En segunda vuelta, los ecuatorianos eligieron el domingo a Daniel Noboa como presidente. Se autodenomina de centroizquierda, pero la prensa le designa de centroderecha, entre otras razones, porque dice que reduciría los impuestos y por ser hijo de un magnate ecuatoriano.
Se desconoce la opinión de Noboa sobre un sinnúmero de temas de política pública o el detalle de lo que sí propone. Como bien dice El País, en muchos temas “es una moneda al aire”. En todo caso, su victoria significa que Ecuador se salvó de la vuelta del populismo autoritario al poder, pues la alternativa fue la candidata escogida por el expresidente Rafael Correa.
Noboa llega al poder en un país que todavía no se recupera del irresponsable manejo económico que inició Correa (2007-2017) y que más recientemente está siendo asolado por la violencia. Desde el 2015, Ecuador ha estado sufriendo una crisis fiscal producida por el gasto público descontrolado de Correa –que los gobiernos siguientes han sido incapaces de revertir– y del inevitable fin del ‘boom’ petrolero en el 2014.
Después de bajar del 77% del PBI en el 2000 al 16% en el 2008, la deuda pública llegó al 39% en el 2019 (antes de la pandemia). La burocracia, en términos de empleos, se ha incrementado en 82% desde el 2000. Se estima que este año los subsidios al petróleo llegarán a US$5.000 millones y equivaldrán al déficit fiscal. El seguro social ya no podrá pagar desde este año las pensiones sin el subsidio del gobierno central.
El elevado gasto público ni siquiera dio los resultados que esperaban los correístas. La analista Gabriela Calderón calcula que, durante la era de la dolarización, el crecimiento anual promediaba 4,65% del 2000 al 2008, mientras que cayó al 1,95% entre el 2008 y el 2019. Casi toda la reducción de pobreza extrema entre el 2000 y la llegada de la pandemia ocurrió antes del 2008.
En años recientes, la seguridad en Ecuador se ha deteriorado marcadamente. Ecuador ahora tiene una de las tasas de homicidio más altas de América Latina. Según la organización Insight Crime, esa tasa creció 86% en el 2022 y 74% en la primera mitad del 2023. Se esperan por encima de 7.000 homicidios este año, siete veces más de los del 2018, según el Wall Street Journal.
El auge de la violencia se debe a que el país se ha convertido en una ruta importante del tráfico de drogas. Colombia ha aumentado la producción de cocaína notablemente y mucha de ella ahora está pasando por Ecuador, trayendo consigo la presencia de cárteles de droga, fortaleciendo a otras organizaciones criminales que se pelean entre sí y corrompiendo a la política y a las instituciones ecuatorianas.
Las toneladas de cocaína que se incautaron en el 2022 son casi cuatro veces más de las que se confiscaron en el 2018. Y el inédito asesinato del candidato presidencial Fernando Villavicencio en agosto mostró el nivel al que ha penetrado el crimen organizado. La policía, las cortes, las fuerzas armadas, las agencias nacionales y las municipalidades han sido corroídas por este flagelo.
Dado que el presidente Guillermo Lasso cerró el Congreso y llamó a estas elecciones, el período de Noboa terminaría en mayo del 2025. Ante tan compleja situación nacional y tan corto tiempo, ¿qué puede cumplir Noboa?
No mucho. Después de todo, la coalición política de Noboa solo tendrá 14 escaños en la Asamblea Nacional. Calderón sugiere, sin embargo, que tendría el apoyo suficiente como para ratificar los tratados de libre comercio que Lasso negoció con Corea del Sur, China y Costa Rica, y liberalizar en algo el sistema financiero bajo los poderes que corresponden al Ejecutivo.
No sería una revolución, pero serían pasos positivos.
(Este artículo fue publicado originalmente en El Comercio (Perú) el 17 de octubre de 2023)
Ian Vásquez es Vicepresidente de Estudios Internacionales y Director del Centro para la Libertad y la Prosperidad Global del Cato Institute y coautor del Human Freedom Index. Vásquez es columnista semanal de El Comercio (Perú).