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Psicología política

“El gran descubrimiento de mi generación es que los seres humanos pueden alterar sus vidas al alterar sus actitudes mentales” (William James)

Por Óscar Picardo Joao

Nair Elizabeth Zárate Alva (2006) publicó un magnífico artículo titulado “La política y la psicología”, en el cual introduce al lector y al científico en estos dos bastos caminos de la ciencia, que a veces se separan y a veces se unen.

Y en su abstract Zárate Alva propone lo siguiente: “Es importante señalar que la política es un concepto que ha evolucionado a través de la historia de la humanidad (…) Además, la Psicología Política es la disciplina científica que trata de describir y explicar el comportamiento político, estudiando los factores, psicológicos, sociales y ambientales que influyen en él. De otro lado, para toda persona sería apropiado tener un mayor conocimiento de las cuestiones políticas desde la óptica de la Psicología Política, lo que le permitiría mejorar su participación política tanto si es pasiva como si es activa, ya que tendría una mayor comprensión de los procesos subyacentes a los hechos políticos que acontecen en su vida cotidiana, es decir enfatizar la relevancia de este aspecto, para así lograr toma de decisiones y elecciones más apropiadas, y no como en los últimos años nos hemos percatado de elecciones carentes de sentido común y realismo”.

La psicología política se remonta a los aportes de Gustave Le Bon, quién escribiera el primer estudio sistemático del tema en 1910 en su libro «Psychologie politique». Para Le Bon, la psicología política era una ciencia que podía evitar los frecuentes y costosos errores políticos.​ Posteriormente, en 1973 se publica el primer “Manual de Psicología Política”.

Harold Dwight Lasswell es considerado el precursor de la Psicología Política contemporánea. La fundación en enero de 1978 de la Sociedad Internacional de Psicología Política (ISPP) constituye un hecho institucional clave, formalizando la creación de una comunidad que se identifica y es identificada como psicólogos políticos. En 1979 funda la revista Political Psychology, órgano oficial de la sociedad. En España hasta 1987 no se termina de formalizar la Psicología Política, con la celebración del primer congreso de esta disciplina. Y en 1990 se funda la revista española Psicología Política (Montero, 1987). Pero por estos lados no hay mayores noticias de esta subespecialidad ¿desde la psicología o desde la política…?

El objetivo fundamental de la Psicología Política apunta a: estudiar, describir y explicar el comportamiento político, con la finalidad de estrechar las relaciones entre el ámbito del comportamiento y el de las decisiones políticas que afectan a las sociedades.

Desde el plano político es importante conocer al individuo y sus correlatos de minorías, fenómenos de masas, factores que influyen en la intención de voto, cómo promover la participación política, liderazgo, opinión pública, etcétera; desde el punto de vista psicológico, es fundamental comprender los efectos psíquicos de las decisiones políticas públicas, cuales son las conductas, traumas o efectos que pueden generar estas decisiones, tanto a nivel individual o colectivo.

Al menos cuatro grandes perspectivas han definido el rumbo científico de la Psicología Política: Psicosocial o psicosociológica (cognoscitivista y comportamental); Psicoanalítica; Discursiva (pragmática y teórica); y Estructural-funcional.

Ignacio Martín-Baró en “Psicología Social” (1976) define: “A la luz de este análisis, podemos afirmar que el objeto especifico de la psicología social es el estudio de la ideología. Precisamente la ideología lo constituyen aquellos procesos psicológicos determinantes de la manera concreta como viven (piensan, sienten, actúan) los individuos, pero cuya explicación adecuada no se encuentra en los individuos, sino en la realidad grupal y en la manera como el individuo se inserta en los grupos sociales en una determinada situación histórica. Así, la ideología es precisamente la encarnación individual de los procesos y contradicciones grupales, el conjunto de procesos donde lo social se hace individual y lo individual deviene social”.

Consideramos aquí el concepto de ideología -según Martín Baró- como un sistema de representaciones o realidad operante que no tienen nada que ver con la “conciencia”; son la mayor parte del tiempo imágenes, a veces conceptos, pero, sobre todo, se imponen como estructuras a la inmensa mayoría de las personas. Entonces, encontramos un gran punto de encuentro entre psicología y política.

Julián Seoane (1994) señalaba “que el repertorio de diferentes papeles desempeñados hasta ahora por la Psicología Política continúan teniendo su lugar en la disciplina y en la práctica profesional, el papel primordial de la adecuación cognitiva a los cambios sociales obliga a desarrollar metodologías, sensibilidades y contenidos orientados fundamentalmente a la anticipación y predicción del cambio. Este papel, además de su posible justificación histórica, tiene hoy una especial significación, puesto que todo apunta hacia unas próximas décadas difíciles, inestables y con el cambio como protagonista”.

Psicología y política, más allá de los encuentros clásicos o recurrentes sobre comportamientos en masa o conductas electorales, se fusionaron de modo asombroso ante los horrores del Holocausto y hoy ante las preocupaciones de las redes sociales.

Hoy nos toca estudiar la megalomanía, el fanatismo ideológico, los odiadores profesionales digitales, la satisfacción vicariante, la indefensión aprendida, las primaveras políticas, las nuevas ideologías, las diversidades emergentes, las nuevas identidades virtuales y otras patologías políticas que emergen en ciertos escenarios. Hay demasiado por estudiar e investigar, y en nuestro caso lo hacemos desde la línea de investigación “Humor social y político”, realizando múltiples preguntas atípicas para comprender contextos, ideologías, cosmovisiones, estados de ánimo sociales y formas de pensar e interpretar lo político.  

La política sigue siendo, como en el pasado, muy emocional y visceral; sigue afectando y cambiando la vida de la gente, a veces para bien otras para mal. El político no deja de ser un ser humano, un paciente en potencia, que decide sobre la vida de los demás; y no olvidemos las palabras de Philip Zimbardo: “La línea entre el bien y el mal es permeable y casi cualquiera puede ser inducido a cruzarla cuando se ve presionado por fuerzas situacionales…” La política suele ser una fuerza situacional.

Disclaimer: Somos responsables de lo que escribimos, no de lo que el lector puede interpretar. A través de este material no apoyamos pandillas, criminales, políticos, grupos terroristas, yihadistas, partidos políticos, sectas ni equipos de fútbol… Las ideas vertidas en este material son de carácter académico o periodístico y no forman parte de un movimiento opositor.

Investigador Educativo/opicardo@asu.edu

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