Lo del Cuscatlán era cuestión de tiempo. Pasó con el fútbol, pero pudo haber pasado con el concierto de Bad Bunny. Y justo,al día siguiente, otra rastra. Alguien escribió “quizás todo esto esta conectado, piensa mal y acertarás”.
Si tiene razón, y no, no tengo que pensar mal para acertar. La tragedia del Estadio es la prueba fehaciente de que cualquier cosa en El Salvador —incluso la vida— se sacrifica por dinero y poder.
Para un país que se jacta de ser de “primer mundo” es una vergüenza que se hayan vendido entradas de más. Pero se hace para partidos, para conciertos y otros eventos. ¿Y por qué sobrevenden? Porque hay quien las compra y hay quien, a sabiendas, se aprovecha de eso.
En el caso de las rastras, es la completa irresponsabilidad de no llevar un chequeo de los camiones. ¿Realmente no gastar en una revisión vale el riesgo de que se pierdan vidas humanas? ¿Realmente sobrecargar una rastra vale el riesgo que se pierdan vidas humanas?
El dinero compra todo-proyectos de vivienda (¿se nos olvidó ya Brisas de San Francisco?) en lugares donde no se debería construir, voluntades y todo lo que se pueda pensar. Lo que no compra, parece, es educación, seguridad alimentaria, salud y un poco de ética. ¿Pero quién soy yo para juzgar?
El salvadoreño hace cualquier cosa por sentirse “vivo” con un par de dólares en la mano. Desde la reventa de entradas hasta comprar influencias para construir donde dañe el medio ambiente. ¿Qué importa si hay afectados con tal de ganar? ¿Qué importa si El Salvador se derrite del calor y los agricultores pierden las cosechas? ¿Qué importa si dañó recursos naturales? YO ya gané mi dinero.
No nos engañemos. El Salvador es el país donde 12 vidas valen $60.00; donde una revisión de a lo sumo $100.00 no se hace y después hay vidas que lamentar.
Y no nos engañemos. Tener un poco de dinero extra en las manos nos hace sentir poderosos (léase arrogantes y energúmenos.) El otro día vi a una mujer gritarle a la encargada de pagos de un centro comercial “¡Pídame perdón!”, le gritaba, “PÍDAAAAAME PEEEERDÓN!” ¿Perdón por…? Por haber confundido su tarjeta de parqueo con la mía. Ella tenía que pagar $0.50, yo $1.00. No sé cómo logro las cinco bolsas de tiendas de marca que llevaba con $0.50.
En un almacén fui testigo de una exhibición de lucha libre femenina salvadoreña. De repente dos mujeres se estaban peleando por un vestido, casi agarrándose de los pelos. Era vergonzosa esa parodia. La pobre dependiente no sabía qué hacer. Finalmente, una lo soltó y salió echando la caja de lustre, mientras la niña de cinco años la miraba asustada. Pero no hay problema, en el futuro será igual que ella. Sólo esperemos que tenga mejor gusto porque el vestido era horrible, que por cierto, la otra mujer no se lo llevó tampoco.
Y así puedo seguir: gente que le saca el dedo a uno porque no logró quitarle el parqueo con su vehículo de opresión. O gente como la mujer que me dijo en el salón “Pero yo les voy a dejar más dinero cariño. Mejor dame el turno a mí”. Obviamente se refería a que, como tengo el cabello entrecano, no iba a gastar en un tinte. Creo que había visto demasiados videos en Facebook.
Sí, le dejé el turno, matada de la risa. El salón tiene varias sucursales, y me fui a otra. Pero ven, el concepto de esperar el turno es desconocido. El concepto de respeto es desconocido, el concepto de educación es desconocido. Añádanle a eso amor al dinero, añadan odio y tienen la receta para el desastre.
Porque, lejos de solidarizarnos con las víctimas, lejos de ver cómo se les ayudaba a comprar ataúdes (es caro morirse en El Salvador), la sociedad salvadoreña se encargó de darle muerte profesional y civil a tres doctoras en ese circo romano virtual que se llama Twitter. Así como se encargó de darle muerte virtual al bicho de la cancha, la novia y el chofer de la primera rastra, por mencionar a algunos, a raíz que alguien postea el tuit y todos cual jauría se lanzan a la persecución infernal. Nunca vi a nadie pedir doce ataúdes, pero sí tres cabezas.
Duelen esas doce vidas. Duelen porque no hay cantidad de dinero que las pague. Duelen como duelen miles de vidas en El Salvador.
Y duele que un país entero adore el dinero y el poder de tal manera que doce vidas valgan $60.00 y otras vidas aún menos.
Mis condolencias a los familiares. Que brille para ellos la luz perpetua…
Educadora.