En las sombras de una sociedad convulsa y muchas veces silenciada, se escucha un susurro que clama por ser atendido con igual vehemencia que cualquier dolencia física, la salud mental y emocional, un pilar fundamental en la estabilidad y el bienestar de cualquier sociedad.
La reciente y trágica pérdida de un joven estudiante universitario que decidió poner fin a su vida y sufrimiento, cerca de las puertas de su universidad, nos recuerda la crítica importancia de abordar este tema en El Salvador.
El caso de este joven nos lleva a reflexionar sobre las luchas internas que a menudo son invisibles para quienes nos rodean. Las cargas emocionales, el estrés académico, las presiones sociales, y la depresión que los diferentes factores sociales y económicos en general pueden convertirse en una carga abrumadora para muchos, especialmente en una sociedad que enfrenta desafíos significativos en términos económicos, de salud, y de seguridad, en llevar una vida con dignidad al final del día.
La falta de atención a la salud mental puede llevar a tragedias irreparables, no solo para los individuos afectados, sino para toda la comunidad.
Los datos nos indican una realidad alarmante: Existen al menos 9 suicidios por semana en El Salvador y reflejan una realidad que no podemos seguir ignorando.
De hecho, según diversos estudios somos en Centroamérica el país con la mayor tasa de este doloroso fenómeno. Razón por la cual es imperativo que el Estado reconozca la gravedad de la situación y destine recursos adecuados para la prevención, detección temprana y tratamiento de los trastornos mentales. La inversión en salud mental no solo salva vidas, sino que también contribuye a una sociedad más productiva y resiliente.
El acceso a servicios de salud mental debe ser simplificado y ampliado, eliminando el estigma que a menudo rodea a estas enfermedades y promoviendo una cultura de apoyo y comprensión. La educación sobre salud mental debe ser incluida en los planes de estudio, y los espacios seguros para expresar emociones y buscar ayuda deben estar disponibles en todas las instituciones educativas y lugares de trabajo.
Aprovechar la experiencia y la guía de expertos propios y extranjeros en salud mental puede ser fundamental para diseñar políticas efectivas y programas de intervención. La colaboración entre el gobierno, organizaciones no gubernamentales, fundaciones y la comunidad misma es esencial para abordar este desafío de manera integral y efectiva.
Invertir en salud mental es una inversión en nuestra sociedad, en nuestras familias y en el futuro de El Salvador. La prevención y atención adecuada de los trastornos mentales son esenciales para construir una sociedad más fuerte y empática. Es hora de actuar y romper el silencio, de trabajar de manera personal y colectiva para sanar las heridas invisibles que cada persona arrastra en silencio y con urgencia darle la importancia que le corresponde a la salud mental iluminando así el camino hacia un futuro más saludable y prometedor para todas y todos.
Analista político.