Mucho se escucha hoy sobre la inteligencia artificial (IA). Las ideas van desde las optimistas, que sugieren que esta tecnología ayudará a la humanidad en casi todos los campos de actividad, haciendo más fácil la vida; hasta las muy pesimistas, que describen eventos apocalípticos en las cuales unas máquinas superarán en mucho la inteligencia humana, serán capaces de sobrevivir independientemente y un día decidirán que somos un estorbo y nos aniquilarán.
El potencial y los alcances de la IA no se pueden establecer con precisión. En su concepción más clásica la IA tiene ya mucho tiempo de existir. Los relojes, los enseres domésticos y diversos tipos de medidores son formas básicas de IA. Más recientemente, las calculadoras, las computadoras, los teléfonos celulares, los televisores, también lo son. Y a pesar de las preocupaciones que surgieron con su advenimiento nos hemos dado cuenta de que han hecho más bien que mal.
Pero la ciencia y la tecnología avanzan inexorablemente y ya existen nuevas posibilidades, encontrándonos nuevamente en una fase de transición. Ahora la idea es que la IA vaya más allá e incursione en áreas cognitivas más complejas como el razonamiento y el aprendizaje, funciones básicas para la toma de decisiones. Ya existen programas que hacen diagnósticos médicos y sugieren tratamientos. También se están desarrollando programas que puedan dar sesiones de psicoterapia. La pregunta es si estos programas podrán sustituir a los médicos y a los psicoterapeutas. Las máquinas sin lugar a duda tienen algunas ventajas. Tienen mejor memoria, no se cansan ni se enferman, no tienen problemas personales que las distraigan, y están siempre listas. Pero hasta hoy las máquinas tienen una gran limitante, sólo pueden producir información en base a la información que se les haya introducido. Pueden recordar, pueden asociar, pueden pensar con lógica y sacar conclusiones que tal vez los humanos no las habían advertido, pero no pueden crear conocimiento original. Hasta hoy las máquinas no pueden llevar a cabo todas las fases de una investigación médica y adquirir experiencia con base en los resultados. Algunas personas pueden debatir este punto, pero se está hablando de lo que es posible en este momento.
Otro elemento importante es saber si una máquina puede adquirir todos los matices que implican la conducta humana. Una persona en psicoterapia, por ejemplo, espera que su terapeuta tenga empatía, que pueda comprender lo que está sintiendo y pueda ponerse mental y emocionalmente en su lugar. El poner en un programa unas cuantas frases de consuelo para darlas cuando la máquina detecte elementos que indiquen tristeza no es suficiente. Solamente el conocimiento del paciente de que es escuchado por una máquina ya cambia la relación. En una relación terapéutica no sólo es importante lo que el terapeuta siente por el paciente sino también lo que el paciente siente por el terapeuta.
Los seres humanos somos muy complejos, y mentalmente somos una mezcla de ideas, actitudes, emociones, recuerdos, expectativas, y otros muchos elementos. Cada persona es distinta y esta diversidad requiere de capacidades adaptativas que hasta hoy sólo los humanos tenemos.
El hombre también puede actuar como una máquina. Hay médicos que trabajan como máquinas y sólo brindan lo esencial. En este caso pueden ser fácilmente sustituidos. Los buenos médicos y psicoterapeutas dan más de lo esencial, y así en todas las profesiones y oficios. Como dicen por ahí, si una persona puede ser sustituida por una máquina tal vez merezca ser sustituida por ésta.
Médico Psiquiatra.