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En vez de carta: Un cuento geográfico

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Por Paolo Luers
Periodista

Sentado en mi casa en San Salvador Centro, estaba muy aburrido. Tenía ganas de salir, ver cosas verdes. Le dije a mi esposa: “Salgamos de esta ciudad, vamos al campo.” Ella asintió con entusiasmo: “¡Sí, vamos a Cuscatlán Norte!” Obviamente se refería a aquella parte de este municipio que está situada encima del embalse del Cerrón Grande, donde tenemos una casa con una esta vista hermosa sobre el lago, el municipio Chalatenango Centro al otro
lado y las montañas de la frontera con Honduras.

Yo dije: “Es muy caliente en Cuscatlán Norte, mejor vamos a la montaña, tal vez a los cafetales de Ahuachapán Centro, y de regreso pasamos por la Litoral y quedamos una noche en La Libertad Costa. O si prefieres, en la playa hermosa de Los Cóbanos, disculpe, en Sonsonate Oeste. O podríamos ir a Morazán Norte y en el camino visitar a los amigos en
Usulután Norte, y de regreso pasamos por las playas de Usulután Este.”

Decidimos ir a Morazán Norte y quedarnos en el Lenca. Convencimos a los compadres, los recogimos en su casa encima del Lago de Ilopango, que ahora será el Lago de San Salvador Este. Aunque bastante lejos, su casa ahora queda en el mismo municipio nuestro llamado San Salvador Centro. Raro, porque nosotros vivimos en la gran ciudad, y ellos en una zona turística, montañosa y rural.

Decidimos ir por la Panamericana. Así que pasamos por la calle que lleva a las zonas industriales de San Salvador Este, y agarramos hacia Oriente (¿o será ahora más correcto decir hacía el Este? Ya estoy confundido…). Como es casi obligatorio, paramos para desayunar en el comedor Yolan en Cuscatlán Sur, en el desvió hacía Cabañas Oeste, donde hacen las figuritas de barro.

Paramos en el desvió a San Vicente Sur, donde comemos carnita asada, otra escala técnica obligatoria. En el desvió a Usulután Norte doblamos a la derecha, hasta llegar a la zona de los cafetales. Este es el verde que me hacía falta. Almorzamos en la casa de nuestros amigos, que queda cerca de la residencia del obispo de Usulután Norte.

En San Miguel Centro tomamos café frente a la sede de la Tercera Brigada, donde el Chino Milans, y de ahí agarramos la Ruta Militar hacía el 18, el desvío a Morazán Sur. Ya estaba oscuro cuando cruzamos el rio Torola y nos adentramos a Morazán Norte, mi lugar de tantas caminatas y guindas durante la guerra. Siempre cuando subo la calle Negra en carro, siento en mis viejos huesos estas marchas, que ahí me tocaron durante la guerra.

Al fin llegamos al destino: el Hotel Lenca, orgullo del municipio Morazán Norte. Bueno, del
distrito Perquín del municipio Morazán Norte… Ahí nos espera El Torogoz, amigo entrañable desde la guerra, para echarse unas birras de bienvenida con nosotros. Cuando le cuento todo el trayecto de nuestro viaje, me dice:
“Callate, Chele, ya me tenés chino con tantas mierdas de Este, Oeste, Sur y Centro. ¡Aquí estamos en Perquín, hijueputa, y yo soy de Jocoaitique, cabrones! Morazán Norte, ¡tu madre! Aquí nuestros pueblos tienen nombres sagrados, están bañados de mucha sangre.”

Para sellar lo dicho, nos echamos unos tragos y decidimos que el otro fin de semana, El Torogoz nos va a buscar en nuestra casa en el límite entre San Salvador y Mejicanos, e iremos juntos a Suchitoto. Los compadres de Santiago Texaguango nos van a encontrar allá. Luego vamos a abordar el ferry, cruzar el lago Suchitlán y aterrizar en el pueblito de San Fernando en el lado chalateco. Para regresar a la capital, pasaremos por El Paraíso, El Paisnal, Aguilares, Guazapa y Apopa. En varios de estos pueblos históricos vamos a visitar a viejos amigos, que El Torogoz tiene tiempo de no verlos. Vamos a cenar en la finca de un compa en las faldas del Guazapa, encima del cerro. Luego de tanta vagancia, a trabajar, dicen.

Les saluda Paolo Luers

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