Pocos días después de la rebelión, en Rusia, del grupo paramilitar “Wagner”, bajo el mando de Evgueni Prigozhin, siguen las especulaciones, interrogantes y análisis sobre las consecuencias del evento, tanto sobre la presidencia de Vladimir Putin como sobre el impacto que podría haber tenido sobre el conflicto con Ucrania.
Prigozhin desafió a Vladimir Putin. Cuando desde hace varias semanas, concentraba sus criticas contra el ministro de la defensa, Sergueï Choïgu, y el Jefe del Estado Mayor, Valeri Guerasimov, haber intentado “marchar” sobre Moscú saliendo de la ciudad de Rostov, donde está ubicado el mando sur del ejército ruso, cambió el rumbo de la historia. Durante unas horas se dio la impresión de que el FSB, las fuerzas de seguridad e inteligencia, la “Rosgvardia”, la guardia nacional, no lograban parar a los hombres de Prigozhin.
El Kremlin, es decir, el poder central, fue el blanco de una acción violenta. Tan rápido empezó, de igual manera se desvaneció el sábado 24 de junio pasado, cuando se anunció un acuerdo bajo los auspicios del presidente de Bielorrusia, Alexandre Lukashenko, que recibió a Prigozhin desde entonces. Vladimir Putin, en una primera alocución, denunció “la traición” y una “puñalada en la espalda”, prometiendo “castigar a los traidores” y llamando a la unidad nacional.
Para llegar a esta declaración, cuanto ha cambiado el contexto: Prigozhin reconoció en septiembre del año pasado haber creado en 2014 la milicia Wagner. Este grupo paramilitar aportó significativamente a una expansión rusa en el exterior: en Siria, pero sobre todo en África, partiendo de la República Centroafricana, se estableció en la zona del Sáhara, en Malí y Burkina Faso, provocando cambios de alianzas de los estados en favor de Moscú. Wagner apareció en los campos de batalla en Ucrania estos últimos meses en Bakhmut, alimentando las criticas contra la cúpula del ejercito ruso.
¿Desinformación? ¿Lucha de poder para tomar una influencia sobre el ejército ? Un poco de los dos sin duda para el líder de Wagner que se enriqueció a través del negocio de la guerra. ¿De brazo armado no oficial de Moscú en teatros exteriores, quiso volverse como un rival de Vladimir Putin? ¿Habrá sido un escudo de personas que intentaron un golpe de fuerza con Putin, o habrá pensado ser suficientemente popular para atacar de frente? Lo cierto es el hecho que el desafío significa para el líder del Kremlin: afirmar su fuerza, su control sobre la máquina del poder y de la cadena de mando.
Desde entonces, el aliado bielorruso de Vladimir Putin logró mandar la imagen de un reequilibro de relación con Moscú. Después de haber aceptado recibir armas tácticas nucleares, el presidente de Bielorrusia refuerza una posición de interface de Moscú, en los países bálticos.
Por el momento, queda por definirse la misión de Wagner en Minsk: Lukashenko afirmó que el grupo de mercenarios podrá “seguir con sus actividades” sobre una base legal. Por el momento, Lukashenko mostró su lealtad a Moscú cuando la salida de Prigozhin, a pesar de todo parece sinónimo de exilio.
El grupo recibió, según el Kremlin, más de 920 millones de dólares desde el principio de la guerra en Ucrania. De igual manera se enriqueció cuando administraba una cadena de restaurante, en los años 2000, recibiendo contratos del ministerio de la Defensa. “Espero que nadie robo, pero nos ocuparemos de todos esto”, afirmó el líder del Kremlin, en una intervención que parecía una advertencia hacia el líder caído de Wagner.
Ahora bien, a nivel político, el propio secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, declaró que dicha crisis reveló “grietas reales” en el Estado ruso, dejando entrever una debilidad que introduce una incertidumbre inédita en el régimen de Putin.
Predecir las consecuencias sigue siendo difícil pero, sin duda, Vladimir Putin va a reaccionar acelerando unos cambios tanto en el ejército, en el ministerio del interior y en las estructuras de inteligencia. Se ha vuelto prioritario mientras sigue la guerra en Ucrania.
Politólogo francés y especialista en temas internacionales.