La isla italiana de Lampedusa posee unas costas con aspecto paradisiaco. Cualquiera de sus fotos parece un atrayente reclamo para que los veraneantes se tuesten al sol en sus playas. Pero no sólo los turistas se congregan en sus orillas. Desde comienzos de la década del 2000, esta isla, que es el punto de Europa más cercano a África, también es lugar de llegada y tránsito de la migración irregular proveniente, en su mayoría, del norte del continente africano.
Para los 27 países que conforman la Unión Europea (UE) la actual situación se le va de las manos y provoca tensiones.
En el consorcio comunitario se señalan unos a otros por una fallida política migratoria y por las diferencias que tienen en lo relativo a ejercer mano dura, buscar soluciones de integración o una mezcla de ambas estrategias. Por lo pronto, el gobierno italiano, gobernado por la ultraderechista GiorgiaMeloni, pide ayuda urgentemente a sus socios de la UE, pues se ha tropezado con la misma crisis migratoria que han enfrentado sus predecesores. Recientemente, en el transcurso de una semana llegaron a Lampedusa unos 11,000 migrantes irregulares. Desde que comenzó el año, a la isla (con algo más de 6,000 habitantes) han arribado 120,000 migrantes por medio del tráfico de personas que circula en condiciones muy precarias en la cuenca del Mediterráneo. Son muchos los que mueren en el mar como consecuencia de la temeridad de quienes lucran con la tragedia de los que huyen de la miseria.
Lampedusa es solo la puerta de entrada para la mayoría de estos refugiados, cuya intención es desplazarse a países con oportunidades laborales. De ahí que Italia pida la cooperación internacional para resolver (o al menos poner parches) a un problema que es de todos. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se reunió con Meloni en la isla para mostrar apoyo en medio de una situación que el gobierno insular y sus ciudadanos consideran insostenible. La primera ministra italiana fue muy clara: lo que se vive en Lampedusa es el comienzo de un trayecto por parte de los migrantes que, tarde o temprano, repercute en el resto del territorio europeo. Meloni hacía un llamamiento a “combatir las salidas ilegales”. Flavio de Giacomo, portavoz de la Organización Internacional para las Migraciones, ofrece otra perspectiva al declarar que lo que enfrenta Italia no es una “crisis migratoria”, sino una “crisis operativa” en la isla por falta de previsiones. Para él, “la migración no es nada nuevo en el país".
Sin duda, una cosa es la retórica y otra distinta lo que verdaderamente se puede hacer frente a una realidad inapelable: desde tiempos inmemoriales se han producido oleadas migratorias. Es una cuestión de oportunidades y supervivencia. Cuando la juventud de una buena porción de África avista en el horizonte mejores condiciones de vida en un continente al que se puede arribar por diversos puntos, resulta muy difícil contener este flujo que, desafortunadamente, dispone escasos canales por la vía legal y lo manejan las mafias.
Los líderes europeos oscilan entre políticas duras y aquellas que aspiran a tener en cuenta el aspecto humanitario. En el tira y afloja, Bruselas ha diseñado un plan que, entre otras medidas, incluye acelerar el retorno de los migrantes a sus países de origen e incrementar la vigilancia aérea y marítima en los puntos de mayor conflicto. En Hungría el ultraderechista Viktor Orban defiende el cierre a cal y canto con una severa política de repatriación de inmigrantes indocumentados que cuenta con el respaldo de buena parte de la población. Por otra parte, en Francia el gobierno de corte liberal de Emmanuel Macron, presionado por la ultraderecha nacionalista y los propios electores, se desmarca al comunicarle a Italia que no recibirá a los inmigrantes que se procesan en Lampedusa para ser repartidos. En medio del desconcierto de la UE, el Papa, de visita en el país galo, les ha dicho a los líderes europeos: “La migración es una realidad de nuestro tiempo”. Lo ha sido en todos los tiempos. La Biblia es buen ejemplo de este fenómeno.
Los habitantes de la isla hoy se lamentan de un escenario caótico que representa una carga para los lugareños. Ante lainstalación de campamentos temporales, el vicealcalde de la isla ha dicho que no quieren que ese destino turístico se convierta en “Alcatraz”, haciendo alusión a la terrible prisión federal de Estados Unidos, situada frente a la costa de San Francisco, que funcionó desde 1943 a 1963. Mucho antes de que las playas de Lampedusa se convirtieran en el epicentro de esta masiva migración, en la antigüedad fue lugar de paso para fenicios, griegos, romanos y bereberes; en la Edad Media los sarracenos la saquearon; en 1553 los piratas berberiscos llegaron a tomar esclavos; en el XIX un príncipe llegó a arrendar la isla a un mercader maltés. La historia de este diminuto islote no ha estado exenta de crisis. Siempre ha habido conflictos y la cuestión sigue siendo la misma: cómo resolverlos sin olvidar el aspecto humano. Sin duda, ese es el mayor reto de los países prósperos. [©FIRMAS PRESS].
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