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¿De qué lado nos encontramos?

Quien carece de iluminación se guía por su criterio o por las opiniones que le rodean, de allí a rechazar a los mensajeros de Dios hay un paso muy pequeño. En su mente cree ser defensor de lo justo y lo correcto, pero no percibe que se encuentra luchando contra Dios. Bajo la fuerza del fanatismo se puede llegar a las mayores expresiones de inhumanidad en nombre de Dios.

Por Mario Vega

Quienes dieron muerte a los profetas lo hicieron bajo la convicción de que hacían lo correcto. En muchos casos les pareció tener razones para justificar su crimen. Durante los momentos más angustiosos del sitio caldeo a Jerusalén, en el año 587 a.C., el profeta Jeremías se dedicó a animar a los soldados a pasarse del lado de los caldeos. Cuando los nobles y oficiales del rey se enteraron, lo acusaron de destruir la moral de las pocas tropas que les quedaban y del resto de pobladores. Decían que Jeremías no buscaba el bien del pueblo sino su mal. En el contexto en que las cosas se daban, lo que Jeremías proclamaba era considerado alta traición. Era una causal de muerte. Esa fue la razón por la que el profeta fue a parar a la cárcel, lugar del que no saldría sino hasta la caída de la ciudad.

El profeta Amós, que era originario de Judá, fue enviado al reino del norte para denunciar los pecados del rey. Paradójicamente quien allí reaccionó en su contra fue el sacerdote del santuario principal. Las palabras de Amós eran de denuncia y de anuncio de los males que vendrían en contra del rey y su familia. Fue entonces cuando el sacerdote Amasías le pidió que volviera a su propia tierra. Como extranjero no podía estar hablando en contra del rey y mucho menos si lo hacía en el santuario real y capital del reino. Le dijo que podía profetizar todo lo que quisiera, pero en su propio país. El sacerdote había adoptado una posición nacionalista y sobre esa base deseaba la deportación del profeta.

Otros ejemplos pueden ser citados de cómo el rechazo de muchos de los profetas se produjo por razones aparentemente justificadas. En su empeño por defender lo que consideraban correcto, divino o patriótico, las personas no percibían el momento cuando comenzaban a estar en oposición a Dios y a sus enviados. Esto ocurría por su inhabilidad para captar el contexto general de lo que estaba ocurriendo en su momento histórico. Para poder comprender las señales de los tiempos y el rol profético de la iglesia se precisa de discernimiento espiritual.

El mensaje de Jeremías expresaba la palabra de Dios al final de una larga era de idolatría, injusticias, abusos y maldades. La destrucción de Jerusalén, largamente anunciada, había llegado a su punto de no retorno. Bajo esas condiciones el anuncio de Jeremías de pasarse al lado caldeo era ya la última esperanza de conservar la vida. Lo que desde el punto de vista estrecho y legalista se veía como una traición a la patria, desde la iluminación divina se veía como un mensaje de compasión y vida. La última puerta de esperanza.

El que Amós hubiera sido llevado desde el reino del sur para profetizar en el del norte era ya un fuerte mensaje que demostraba que ya no quedaba ningún justo en el norte. Dios debía traer a su hombre desde el sur para pronunciar una palabra de advertencia a un reino que también se precipitaba a su propia destrucción. Lo que la corta visión del sacerdote Amasías veía como una injerencia extranjera, en la amplia visión divina era la última llamada de oportunidad para evitar el desastre. Amasías no pudo discernir el propósito de Dios y no despertó sino hasta que su esposa fue entregada a la prostitución, sus hijos muertos y el pueblo llevado lejos en cautividad.

Quien carece de iluminación se guía por su criterio o por las opiniones que le rodean, de allí a rechazar a los mensajeros de Dios hay un paso muy pequeño. En su mente cree ser defensor de lo justo y lo correcto, pero no percibe que se encuentra luchando contra Dios. A esto se refirió Jesús cuando afirmó: «Los expulsarán de las sinagogas; y hasta viene el día en que cualquiera que los mate pensará que le está prestando un servicio a Dios». Bajo la fuerza del fanatismo se puede llegar a las mayores expresiones de inhumanidad en nombre de Dios. Jeremías terminó en prisión, Daniel en el foso de los leones, Juan el Bautista decapitado, Jesús crucificado, Esteban apedreado y Pedro ejecutado. ¡Iluminación! Para no luchar contra Dios.

Pastor General de la Misión Cristiana Elim.

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Cristianismo Lucha Contra La Corrupción Opinión

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