Este Domingo, celebramos la Resurrección de Jesucristo, después del tercer día de haber sido juzgado, condenado, humillado, castigado, crucificado y muerto en la cruz. Me Imagino el gran sufrimiento moral y físico, el esfuerzo, el cansancio y agotamiento, de subir tirando sobre el hombro la pesada cruz, con la corona de espinas en la cabeza, hasta el Gólgota, donde tuvo aún que resistir el inmenso dolor de ser clavado en la cruz, atravesando las muñecas y los pies. Si, Así sucedió.
La Resurrección de Jesucristo es una referencia de resistencia humana, que nosotros por el instinto de superación, debiéramos aceptar y asumir como una “obligación de resurgir”, de cualquier situación, que por las razones que fuere, se nos presentan a lo largo de nuestra vida.
Así creo, que es una obligación resurgir, después de la pérdida de un ser querido como consecuencia de una enfermedad o de un accidente inesperado. Es obligación resurgir después del divorcio o separación por las razones que sea, o del el abandono de alguien irresponsable, con quien se creyó se podía formar un hogar y una familia.
Es una obligación resurgir cuando se ha caído en el alcoholismo o la adicción a cualquier otro estupefaciente, que ya llevaron o pueden llevar pronto al deterioro de la salud y a la ruina emocional y económica. Es obligación resurgir con una nueva estructura muscular y buenos hábitos alimenticios, cuando se adquirió tal sobrepeso, que genera problemas de salud cada día más graves.
Es obligación resurgir, después de un despido, justificado o no, y prepararse para un siguiente reto. Es obligación resurgir, después de un emprendimiento que no funcionó como se esperaba y fracasó. Es obligación resurgir después de una enfermedad grave que requirió operaciones largas y complicadas en la que el paciente y los médicos pusieron todo su empeño y esperanzas para vencer a la enfermedad.
Es una obligación resurgir en otro país, al cual por las razones de cada uno, se tuvo que emigrar y separarse de su gente, en busca de una nueva oportunidad de superación.
Para los jóvenes, es obligación resurgir, después de un fracaso en una carrera universitaria y cambiarse a otra más conveniente.
Es obligación resurgir después de un accidente de tráfico, en el que se fue víctima de un irresponsable, que abusó del alcohol y provocó el accidente.
Y para las empresas, es una obligación resurgir cuando por alguna deficiencia conceptual y operativa, se perdió competitividad y estuvo cerca de la quiebra o quebró.
Y si está por jubilarse, o ya se jubiló, también es una obligación prepararse para resurgir y que esta nueva fase, sea la que más disfrutes de su trayectoria.
Pero también, es una obligación resurgir de un éxito pequeño o grande y por el instinto de superación, utilizarlo como plataforma para resurgir mediante un salto cualitativo al siguiente éxito.
Conocí en Hiroshima el lugar sobre el que estalló la bomba atómica y Dresde, la ciudad alemana destruida casi totalmente en una noche. Y así como estas dos ciudades, son ejemplos de resurgir, muchas otras asumieron la obligación de resurgir y resurgieron después de un gran sismo o un tsunami.
Aquí, estamos viviendo el resurgir del Centro Histórico de San Salvador, que ojalá sea referencia para los alcaldes de otras ciudades y las conviertan en autosuficientes y auto sostenibles, donde la gente del lugar emprenda y trabaje cerca de sus familias.
Si, estimados amigos, “resurgir es una obligación”, por el bien propio y el de la gente que uno quiere y le quieren.
No se quede con lo que sucedió, suéltelo y no busque justificaciones ni culpables. Definitivamente, resurgir es una obligación y cuando uno se lo propone, lo digo por experiencia, resurge con más ilusiones y vitalidad.
Ingeniero/pedroroque.net