Muy pocas veces, un periodista deportivo escribe o habla de muerte; y, muy rara vez, sobre un hecho trágico en un estadio de fútbol.
Incredulidad, impotencia, consternación, rabia y tristeza… En eso se convirtió el sentimiento de emoción por la asignación que tenía de dar cobertura a un partido que como amante al fútbol no se quiere perder. Un Alianza-FAS, donde el ambiente es único, y en el que esta vez estaba el pase a la semifinal del Clausura 2023.
Relato: Lo que viví en el Cuscatlán como aficionado de FAS
El partido comenzó y generaba buenas sensaciones. Pero a partir del minuto 10, la atención en la cancha se la robaba el movimiento que había en sol general con la barra de Alianza. A la distancia, la percepción era de “otro desorden entre aficionados”. Pero a partir del minuto 15, cuando la gente ingresó a la cancha, la sensación era otra.
Mi instinto de periodista me hizo levantarme, para intentar cruzarme la cancha. Pero no me dejaron pasar. Fue cuando un paramédico confirmó que había muertos en el otro sector, y sin pensarlo, salí corriendo, por afuera, para llegar al otro lado al lugar del incidente. El rostro de la gente era de miedo.
Por la necesidad de informar, mi actitud era fría ante todo lo que pasaba. En automático, con mi celular, empecé a hacer fotos, videos y tomaba declaraciones de los “testigos”, quienes al contarme desahogaban su sentimientos sobre lo que había pasado. Otros me insultaban por el hecho de ser periodista y me llamaban cómplice del desorden en el fútbol salvadoreño.
Luego, me tocó entrar a la cancha, junto con un grupo de personas que pedía auxilio y otros eran traslados en camilla.
Pero al ver a una niña de aproximadamente cinco años, con el rostro de no saber qué pasaba, mientras portaba una mascarilla para recibir oxigeno, me hizo acordarme de mi hija Fernanda. Con eso, regresé a la realidad, dejé mi lado de periodista y solo me preguntaba en qué momento la cancha dejó de ser un campo de emoción a un terreno de lamentos y tristeza.
Una zona de caos por donde se viera. De hablar de un parado táctico de los equipos ahora era de escribir sobre la estrategia de los médicos para salvar una vida.
Observar, con un nudo en la garganta, cómo una señora identificaba el cuerpo de un familiar o amigo, quien falleció aplastado por la avalancha de personas que ingresó a la fuerza a los graderíos.
Una noche triste, una de mis crónicas más difíciles de explicar. Mis condolencias a esas familias que perdieron a un ser querido, deseando resignación y el apoyo en Dios para superar este amargo momento, del que todos esperamos no se vuelva a repetir.