Por El mundo es en estos días más rico, mucho más rico, que nunca. Según las fuentes, desde 1820 la economía se ha multiplicado por cien, mientras que la población mundial se ha multiplicado por ocho. Es decir, que si la economía en esos tiempos era 1, ahora es cien; y que si la población mundial hubiera sido 1, ahora es 8.
Sin embargo, si preguntamos en la calle, la sensación general es que “somos demasiados en el mundo”, que la disponibilidad de la comida está por colapsar, que el cambio climático ha arruinado las cosas de tal modo que estamos a punto de destruir no solo el planeta, sino con él la humanidad. ¿Por qué?
En primer lugar, quizá, porque medir la economía mundial ha sido siempre bastante difícil (asunto de expertos), y a la gente común y corriente lo que le llega no son los datos de la macroeconomía, sino la tasa de inflación que sufre en su metro cuadrado de habitación. Por más que nos empeñemos, es muy difícil dejar de ver local para empezar a atisbar globalmente.
En segundo lugar, me atrevo a aventurar, porque nuestra forma de conocer el mundo está más orientada a identificar peligros que oportunidades; y, tal vez por esto, la amenaza de un colapso económico mundial hace más eco en las personas que noticias acerca de las bondades de una situación económica mundial que ha permitido, por ejemplo, que en China se pueda comer tres veces al día cuando a principios de siglo la gente tenía solo para alimentarse una vez cada jornada.
La macroeconomía nos dice que entre 1500 y 1820 el producto económico bruto mundial creció aproximadamente 0.3% cada año. Una tasa que permitió triplicar ese indicador (de 430 mil millones de dólares a 1,2 trillones de dólares) en poco más de trescientos años.
Desde 1820, a medida que fueron surgiendo nuevos países que basaron su organización social en el respeto de la ley y en la posibilidad de un comercio en un ambiente más libre y honesto, la tasa de crecimiento de la economía mundial se instaló en el 1.3% anual, lo que hizo que el volumen del producto económico mundial llegara a los 3.4 trillones de dólares en 1900. Desde esa fecha, la economía mundial dio un salto, y empezó a crecer a un ritmo del 3% anual, llegando a la asombrosa suma de 121 trillones de dólares alrededor de 2018.
Eso de los trillones, me parece, necesita una explicación. Un trillón es un millón de millones… Es decir que 121 trillones vendrían a ser ciento veintiún millones de millones de dólares.
Entonces, debido al aumento de la producción mundial de bienes y servicios, la mejor conectividad y transporte, las maravillas de la intercomunicación cibernética, pero sobre todo, al aumento de la población (paradójicamente a más personas no hay empobrecimiento, sino mayor producción, como demuestran los fríos números) hacia el año 2100 los expertos calculan que el volumen de la economía mundial andaría por los 600 trillones de dólares.
En resumen: un salto de 3.4 trillones en 1900 a 121 en 2018, con una proyección de llegar a 600 en 2100. Y eso que el IPCC (el grupo intergubernamental de expertos sobre el cambio climático) estiman que, en realidad, la cifra que se alcanzará en el inicio del siglo XXII será de 1,100 trillones (o 1.1 cuadrillones).
Como sea… el mundo se enriquece y el nivel de vida, la esperanza de vida, y la reducción de la pobreza, tienen pinta de no retroceder.
Otro tema, importante perol principal, vendría a ser la distribución de esa riqueza… Sin embargo, para tratarlo, habrá que tener en cuenta que si bien la brecha de desigualdad económica parece ampliarse, a fin de cuentas, hace lo contrario el índice de personas viviendo en pobreza.
Ingeniero/@carlosmayorare