Por La capital francesa, París, acogió el 22 y 23 de junio pasado la cumbre mundial sobre el nuevo pacto financiero. Se trata de pensar y construir la financiación mundial de la transición, de la adaptación al cambio climático. Obviamente, más que nunca en un contexto internacional puesto bajo tensiones que fuesen en termino de seguridad tanto como comerciales, se quiere reducir una posible “fractura” entre el Norte y el Sur.
Esta cumbre, impulsada por el presidente francés Emmanuel Macron y la primera ministra de Barbados, Mia Mottley, tiene una vocación crucial: poner en marcha una nueva arquitectura financiera mundial y definir una nueva relación de confianza global.
Por cierto, desde varios meses, y a raíz de las sacudidas provocadas por el conflicto ucraniano, varios países hicieron prevalecer un proceso de ruptura con el sistema internacional actual. El tema está sobre la mesa: el presidente de Brasil, Inacio Lula da Silva, lanzo hace pocas semanas, durante su visita en China, una crítica contra las instituciones que nacieron de los acuerdos de Bretton Woods. Regularon el comercio internacional y el sistema financiero desde el fin de la segunda guerra mundial. Por cierto, desde entonces, el mundo ha cambiado: la República popular de China ha vuelto segunda potencia económica mundial. A la par del G7 que representa 45% de la riqueza mundial, contando con los Estados unidos, Francia, Alemania, Japón, Canadá, Reino unido e Italia, además de la Unión Europea, otras economías se organizaron para poder contar: Brasil, Rusia, India, China e África del sur se juntaron en los BRICS.
Se proyecta un peso de 40% en 2025. Es decir que la búsqueda de una correlación e intercambios entre ambos grupos económicos, está volviendo estratégico para la estabilidad de los próximos anos. Es la razón por la cual el conflicto ucraniano vuelve más complicado la situación. Francia organiza esta cumbre con el objetivo a la vez de prevenir tensiones sobre el terreno eco-financiero tanto como una ruptura global. Desde hace varios meses, un concepto nuevo apareció: el del “Sur global”, definiendo la idea según la cual los países “del sur”, es decir emergente y en vía de desarrollo, tenían intereses en común, una identidad compartida contra un norte que sería, según unos, “opresivo”.
Por lo contrario, la cumbre de París demuestra que los intereses de todos están ligados : la presencia por ejemplo, del Primer ministro de China, Li Qiang, del príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohamed ben Salmane; del presidente egipcio, Abdel Fatah Al Sissi; de varios presidentes africanos como los presidentes de Senegal, Macky Sall; del Congo, Sassou N’Guesso; de Ghana, Nana Akufo Addo, así como de América Latina: Brasil, Lula da Silva; de Gustavo Petro, de Colombia, o Miguel Díaz-Canel, de Cuba, tanto como de Cyril Ramaphosa de África del Sur, revela la amplitud de la convocatoria.
El secretario general de la Organización de las Naciones Unidas, Antonio Guterres; el director del Banco Mundial, Ajay Banga; la directora general del Fondo Mnetario Internacional, Kristalina Gieorgeva; la secretaria del Tesoro estadounidense, Janet Yellen; Ursula von der Leyen, la presidenta de la Comisión Europea, y numerosos representantes de bancos e estados completan el dispositivo.
La financiación de la transición económica provocada por el cambio climático se ha vuelto prioritaria para el futuro. Establecer bases nuevas, adaptadas a las nuevas realidades mundiales y los riesgos contemporáneos en favor de una nueva relación de confianza entre los países, ya sea post industriales, emergentes o más pobres, con los financieros y expertos del medio ambiente, se ha vuelto clave.
Una de las promesas de los “países ricos” consiste en una financiación de 100 mil millones de dólares al año para ayudar países en dificultad en enfrentar los desafíos del cambio climático. Este ha sido uno de los temas de la cumbre cuya idea surgió durante la COP 27 que tuvo lugar en Egipto en noviembre de 2022. Adaptar los mecanismos financieros exige varios temas: reformas institucionales, reestructuración de deudas, papel del sector privado, impuesto sobre las emisiones de carbono de la industria del transporte marítimo, tantos temas.
“Ningún país debería tener que elegir entre reducir la pobreza y proteger el planeta”, afirmó el presidente francés, haciendo prevalecer la violencia del dilema presente. La visión tiene que ser global, para contestar a los desafíos que supone el cambio climático. Se trata de cambiar la lógica: sobrepasar la economía de volumen para llegar a una lógica de “impacto” respondiendo a la realidad. Un ejemplo para poder entender el ni el de los desafíos: los bancos públicos de desarrollo con demás actores como las empresas privadas van a tener que participar, con inversiones públicas, a la financiación de los 3900 mil millones de dólares al año, necesarios para contestar a las implicaciones de las transiciones.
Reforma de los bancos, deuda, sector privado, creación de nuevas fuentes de ingresos, aparecen como los pilares de una cumbre esencial para nuestro porvenir. La cumbre de París logró establecer un liderazgo de nuevas coaliciones de países motores en el diálogo entre el Sur y el Norte, y a la vez en las instancias multilaterales. Se trata de construir nuevas bases de un contrato financiero e económico para poder contestar a los enormes desafíos de la transición económica generada por el cambio climático. El desafío es histórico. No lo debemos pasar por alto.
Politólogo francés y especialistas en temas internacionales