Giorgia Meloni, primer ministra de Italia, está convocando a los líderes de la Unión Europea para establecer medidas que controlen la inmigración ilegal, en su mayor parte proveniente de África aunque perseguidos del Medio Oriente buscan asimismo ingresar a la Unión.
El punto es poner fin a los mortales conflictos tribales que entre otros horrores causaron la horrenda matanza de Tutsis por los Hutus —drama que se expone en el filme “Hotel Ruanda”— y que forjen mecanismos que permitan una medida de convivencia, lo que ya se ha logrado entre algunos de esos países.
Paralelamente los estados musulmanes del norte de África, particularmente Túnez, han echado mano de una draconiana medida: se denuncia que a los migrantes que llegan del sur del Sahara los abandonan en el desierto sin agua ni víveres, literalmente para que mueran de inanición.
Las mafias que manejan esa inmigración con frecuencia venden a sus víctimas como esclavos, lo que sucede también en nuestra América, un problema que ha sido denunciado allá como acá y que se da en algunos países del Medio Oriente, donde los inmigrantes son forzados a trabajar literalmente “de sol a sol” y que ahora con el calentamiento global casi equivale a enviarlos a la muerte.
Como dijo uno de sus líderes, el presidente de Ghana,“vengan todos a nuestro país y trabajemos juntos para forjar estabilidad y prosperidad…”.
Es precisamente lo que no están haciendo los dictadores hispanoamericanos, que se decantan por medidas de fuerza, persecuciones, torturas y un clima de terror, versus buscar una forma de convivencia y transición a la paz general.
Ese fue el sentido de lo que declaró el periodista salvadoreño Víctor Barahona al salir de la cárcel donde estuvo confinado más de diez meses por haber dado espacio en sus programas a personas que “incomodan” al régimen: “En el penal de Izalco te tratan como si fueras una rata”.
El régimen castrista cubano, cuyo cabecilla fue condecorado por el presidente de México, está al frente de una feroz dictadura que literalmente está desintegrándose, pero que no suelta el poder porque sabe que le espera la cárcel o “el paredón”, lo mismo que el endemoniado Fidel recetó sin escrúpulo alguno mientras estuvo en el poder.
¿Qué pueden hacer los europeos para detener la infiltración ilegal que llega del sur?
Según las propuestas, con las actuales tecnologías detectar y seguir vía satelital las naves que salen de puertos africanos y de otros países es más que posible, lo que facilitaría devolverlos a sus puertos de origen y perseguir penalmente a los “coyotes”, que allá como acá son los que “organizan” los viajes. Otra solución es que los inmigrantes se confinen en territorios donde tengan que trabajar y producir.
Los inmigrantes hispanoamericanos son cristianos y pro-occidentales
En tal sentido la solución es más factible que el problema al sur de la frontera de Estados Unidos con una diferencia esencial: los hispanoamericanos que huyen de los desastres económicos y humanos generados por las dictaduras entronizadas por la fuerza, son en su inmensa mayoría cristianos, apoyan esquemas comunes con los pueblos occidentales y con facilidad relativa se integran a la vida en Norteamérica, lo que desde luego excluye a maleantes de cualquier pelaje, escoria que la hay a ambos lados de la frontera, degenerados como el individuo que montaba fosas comunes para enterrar asesinados y que ha sido condenado a 70 años de cárcel.