Estamos a tan solo siete meses de las elecciones del 4 de febrero de 2024. En ese primer evento electoral nos darán dos papeletas, la de candidaturas a la Presidencia y Vicepresidencia de la República y la de candidaturas a diputaciones de la Asamblea Legislativa. Dicho esto, hoy quiero hacer uso de este espacio para exponer algunas ideas que considero importantes para hacer conciencia del futuro por el que debemos luchar. A partir de este punto, si usted es un demócrata al igual que yo, le invito a que continúe leyendo detenidamente.
Este escenario político desequilibrado que hoy está atravesando El Salvador, –repito, desequilibrado– es producto de lo que el actual presidente capitalizó en las elecciones de 2019. Él planteó una alternativa que prometió ponerle fin a las decepciones políticas que nos dejaron las tres décadas de bipartidismo que vivió con mucha desilusión nuestro país, pero henos aquí, hoy estamos navegando sobre un nuevo ciclo político sobrecargado de incertidumbre, populismo y autoritarismo. Hoy, discutir sobre el desequilibrio político y la borrosidad del futuro de El Salvador, responde a un hito claro: aquella joven democracia consolidada con la firma de los Acuerdos de Paz en el año 92, ha muerto.
Frente a la podredumbre democrática que vivimos, debemos asimilar con profundidad que las elecciones de 2024 no son programáticas y tampoco serán una elección en la que tendremos que elegir entre la izquierda o la derecha. El próximo año debemos elegir entre democracia o dictadura. Siendo esta la realidad a la que nos enfrentamos, el futuro nos exige una revuelta democrática. La campaña política que está a punto de librarse, se convertirá en un suceso completamente atípico en este país, y no podemos ni debemos tomarlo a la ligera. Será fundamental que diversos liderazgos asuman la tarea de seguir de pie, contener para acumular; y defender la República hasta las últimas consecuencias.
La ciudadanía no puede ser solo un grupo de espectadores inconformes con la política, hay que tomar acción para hacer de la política algo útil, ¿para qué? Para luchar por lo que en verdad importa. Pensiones justas, acceso a vivienda, transporte público de calidad, canasta básica accesible, equidad política y social, instituciones transparentes y sólidas, empleos dignos, cuido y protección del medioambiente, atención prioritaria a la salud mental, acuerdo fiscal pensado en el largo plazo, desarrollo tecnológico y eficiente, defensa de los derechos humanos, combate a la corrupción, reforma educativa integral, un sistema de salud que signifique gente. Todo lo ya mencionado sólo será posible si nos armamos de valor para defender un futuro democrático y plural. Insisto, es necesaria una revuelta democrática.
Quienes hemos asumido el reto de encabezar un papel democrático en este capítulo tan adverso de nuestra historia, es porque entendemos y asimilamos lo que la historia y la patria nos demandan, y porque simplemente, al igual que todas las personas, queremos futuro, uno en donde cada ser humano pueda alcanzar su propia felicidad. Este presente turbulento nos está convocando a construir un semillero de demócratas capaces de defender un país en el que nuestras diferencias sean permitidas y respetadas, defender un El Salvador en el que quepan distintas visiones y no solo la de una persona, defender el anhelo de un país plural. Ese es el futuro al que debemos aferrarnos y ese es el futuro que hay que defender.
Usted, ciudadano y ciudadana demócrata, nuestro mensaje es claro: es nuestro tiempo, el tiempo de la ciudadanía.
Presidente de Nuestro Tiempo.