía" y ya. No sólo eso, se preocupó y se preocupa (en presente) por mi bienestar, terrenal y espiritual. ¿Tenía alguna duda existencial en aquellos primeros años? Allí estaba mi "tío" SANto. ¿Me estaba ahogando en alguna tontera emocional? Allí estaba mi "tío" SANto. Él y mi "tía" han compartido conmigo mi cumpleaños en los lugares más locos. Si ustedes conocieran el "pedigree" católico y espiritual de mi "tío", pensarían, más bien, que, en aquellos primeros cumpleaños, él y mi "tía" me hubieran juzgado. Pero no, siempre he recibido total aceptación, y total perdón cuando las he regado.
Durante un período difícil de mi vida, mi "tío" y sus capuccinos fueron mi flotador. Y quizás lo que más aprecio es el hecho que el siempre ha confiado en mí, aún cuando yo he creído saber más, aún cuando he dado mi opinión no solicitada, aún cuándo me he escandalizado por sus decisiones...
Porque, verán, mi "tío" SANto tiene una manera muy distinta de ver la vida, una que yo no logro tener y creo que no lograré tener nunca. Para el, las decisiones se toman de acuerdo al Evangelio, es decir primero va lo que manda el Reino de Dios: la compasión, la misericordia, la hermandad, y luego la practicidad y la lógica. Para él, laico, la obediencia a Dios y la pureza de intención son más importantes que cualquier otra cosa. Y no, no es perfecto ni un alma purgante en esta tierra; y sí, muchas veces pueda que yo haya tenido la razón. Pero, para mi tío, es más importante ver las cosas desde la fé. Y eso lo hace misericordioso, generoso y humilde.
Más allá de estar en lo correcto o incorrecto, mi "tío" me ha enseñado muchísimas cosas: la importancia de la misa frecuente, la importancia de la perseverancia, la importancia de la fidelidad, la confianza ciega en Dios a pesar de las tragedias de la vida, que las cosas no son "chiches", y que aunque no haga lo que el dice, me va a apoyar igual, porque la vida no es una lucha de egos. La vida es para traer a la tierra el Reino de Dios
Si el mundo estuviera lleno de personas como mi "tío" SANto, o tantas otras personas que conozco, cuya fé y obras me hacen ver mi propia vida con disgusto por mi pobreza,¡qué distinto sería el mundo!. Porque las personas necias como yo, que buscan imponer, arreglar y convencer, que tienen sus trips de ego y de poder, que se olvidan de la misericordia, y en general que no voy a ser eterna, son las que, multiplicadas exponencialmente, hacen que un niño de siete días muera en un bombardeo. No estoy tomando partido. Simplemente esa imagen me rompió el alma, y dio luz a este artículo.
Cómo humanos, nuestros dioses son el dinero y el poder. Desde hace años, me pregunto si el slogan de "no celebrar Halloween" nos ciega al hecho que el 99.9% de la humanidad, usa disfraces todos los días y, si bien no celebramos misas satánicas, nos damos gusto siendo hipócritas, destruyendo a gente, buscando nuestros propios placeres, robando (en sus múltiples expresiones), y miles de obras tenebrosas que dan más miedo que un sombrero de bruja de a dólar. Es por eso que, entre nosotros, personas como mi "tío" SANto (y su familia, debo decir), brillan más, porque no se conforman con ser del montón.
Mi amiga, la Thérése, decía "Muchas veces, sin que nosotros lo sepamos, las gracias y las luces que recibimos las debemos a un alma escondida..En el cielo no habrá miradas de indiferencia, porque todos los elegidos reconocerán que se deben mutuamente las gracias que les han merecido la corona". Quizás ni el 3% de mis lectores conozca a mi "tío". Pero el, y muchas almas escondidas más, son las que hacen que en este mundo aún existan la bondad, la misericordia, y la fe. Son las almas que nos recuerdan que nuestro final último no está aquí. Son las almas que nos ayudan a ver a Dios en medio de un mundo sangrante. El Gigante Bueno, y todas sus almas gemelas que viven en la tierra viendo con los ojos del cielo, nos recuerdan que, al final-aunque el mundo se burle de la idea, aunque haya gritos que pretendan ahogarla-lo importante es ser, un día, parte de todos los santos.
Educadora