Nos dice Diane Ackerman, la ensayista, poetisa y naturalista estadounidense, que los humanos nos quejamos de los olvidos, sin percatarnos que deberíamos agradecer que nuestra memoria no sea mejor de lo que es.
Esos olvidos permiten que no recordemos el funcionamiento de nuestro cuerpo, por ejemplo, ni siquiera del complejo circo de impresiones sensibles que hemos ido recibiendo a cada instante, a nuestro alrededor.
¿Se imaginan que pudiéramos recordar cada ofensa, cada mala mirada que nos han dado, cada momento de duda y sufrimiento que hemos atravesado desde nuestra niñez hasta el día de hoy?
La memoria permite recuperar imágenes y escenarios del pasado. Es gracias a ella que conservamos nuestras experiencias y emociones y elaboramos nuestra historia personal. No obstante, recordar permanentemente todo lo que hemos visto o sentido, podría causarnos daño.
Ackerman además expresa que los olvidos no deberían preocuparnos tanto, pues no implican ausencia de recuerdos sino el mejor aliado de la memoria, ya que permiten que el cerebro se mantenga ágil, ocupado y positivo.
Este planteamiento de la ensayista me recordó la observación popular sobre las mujeres en edad fértil: en los primeros meses posteriores al alumbramiento, muchas dicen que no desean volver a pasar por ese sufrimiento; sin embargo, un tiempo corto después, ya están dispuestas a concebir otro ser humano. Pareciera que el olvido del dolor mantiene una actitud positiva en las mujeres que permite la continuidad de la especie.
Los psicólogos que estudian la memoria y creo que todos nosotros, en algún momento de nuestra vida, nos cuestionamos ¿Cómo se guardan los datos, las experiencias y los conocimientos en el cerebro? ¿Es la memoria una estructura única o está compuesta por múltiples estructuras? ¿Es confiable la memoria? ¿Existe alguna estrategia para mejorar u optimizar nuestra memoria?
En la Grecia Clásica, Platón narra en su dialogo llamado “Fedro”, que el dios egipcio Theuth regaló la escritura al rey Thamus.
De ella dijo, que preservaría la memoria, a lo que el rey contestó que sería lo contrario.
El desacuerdo partía de sus diferentes puntos de vista.
El dios hablaba de las cosas que se olvidan y que la escritura puede preservar; en cambio, el rey, se refería a la función de la memoria, que supone debería ser ejercitada permanentemente.
Para los griegos esto era tan importante que, junto con las artes de la Retórica, inventaron la MNEMOTECNIA, consagrada, sin duda, a su dios MNEMOSINE.
Mnemotecnia es una técnica que se define como un procedimiento de asociación mental que se usa para recordar algo con mayor facilidad.
Existen muchos métodos por medio de los cuales es posible aplicarla, de manera que la misma pueda adaptarse a las preferencias y necesidades de los distintos usuarios con mayor facilidad.
Por ejemplo, las rimas, las canciones, las abreviaciones, las poesías, las vinculaciones a recuerdos, o las asistencias visuales como las fotografías.
La función principal de la memoria es proporcionar a los humanos los conocimientos necesarios para comprender el mundo en que viven. La memoria conserva y reelabora los recuerdos en función del presente y actualiza nuestras ideas, planes y habilidades en un mundo cambiante.
Sin memoria dejamos de ser humanos, nos dice la ensayista Ackerman.
Los recuerdos modelan nuestras acciones, nos acompañan y le dan sentido a nuestro yo. Sin recuerdos no sabríamos quienes somos, como fuimos alguna vez, ni quienes desearíamos ser en un futuro memorable. Somos la suma de nuestros recuerdos. Ellos nos proporcionan un sentido privado y continuo del yo.
Cambiar de memoria es cambiar de identidad.
Aunque los recuerdos no son esenciales para la supervivencia, enriquecen nuestra vida cotidiana. La memoria humana es una realidad fascinante y compleja. Es la capacidad mental a la que más recurrimos y a la que mayor esfuerzo exigimos, aunque a todos nos ha fallado en varias ocasiones.
Pero, por la misma necesidad de sobrevivencia, el cerebro guarda mucha información que puede generarnos tristeza y desilusión, para que continuemos andando sobre el camino de la existencia material. En realidad, los olvidos, son mecanismos de sobrevivencia más que reflejos de daño cerebral. ¡Hasta la siguiente!
Médica, Nutrióloga y Abogada
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