El ministro de relaciones exteriores de Rusia, Serguei Lavrov, acaba de efectuar una gira por América Latina: Brasil, Venezuela, Nicaragua y Cuba fueron los países visitados mientras el conflicto en Ucrania sigue más fuerte que nunca.
Por cierto, en estos últimos días se produjeron muchos eventos sobre el escenario internacional, teniendo o siendo consecuencias del ambiente febril en el cual las relaciones globales dependen de los hostilidades entre Ucrania y Rusia. Sin duda, dicha visita se inscribe en este contexto: mientras el 4 de enero pasado, el canciller ucraniano Dimitri Kuleba anunciaba que “este año, América Latina será nuestra prioridad”, la actividad internacional de continente demuestra el reforzamiento de alianzas que juegan en favor de Rusia tanto como de China. El presidente de Brasil, Luiz Inacio Lula da Silva, estuvo en China el 13 y 14 de abril pasado.
Ya sea sobre el escenario diplomático tanto como económico, ambos países reafirmaron una voluntad común de desarrollar sus relaciones con un objetivo : "acabar con reglas injustas (…) del comercio internacional y realizar un desarrollo más justo e equilibrado". ¿Qué se está jugando para Brasil? Su papel de líder de América Latina tanto como en los BRICS, esta asociación de países emergentes compuesta por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Lula pasó a la ofensiva, después de los incidentes de Brasilia del 8 de enero pasado, haciendo aparecer una fragilidad política: su voluntad. Gracias a un liderazgo en el continente, volver en nombre de los BRICS y por lo menos de América Latina, el mediador sobre el conflicto ucraniano. Teniendo relaciones con China, Rusia, con un discurso que se vuelve cada semana más en favor de una redefinición del sistema internacional, denunciando desde Beijing el funcionamiento del Fondo Monetario Internacional tanto como del uso del dólar como moneda de intercambio comercial, se posiciona en el centro de un mapa internacional febril. Los BRICS deberían jugar igual con el G7 en los próximos 10 años, obligando a proyectarse en una realidad económica y demográfica que evoluciona rápidamente.
Rusia lo sabe: este movimiento, que mezcla un no-alineamiento tanto como una rehabilitación de una visión alternativa de las relaciones internacionales, favorece Moscú. El concepto del "sur global", uniendo los países emergentes que no sean de Occidente y Europa, se propaga. En esta lógica, la confrontación ideológica hace aparecer visiones diferentes: unos quisieran una forma de "insurrección" de países "del sur" que ganarían una "verdadera independencia" mientras otros saben que los desafíos del desarrollo, de la transformación económica por causa del cambio climático y de respuesta creíble al crecimiento demográfico pasan por una estabilidad enfocada sobre el crecimiento y la redistribución.
En este marco, Serguei Lavrov llama a una unión contra "el chantaje" de Occidente. Y por cierto, en América Latina la "movilización" de los apoyos atraviesa dos lógicas: una alianza con Brasil, cuyo primer socio económico es la República Popular de China, y un eje tradicional de apoyos: con Venezuela, Nicaragua y Cuba. Cada uno de estos países tiene un interés en participar de la constitución de una forma de coalición alternativa: Brasil busca ser el líder político de los BRICS y de una América Latina que vivió desde hace unos años alternancias y cambios en sus regímenes.
Venezuela, a un año de las próximas elecciones presidenciales, busca salir de la crisis en la cual se encuentra tanto al nivel socioeconómico como político. Sin duda, Nicolás Maduro logró volver a una posición centrista en su país, haciendo casi olvidar la fase que parece hoy en día, episodio, de un reconocimiento paralelo de otro presidente, en este caso Juan Guaidó. Reafirmar su proximidad con Rusia cristaliza sus posiciones, pero no lo ayuda tanto al nivel global, salvo si tiene aliados regionales. Es lo que le aporta Gustavo Petro, el presidente colombiano desde su elección en junio de 2022. En su visita en Washington, el 19 y 20 de abril pasado, Petro se volvió el mejor abogado de Venezuela ante la OEA tanto como las autoridades estadounidenses. La idea consiste en decir “paren con las sanciones contra Caracas en contra unas elecciones “justas y libres“ en 2024”.
Nicaragua, por su parte, reafirma una posición que se ha vuelta tradicional: el régimen de Daniel Ortega volvió a su línea histórica, un eje con Moscú reforzando la cooperación económica tanto como en materia de inteligencia. Con el apoyo de su aliado ruso, como lo demostró el voto en "contra" de la resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas el 23 de febrero de 2023, Nicaragua se puso bajo una protección que le garantiza una seguridad interna e externa, que permite al régimen seguir y reforzarse a pesar de la violación denunciadas incluso por el propio papa Francisco, de las reglas elementales democráticas.
En fin, Cuba necesita más que nunca de este apoyo tradicional: la situación económica se ha vuelto precaria, la energía falta. Necesita 250 millones de dólares para cubrir los gastos de mantenimiento de las ocho plantas que tiene, además de las que están sobre barcos a lo largo de las costas del país. En este texto, Miguel Díaz-Canel Bermúdez ha sido reelegido presidente para un segundo periodo mientras el canciller ruso estaba llegando a La Habana.
La visita de Serguei Lavrov puso en relieve el regreso de la dimensión estratégica de América Latina en un contexto en el cual el multilateralismo se puede transformar en nuevos bloques. El continente aparecía como el gran olvidado de las relaciones internacionales durante la crisis sanitaria de la covid 19. Hoy en día, después de su fase de recomposición política de estos últimos años, quiere volver al escenario global. Hubiese podido ser a través de un esquema inédito de desarrollo económico que incluyera la redefinición del contrato social, mientras 30% de su población vive en condiciones precarias. Será el contexto de tensiones en materia de seguridad y de defensa que ofrece esta oportunidad, esperando que el continente no se transforme en un terreno de juego de potencias que luchan por su influencia mundial, como ha sido en la época de la Guerra Fría. Las responsabilidades son inmensas y, finalmente, históricas.
Politólogo francés y especialistas en temas internacionales.