La coronación de Carlos III frente a centenares de millones de personas en todo el mundo, destaca la fulgurante realidad de la vida en democracia, de lo que es el mundo libre a diferencia de las repulsivas dictaduras de cada época: todo se hace a plena luz, desde los gestos y la sonrisa de un pequeño príncipe hasta saber quiénes fueron los modistos de las principales figuras que asistieron, la lista de invitados, el orden de asistencia, el desconcierto de la cantante Katy Perry al no encontrar dónde estaba su puesto dentro de la Catedral y la entrada de la reina de Países Bajos, una bella argentina, del brazo de su rey.
Nadie sabe quién viste al criminal Lukashenko de Bielorrusia, cómo vive Xi Jingping ni dónde exactamente duerme y la clase de mobiliario que usa el criminal de guerra y envenenador Putin.
Al siguiente día de la coronación, la realeza disfrutó un banquete en una de las calles adyacentes al palacio, donde a la par de los invitados otras personas, británicas o no, pudieron participar.
En el almuerzo estuvieron la doctora Jill Biden y su hija, así como la princesa Ana, el Príncipe de Gales y Catalina y otros notables, todo, como se dice, a plena luz, frente al mundo.
La oveja negra de la casa real, el Príncipe Harry, ese mismo día tomó el avión de regreso a Estados Unidos, pues además el día de la coronación fue el cumpleaños de su pequeño hijo Archie.
Todo esto fue cubierto por los periódicos y los medios tanto británicos como europeos y mundiales, siendo conocido por todos que muchos de esos medios “no tienen pelos en la lengua”, que pueden ser muy cáusticos en sus comentarios.
Esta realidad compagina con una costumbre muy propia de Londres: cualquier persona puede pararse sobre un taburete en Hyde Park, en el centro de la ciudad, y dar rienda suelta a lo que piensa, quiere, predica, propone…un tanto como los bailarines del Parque Libertad en San Salvador pero donde nadie se atreve a tocar la dictadura, sabiendo que eso lo expone a que de inmediato lo encierren en infernales calabozos.
China es la mayor cárcel de comunicadores en el mundo
En los países donde rige una democracia, aún las imperfectas, decir, oponer, denunciar, proponer es siempre posible, como ha sido la tradición en El Salvador hasta hace un tiempo…
Como contraste, ni en Rusia ni en China ni en Nicaragua ni en Guatemala ni en nuestro suelo hablar, denunciar, señalar está libre de riesgo, como lo demuestra el infame juicio al periodista guatemalteco José Rubén Zamora, al igual que el encarcelamiento de Ernesto Muyshondt, a quien niegan su libertad pese a que los mismos jueces han consentido en dársela.
China es, bajo Xi Jinping, la más grande cárcel de comunicadores del mundo, donde ir a una iglesia, de las “permitidas”, de inmediato hace que la persona sea sospechosa y quede expuesta a graves vejámenes.
Xi cree haber sido ungido por Dios para decidir por sí y ante sí el destino de sus infelices súbditos, enviar a centenares de miles de jóvenes a la muerte, destruir una democracia, como el criminal y psicópata Putin ha devastado a Ucrania y enviado a la muerte de más de cien mil rusos, entre ellos los mercenarios del grupo Wagner.