El retroceso económico que está viviendo El Salvador nos esta encaminando a una crisis alimentaria duplicando el número de personas que padecen malnutrición.
Es importante mencionar que el asistencialismo no es una solución viable. La solución debe ser enfocada a la activación de la economía local proyectándose en el mantenimiento y generación de empleos para las mayorías esto contribuye a construir la base de la seguridad alimentaria a largo plazo y es especialmente importante en momentos de crisis. El número de personas que pasan hambre está claro que disminuyen a medida que la economía se recupera y que los precios de los alimentos se mantienen por debajo de sus niveles máximos.
Las emergencias alimentarias pueden ocurrir muy repentinamente. En El Salvador, especialmente en zonas rurales, muchas de las familias viven en situaciones de subsistencia en las que ni siquiera pueden cubrir el coste de canasta básica. Hablamos de familias que no consiguen satisfacer sus necesidades más elementales y luchan a diario para disponer de alimentos. La alimentación deficiente, debido a la falta de acceso económico a alimentos, reduce la resistencia de las personas a las enfermedades y es más probable la aparición de enfermedades que pueden prevenirse. Como también la escasez de agua, obliga a las personas a utilizar agua contaminada, incrementando el riesgo de contraer enfermedades transmitidas por el agua.
Cabe mencionar que los problemas de seguridad alimentaria pueden empujar a las poblaciones a la emigración a otros países, en busca de mejores condiciones de vida, por lo que se tendría que ampliar los sistemas de protección social, asegurando que los más vulnerables puedan acceder a los alimentos sin necesidad de emigrar o caer en malnutrición.
La volatilidad de los precios hace que los consumidores sean cada vez más vulnerables a la pobreza. Dado que los alimentos constituyen una gran proporción de los ingresos de los agricultores y del presupuesto, los aumentos significativos de los precios tienen efectos considerables en los ingresos reales de cada salvadoreño. Como país necesitamos una estrategia de seguridad alimentaria basada en una combinación de mayor productividad de la agricultura, elaboración y permanencia de las políticas y apertura general del comercio interno. La inversión en la agricultura sigue siendo fundamental para lograr una seguridad alimentaria sostenible a largo plazo.
Todo indica que la economía está siendo severamente afectada por el desempleo como por la pérdida de oportunidades de ingresos, la disminución de las remesas familiares de los residentes en los Estados Unidos de América, las limitaciones a las exportaciones agrícolas, el aumento del costo de vida, en especial de los alimentos, la inflación y la disminución del turismo, entre otros factores, agudizando así la situación de inseguridad alimentaria y nutricional crónica en la que viven muchos salvadoreños.
Está claro que contamos con la disponibilidad de alimentos el problema es la accesibilidad a éstos. El incremento en la producción agrícola, así como el comercio con el exterior, ha permitido sostener hasta el momento la disponibilidad de alimentos para todos. Sin embargo, en la crisis los pobres siguen siendo los más dañados; personas con inseguridad alimentaria aguda que necesitan asistencia humanitaria urgente son los más vulnerables, ya que tienen muy poca o ninguna capacidad para hacer frente a los aspectos de salud o socioeconómicos que presenta una crisis.
Es contradictorio que la persona que siembra, los agricultores, sean lo más afectados en las crisis por la falta de condiciones laborales dignas. Esto ya no es tolerable, es ilógico que un político gane más dinero que un agricultor y peor aún que los políticos en el poder no estén elaborando leyes que favorezcan a los agricultores.
Los esfuerzos por alcanzar una economía próspera tienen que enfocarse en la generación de empleos para las mayorías sin excepción, solo así podemos tener acceso económico a uno de nuestros derechos fundamentales: la alimentación. Todos los actores deben movilizarse y coordinarse a lo largo de un conjunto de prioridades operativas y estratégicas que vayan más allá del asistencialismo o de la omisión de esta problemática.
Ingeniera en Alimentos.