La crítica de las Naciones Unidas es feroz, muchas veces sin distinguir entre el Consejo de Seguridad, la Asamblea General y la Secretaría, al extrapolar, por ejemplo, hechos puntales y convertirlos en verdades generales y absolutas. Así, los debates en la Asamblea General son objeto de críticas y de anécdotas. En su libro A Life of Peace and War(una vida de paz y guerra), Brian Urquhart recuerda que, durante una sesión a la hora del almuerzo, para el discurso de un ministro de relaciones exteriores solo otro ministro estaba presente en el auditorio. Al terminar su discurso, el ministro fue a agradecer a su colega por su presencia. El colega le respondió: “no hay de qué, yo soy el siguiente orador”. Y Brian Urquhart comenta que es un sistema terrible, pero que nadie ha logrado encontrar un mejor sustituto.
A veces, al escuchar algunos discursos pronunciados en el Consejo de Seguridad y en la Asamblea General es necesario preguntarse: ¿estamos en el mismo planeta? Y acto seguido vuelve a la mente que, hace muchos años en la Universidad de Nueva York, el profesor James T. Crown nos enseñaba a diferenciar entre bombs and bombasts, es decir, diferenciar entre bombas y ampulosidad. En todo caso, los discursos que pronuncian los delegados son responsabilidad suya, y no la de las Naciones Unidas.
Para entender las Naciones Unidas, ayuda mucho tener en cuenta el análisis de expertos como Paul Kennedy. En su libro The Parliament of Man: The Past, Present and Future of the United Nations, (El parlamento del Hombre: pasado, presente y futuro de las Naciones Unidas), insiste en que las Naciones Unidas hay un “poder duro”, es decir, las decisiones del Consejo de Seguridad que, si sus miembros se ponen de acuerdo, son obligatorias e incluso pueden imponerse por la fuerza, y un “poder blando”, pero hace hincapié en que esta manera de medir las cosas no logra captar el carácter verdaderamente revolucionario de las “agendas blandas” en la historia del mundo. Entre las “agendas blandas” está la acción humanitaria, la labor con refugiados, apátridas, niños, mujeres, alimentación, salud, medioambiente, y desarrollo, entre muchos otros. En la gran mayoría de casos el trabajo de las Naciones Unidas es exitoso, pero los titulares se concentran en los fracasos.
Los fundadores de las Naciones Unidas decidieron también crear una secretaría como uno de sus órganos principales, con un secretario general al frente. De acuerdo con la Carta, la “Secretaría se compondrá de un Secretario General y de todo el personal que requiera la Organización. El Secretario General será nombrado por la Asamblea General a recomendación del Consejo de Seguridad. El Secretario General será el más alto funcionario administrativo de la Organización”.
Una de las mejores descripciones de la función del secretario general la cita Linda Fasulo en su libro An Insider’s Guide to the UN, algo así como la guía de las Naciones Unidas de un conocedor privilegiado, al decir que es diplomático y defensor a partes iguales, funcionario y director ejecutivo, símbolo de los ideales de las Naciones Unidas y portavoz de los intereses de los pueblos del mundo, en particular los pobres y vulnerables. También recuerda que Michael Sheenan, que fue secretario general adjunto para operaciones de paz, afirmó que una de las funciones del secretario general es decir al consejo de seguridad lo que tiene que saber, no lo que quiere escuchar, pues el secretario no es un títere que mandan los Estados miembros; tiene un papel y hay un diálogo entre la Secretaría y los Estados miembros.
Así las cosas, la definición y el alcance de esta función la han venido haciendo las personas que han ocupado el cargo, y cada secretario general ha definido los principales temas de su quinquenio. De tal manera, el actual secretario general, Antonio Guterres, al asumir el cargo en 2016 hizo hincapié en el terrorismo internacional; la proliferación de armas nucleares; los conflictos no resueltos y las violaciones al derecho internacional humanitario, algunos con profundos problemas étnicos y sectarios; el cambio climático; la creciente desigualdad económica y social dentro de las naciones y entre ellas; y la movilidad humana.
Cada secretario general ha hecho importantes contribuciones, pero hay poca duda de que uno de los que más contribuyó fue el segundo secretario general, Dag Hammarskjöld, de Suecia. Un personaje interesante con gran sensibilidad por las artes que escribía versos con la métrica japonesa de Haikú. Creía en la importancia de las misiones de paz de las Naciones Unidas, pero durante la misión en el Congo, en 1963, perdió la vida en un accidente de avión tratando de negociar la paz en aquel país, en ese momento recién independizado.
Para honrar su memoria, se puso su nombre a la biblioteca de la sede en Nueva York, con un impresionante vitral que Marc Chagall hizo en su memoria y en la de los otros 15 miembros de la fuerza de paz que perdieron la vida en el mismo accidente. También se realizó su deseo de montar una obra de la escultora británica Barbara Hepworth en la fuente a la entrada del edificio; el título de esta obra abstracta es “Single Form”.
La crítica a los funcionarios de la Secretaría y de las agencias de las Naciones Unidas también es severa y hay, por ejemplo, una broma bastante extendida: Una persona pregunta a otra, de verdad, de verdad, ¿cuántas personas trabajan en las Naciones Unidas? Y la respuesta es: ¡de verdad, de verdad, pues muy pocas! La crítica de las Naciones Unidas, como de toda institución, es fundamental porque tiene que ser objeto de auditoría pública y rendir cuentas, pero muchas críticas son injustificadas y en buena medida producto de una realidad sencilla: las Naciones Unidas son un conveniente chivo expiatorio para países grandes, medianos y pequeños.
Un cuarto órgano principal de las Naciones Unidas es la Corte Internacional de Justicia, ya que la legalidad y la justicia son fundamentales en el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales. El Dr. Guerrero fue elegido juez de la nueva Corte Internacional de Justicia y, poco después, su primer presidente. Fue una persona clave en la transición de la vieja a la nueva Corte.
Sobre el papel de la justicia en el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales, en su libro La Codification du Droit International (La codificación del derecho internacional), publicado en 1930, el Dr. Guerrero afirmó que “a pesar del constante llamado a la Paz basada en la seguridad y el desarme, no podemos impedirnos de creer que la Paz estará más firmemente garantizada por la Justicia Internacional, asentada sobre los cimientos inquebrantables de la precisión y consolidación del derecho, que por cualquier otro método”.
Esta visión del papel primordial de la justicia en el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales volvió a dejarla clara en abril de 1946, en el discurso que pronunció en la ceremonia de inauguración de la Corte Internacional de Justicia cuando afirmó que, “en la cadena de órganos creados para asegurar el arreglo pacífico de controversias internacionales, el Tribunal Permanente de Justicia Internacional había constituido, sin duda, el eslabón principal”.
En relación con el papel de los jueces, para el Dr. Guerrero su imparcialidad y apoliticidad fueron temas fundamentales. Esto quedó claro durante la reunión de Instituto de Derecho Internacional en Siena, Italia, en abril de 1952, cuando logró la aprobación de una resolución que confirmaba que, por su carácter apolítico, la elección de los miembros de la Corte Internacional de Justicia recae en personas y no en Estados. Este es un principio fundamental de la justicia, pues los magistrados, en tribunales internacionales, y nacionales, deben juzgar en derecho y con sentido de justicia, pues al no ser así no hay justicia independiente, pilar insustituible de la democracia. El Instituto de Derecho Internacional basó su resolución en el informe de la Comisión que tuvo al Dr. Guerrero como su relator. En esa comisión participaron otros notables, connotados y respetados juristas de la época: Hans Max Huber, Albert de La Pradelle de Leyrat, Maurice Bourquin y Sir Gerald Fitzmaurice.
La resolución del Instituto sobre los magistrados de la Corte Internacional de Justicia dice en su primer párrafo resolutivo: “Por su carácter apolítico, la elección de los miembros de la Corte, que se refiere a las personas, no a los Estados, debe estar claramente separada de las elecciones relacionadas con otros órganos de las Naciones Unidas”.
Francisco Galindo Vélez es exEmbajador de El Salvador en Francia y Colombia, ex Representante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Argelia, Colombia, Tayikistán y Francia, y ex Representante adjunto en Turquía, Yibuti, Egipto y México.