Por Como todo salvadoreño, me preparé para el caos total que todo mundo anunciaba para el área en la usualmente tránsito durante los Juegos Centroamericanos. Trasfondo, yo soy parte del último sector que se quedó trabajando virtual desde la pandemia y las veces que había salido, le había dado gracias a Dios de no tener que lidiar con el tráfico de San Salvador. Pero, para mi sorpresa, las dos semanas de los Juegos fueron las dos semanas en que más fluido estuvo el tráfico. Es más, un día tuve que ir a Santa Tecla y logré llegar en diez minutos. Estaba felizmente perpleja. Y luego, me fui dando cuenta a través de distintos amigos y conocidos de que esas dos semanas muchos estuvieron trabajando bajo una modalidad híbrida.
Si bien apoyo cualquier iniciativa para mejorar el transporte colectivo en San Salvador, vuelvo a tocar el tema del trabajo híbrido y sus ventajas (obviamente, hay desventajas también). Quizás la ventaja más grande es que en realidad se es más productivo. Un amigo mío que vive carretera a Santa Ana me comentaba que, normalmente, tiene que salir a las cuatro de la mañana para llegar a su trabajo a las siete y salir a las cuatro para llegar de regreso a su casa a las siete y media de la noche. Él sí trabajó en casa durante dos semanas pues su oficina estaba cerca del Estadio. No sólo logró ser más eficiente (¿quién que venga en bus desde Santa Ana va a ser eficiente si duerme en el trayecto), sino que, además, ahorró en comida y pasaje. Las dos horas de regreso a su casa eran dos horas que utilizaba para cerrar el día. Al final, cerró sus dos semanas con resultados óptimos.
Otra amiga mía trabaja en la zona de Santa Elena. Ella es dueña de su propia empresa y se definía como la típica jefa “Generación X” (llegas con traje a la oficina, cumplís con las horas). Pero también le entró pánico la idea del tráfico durante los Juegos, así que modificó el horario de entrada de ocho a diez de la mañana y sus colaboradores sólo tenían que llegar a presentar informes dos veces a la semana. Trasladó sus reuniones a Zoom, con excepción de dos y en sus palabras “me preparé para el desastre”.
Para su sorpresa, también fueron las mejores dos semanas de su vida. Su rubro es la arquitectura, y se dio cuenta de que podía ponerle más atención a sus subalternos (dos arquitectos junior) cuando sólo uno estaba presente. Pudo trabajar de cerca con su contador. E, increíblemente, consiguió tres nuevos clientes en dos semanas porque se dedicó a revisar su correo en casa antes de ir a la oficina, en lugar de atragantarse una taza de café y salir casi tropezándose en los tacones. Actualmente, están en una prueba de dos meses para ver si implementan la modalidad híbrida de manera permanente.
Incluso aquellos rubros que pensaríamos no se benefician del trabajo híbrido si lo hacen. Otra conocida, dueña de una pequeña tienda de productos orgánicos, me comentó que vendió más esas semanas que en todo el mes de diciembre. Simplemente, mucha gente aprovechó para comer sano en sus casas. Al haber menos tráfico, la visitó más gente, e incluso logró abrir finalmente su delivery. Muchas emprendedoras experimentaron un aumento en sus ventas, incluso los mercaditos se llenaron más. Una amiga mía que diseña proyectos se fue a un hotel de Oriente una semana entera (sus hijos están en el calendario americano) y trabajó desde allá. “Ni sentí que fuera trabajo” .
Desafortunadamente, en El Salvador estamos acostumbrados a una cultura de resistencia en lugar de una cultura de apertura a las nuevas tendencias en el ámbito laboral. No hay pruebas de que una modalidad híbrida haga a una empresa menos rentable, y si ha sido comprobado que, muchas veces, promueve la productividad, la creatividad, y el ahorro de recursos. Siempre y cuando se respete el derecho de las personas a su tiempo personal, un modelo de trabajo híbrido puede incluso mejorar la moral y cultura corporativa, además de hacerle más fácil la vida a aquellos rubros de naturaleza esencial que deben presentarse a la oficina o institución educativa todos los días.
Educadora