"Impunidad” es el segundo nombre de Putin, el monstruo ruso que no sólo está llevando una implacable destrucción de Ucrania —siendo la voladura de la represa Nova Kahkovka uno de los últimos actos que se le atribuyen—, sino que en su perturbada mente puede recurrir a armas químicas, a volar la planta atómica de Zaporiya para generar un segundo Chernobyl…
Como lo calificó el presidente Biden hace muy poco en Varsovia, el “butcher”, carnicero, puede recurrir a Dios sabe qué cosas no sólo para dominar el oriente europeo, pero para amedrentar al mundo, una faena en que está empeñado su compinche Xi Jinping en unión con otras repulsivas dictaduras, como la turca y la iraní, un régimen colocado en el poder por el malvado expresidente Carter.
Lo que estos infernales dictadores y dictadorzuelos buscan es romper todas las normas, pasar por encima de acuerdos internacionales, de lo racional y lo decente, para imponer sus diabólicas reglas, como en estos momentos procede el ex-condenado por corrupción Lula da Silva, que ha recibido a Maduro, cabeza del régimen venezolano, como un “líder demócrata”.
Lula montó el “Foro de Sao Paulo”, que reúne a la izquierda radical latinoamericana y cuyo objetivo es reemplazar los gobiernos democráticos por dictaduras rojas.
Putin y su pandilla, los criminales Lavrov, Medvedev, Shoigu y Peskov han hecho de la mentira cruda, el engaño su arma regular; casi un día antes de la no provocada invasión a Ucrania la pandilla negó que contemplaba tal cosa, la “operación especial Z”, que en la podrida mente de esos conjurados iba a durar dos semanas.
El tiro les salió por la culata, no sólo por subestimar tanto a Ucrania como por no prever una de las más graves consecuencias para el régimen montado en el Kremlin: la primera, que varias ciudades y objetivos en Rusia son blanco de misiles “de origen desconocido”, como los que penetraron las defensas aéreas rusas y causaron daños en el propio Kremlin (palabra rusa que significa “fortaleza”).
Lo más grave para la mafia entronizada es que hay una muy real y creciente oposición en el país a la guerra y la dictadura de la mafia alrededor de Putin, movimiento formado por rusos, por sus propios connacionales.
En las dictaduras el rechazo siempre inicia en pequeño
Muchos movimientos de protesta en el mundo han iniciado pequeños, perseguidos, como lo describe Boris Pasternak, un poeta ruso convertido en novelista, en su obra Doctor Zhivago, respecto al movimiento comunista: grupos de personas montan manifestaciones pero con el paso de los meses y al igual que las bolas de nieve que al rodar hacia abajo de la cima de una montaña van creciendo en tamaño hasta arrollar lo que encuentran a su paso.
El movimiento anti-Putin, contra un psicópata que amenaza con detonar el mundo para salvar su prestigio, ya comienza a ser una realidad en Rusia, como tarde o temprano va a ocurrir en la China de Xi Jinping, que pretende que un libro “con sus ideas” sea la biblia de los chinos, en la misma forma que Mao, el fundador del partido comunista recogió en un “pequeño libro rojo” sus monumentales tonterías, como lo expone un columnista del periódico británico The Guardian.