Rechazar toda forma de violencia contra naciones, grupos humanos y creencias, incluyendo las libertades y garantías que un Estado de Derecho otorga a toda persona, es lo esencial del mensaje que la reciente reunión del G-7 en Hiroshima destaca, a lo que se suma la forma más brutal de todas, la agresión no provocada de un poder militar a una nación democrática, como se manifiesta tanto en la invasión del criminal de guerra y envenenador serial Putin a Ucrania como la amenaza de China comunista a la república democrática de Taiwán.
De entrada, los líderes del G7 anunciaron nuevas sanciones para hacer pagar a Rusia por la agresión a Ucrania y reafirmaron su compromiso de ayudar a Kiev “el tiempo que sea necesario”.
La violencia, ataques contra indefensos, las agresiones militares contra civiles incluyendo bombardear escuelas, zonas residenciales, hospitales, es parte de lo que se plantea en la cumbre del G-7, a lo que debe sumarse la ejecución de personas que se manifiestan contra una dictadura, como está sucediendo bajo el régimen de los enloquecidos ayatolas de Irán, que ya han calificado como “delitos contra dios” las revueltas en su contra. Los ahorcamientos han provocado la condena de muchos países contra esa banda criminal fanática, pero muy poco hacen para cambiar el curso de los hechos.
Es violencia muy grave a la población de un país clausurar universidades, centros de investigación, entidades de servicio como la Cruz Roja como sucede en la actualidad en Nicaragua, cuyo régimen encarcela obispos y sacerdotes y obligó a la Universidad Católica a cerrar “ordenadamente”.
Reducir las opciones de estudio y formación de niños, jóvenes y adultos que buscan mejorar conocimientos y destrezas no sólo daña a esas personas, sino que al colectivo, que pierde figuras de liderazgo intelectual, científico o artístico y que con sus obras y ejemplo abren brecha a otros.
Es grave violencia condenar inocentes como enviar soldados a la muerte
Valerse de falsas acusaciones para apresar personas críticas de un régimen, como la vil captura y encarcelamiento del laureado periodista guatemalteco José Rubén Zamora, a quien el dictadorzuelo de turno acusa de “lavado”, es una vil forma de violencia no sólo contra él sino contra toda persona que pueda criticar y exponer, una forma de aplicar una mordaza a todo el colectivo de esa hermana república.
Aliarse con criminales, como ha manifestado el dictador turco Erdogan al declarar que tiene una relación personal con el criminal Putin, equivale a condonar los crímenes que minuto a minuto se perpetran contra Ucrania, como es violencia abrir el espacio aéreo de un país a vuelos rusos, como autorizo el dictador egipcio ElSisi, que persigue, encarcela y “hace desaparecer” las voces críticas dentro del país.
Es violencia multar con el equivalente de dos millones de dólares a un comediante chino que tuvo la osadía de hacer un comentario negativo sobre el ejército del dictador Xi Jinping, como es grave violencia inventar cargos ficticios para procesar opositores a un régimen, como sucede todo el tiempo en nuestro suelo.
Es violencia mantener encarceladas a personas que sufren de precaria salud, como es el caso de Ernesto Muyshondt y Raúl Mijango, ambos aislados y sin tener acceso a medicamentos, a lo que se suman miles de salvadoreños inocentes apresados arbitrariamente por las soldadescas del régimen.