“Mi ilusión era que él iba a salir, pero nunca imaginé que me lo iban a entregar así”, dice entre lágrimas Elizabet, frente al ataúd de su compañero de vida, minutos previos a darle el último adiós ayer en el municipio de Acajutla.
Tres días antes, a las 5:15 de la tarde, Elizabet recibió la llamada del penal de Izalco que tanto temía atender. Sin un preámbulo, la voz le dijo ¿Usted es Elizabet(….) la esposa de César Vladimir Cuéllar Martínez?
Tras la pregunta, la mujer supo que lo que escucharía a continuación no era una buena noticia. “Le llamamos para que vaya a reconocer el cuerpo de su esposo a la morgue”, le dijo la voz al otro lado de la línea.
Elizabet sintió que un frío recorrió todo su cuerpo y por unos minutos no supo qué hacer.
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Después de llamar a una familiar se desplazó esa misma noche desde la colonia Villa San Cristóbal El Inicio, una zona rural de Acajutla, hasta Medicina Legal de Sonsonate, pero ahí le dijeron que debía llegar hasta el día siguiente para que le entregaran el cuerpo de su familiar.
Según el reporte de Medicina Legal, el joven murió de un edema pulmonar; sin embargo, el cadáver presentaba moretones en la pelvis, en los hombros y en las muñecas, relata la mujer.
“Esta es una injusticia que estamos viviendo como familia (…) mientras que otros gozan y abusan del poder que nosotros mismos como pueblo les hemos otorgado”, manifestó un tío de la víctima.
César, de 24 años, fue capturado la madrugada del 7 de septiembre de 2022 en su casa de habitación, durante un operativo en el que se llevaron al menos a cinco personas de la comunidad, una zona en la que aún se observa un grafiti alusivo a pandillas.
Los agentes le dijeron a la pareja de César que se lo llevarían porque habían recibido una denuncia en la que lo señalaban de ser “colaborador de las pandillas”, pero ella niega esa acusación. “Él era agricultor, trabajaba de eso, no tenía tatuajes y nunca había estado detenido, además, estaba enfermo”, aseguró Elizabeth.
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La señora relata que César padecía hipopotasemia, es decir una concentración demasiado baja de potasio en la sangre, por lo que debía ser ingresado en el hospital entre cinco o seis días, por lo menos tres veces al año. El joven desarrolló ese padecimiento desde que murió su madre, cuando él tenía 18 años.
Tras la detención, César permaneció recluido durante cuatro días en las bartolinas del 911 de Sonsonate, luego lo mandaron a Ilopango.
Pero debido a su enfermedad, sus familiares comentaron que fue regresado a las bartolinas, donde permaneció ocho meses.
Ahí su familia podía llevarle el medicamento para su padecimiento y debían hacer un esfuerzo económico para pagar mensualmente 165 dólares de la alimentación.
“Estuve esos ocho meses cancelándole la comida en un comedor y sucesivamente estuve pendiente de su medicamento (Ultra-K) para que no le faltara”, manifestó la compañera de vida.
El 18 de mayo de este año, César junto a otros reos fue trasladado al penal de Izalco y desde entonces su salud empeoró, tanto que tuvo que ser ingresado durante dos días en el hospital, manifiesta su familiar.
“Yo le pedía a la Procuraduría que le hicieran audiencia especial, presenté el cuadro del hospital donde decía que lo que padecía era grave, pero el abogado me decía que no podía hacer nada porque la jueza no quería hacer audiencias especiales”, explicó la mujere.
Elizabeth recuerda que la última vez que vio con vida a su pareja fue en marzo, cuando lo habían llevado a una clínica de Fosalud, porque mientras estuvo en las bartolinas recibía la atención médica requerida.
“Me dijo que primero Dios iba a salir de ahí y que íbamos a luchar juntos”, recuerda Elizabeth entre lágrimas.