Pasarán los XXIV Juegos Centroamericanos y del Caribe, iniciados con un evento en el que debimos escuchar (obligatoriamente, porque había cadena nacional) el auto elogioso discurso presidencial, que no por dedicarse a exaltar su ego estuvo privado de su usual y peligrosa siembra de odio; el panegírico casi idolátrico que a Nayib Bukele dedicó el presidente de Centro Caribe Sports, incalificable; y el discurso del presidente del Comité Organizador, Yamil Bukele, cuyas palabras resultaron humildes comparadas con las de sus predecesores. Además, toda la parafernalia que se preparó, tratando de emular los grandes escenarios que para los eventos deportivos mundiales acostumbran las naciones ricas, dentro de las cuales quizá ya nos encontramos, pero no nos hemos dado cuenta, por estar luchando a diario, trabajando más para lograr cumplir nuestras responsabilidades.
Luego, las competencias. No tuve tiempo para estarlas viendo, pero escuché que no se le dio suficiente énfasis a aquellas disciplinas en las que había participación de nuestro país. A Dios gracias, y al esfuerzo individual de cada uno de los atletas, se lograron importantes medallas de oro, plata y bronce. Para mi gusto, lo mejor fue escuchar a esos triunfadores muy felices, pero a la vez humildes, compartiendo su éxito con nosotros, sus compatriotas, y de manera especial con sus familiares, sin cuyo apoyo no hubieran podido lograrlo. Felicitaciones para todos ellos y mi sincera admiración por su desempeño y actitud.
Y, aunque al momento de escribir estas líneas todavía no terminan los juegos, imagino que el cierre será, cuando menos, caótico, con tantas calles cerradas, con cambios en la circulación de vehículos, con traslados de los deportistas a distintos lugares, etc. Y con el asueto obligado, un fin de semana largo que muchos aprovecharán para salir de la ciudad. Ni idea si eso contribuirá al orden o a mayor desorden, ya lo veremos.
Pero, ¿el lunes?
El lunes volveremos a la realidad: dichosos quienes tenemos trabajo y enfrentamos los problemas respectivos, sin la angustia de quienes no lo tienen y buscan sin encontrarlo, ya sea porque no están capacitados para ningún puesto vacante, o porque no hay plazas disponibles para sus conocimientos y habilidades. De allí que una queja frecuente sea: No hay trabajo.
¿Por qué? Porque la inversión, tanto privada como gubernamental, van hacia abajo; porque los gastos gubernamentales no se usan en lo importante (educación, salud, infraestructura) sino en el incienso que a diario echan a la figura del presidente; porque la deuda nacional crece desmesuradamente pero la pobreza, en lugar de disminuir, aumenta; porque los gobiernos de los países democráticos están muy preocupados por la falta de Estado de Derecho en El Salvador, donde se viola sin disimulos nuestra Constitución, comenzando por aquellos más obligados a respetarla: presidente y vicepresidente de la República.
La publicidad mentirosa y desmesurada que hace este gobierno a nivel mundial para auto elogiarse podrá engañar a la gente de a pie, pero quienes otorgan créditos y beneplácitos no son ellos, sino sus gobiernos, a quienes esa publicidad no engaña. Los gobiernos extranjeros estudian los datos macroeconómicos y sociales de cada país, así como la opinión del FMI y de las instituciones calificadoras de riesgo. Eso, no la publicidad, es lo que cuenta.
El lunes, cada quien deberemos afrontar responsablemente nuestros problemas y salir adelante. Ojalá el gobierno hiciera lo mismo.
Empresaria.