Tres palabras que completan nuestro Escudo Nacional. Podríamos agregar solidaridad, empatía, amor al prójimo y tantísimas más; sin embargo, estas palabras son suficientes para que si también las realizamos en nuestro diario vivir y en cada acto que hacemos, deberíamos tener una nación que, bajo el mandato de Dios, caminara por luminosos pasajes.
Si la unión fuese un verbo que conjugáramos en nuestro diario vivir tendríamos una sociedad granítica, fuerte, decidida, solidaria a servirnos entre nosotros, a que la piel del hermano sea el mismo tapiz que día a día adornamos.
No podemos hablar de Dios si no viene la unión. Esta palabra se fortalece una vez que un país camina por el mismo derrotero, juntos, cristianos (católicos y evangélicos) y todas las denominaciones religiosas debemos hacer una nueva alianza para que El Salvador descanse, que deje de sangrar y tener una nación próspera, que dé hermosos frutos, que esta tierra sea la tierra prometida para todos los que nacemos en ella y que el cuento de ir en busca de mejores oportunidades quede reducido a solo un cuento, mientras el país brinde las oportunidades por igual a cada uno de sus hijos.
Y ¡Libertad! Qué palabra más fuerte, libertad no se remonta a andar sin grilletes ni ser explotado en horarios infrahumanos, sino que libertad es pensar, libertad es soñar; libertad es actuar; libertad es crear y el darle vida a esas tres palabras. No es trabajo ni obligación de un estado, somos cada uno de nosotros los que debemos tener a Dios como eje de nuestras vidas, la unión no debe limitarse al nombre de un departamento sino que debemos luchar contra corriente para que la unión sea una de nuestras mayores fortalezas.
Debemos dejar a un lado los rencores, las divisiones que no nos llevan a nada, sino que cada salvadoreño tome su bandera y que no solo sea septiembre el mes cívico sino que parece una utopía, pero se debe luchar por consagrar esas tres palabras como guías de nuestras vidas. Sólo así podremos salir adelante y sentir el orgullo de que a pesar de ser un país pequeño en cuanto a sus dimensiones, sea una nación grande en valores.
No es fácil, es tarea diaria el luchar desde cada trinchera para dar lo mejor como nación; así el médico debe ser empático y ver a su paciente como la razón de ser; el empleado del tren de aseo debe conservar esa sonrisa que siempre ilumina su rostro y todos valorar tal actitud; el motorista del bus debe hacer patria cuando respeta a que un peatón pase.
Somos demasiado grandes como nación, antes fuimos conocidos a nivel mundial como “el País de la Sonrisa” y es imperativo abonar tal actitud y no quedarnos cortos, sino que se nos conozca también por ser “el País de la Solidaridad, de la justicia, del emprendedor, de las oportunidades”.
No se vale que se cante el Himno Nacional con estridencia y emoción solo cuando juega la Selección Nacional. Aún en el mayor silencio podemos cantar nuestro Himno Nacional y hacer patria desde el rincón en que nos encontremos.
Apelemos a un patriotismo del día a día. Debe tal acción tener como objetivo engrandecer más al país; tenemos uno de los mejores litorales del mundo pero más importante es la sonrisa de la persona que nos atiende, esa sonrisa describe en su totalidad al salvadoreño, ese hombre trabajador que nada lo amilana, que siempre está dispuesto a echarle la mano a su prójimo.
Hagamos de septiembre un mes a imitar, que cada día demos gracias a Dios por tener un país precioso y que sea Dios, Unión y Libertad los guías de nuestro diario vivir.
Se respira paz en las calles. Esa paz debe vivirse en cada hogar salvadoreño y hacer patria en cada acto que conlleve una relación con otros.
No solo es el 15 de septiembre que el surcar de aviones en el cielo deben poner nuestra piel eriza, sino que el más sencillo acto que traiga respeto y servicio para el otro, nos llene de un orgullo profundo de ser salvadoreños y poder decir cada uno de nosotros “¡De hijos podernos llamar!”.
Médico.