A las puertas de una Semana Santa. Estamos ya en Domingo de Ramos una de las fechas donde inicia uno de los momentos mas representativos de la Iglesia católica, pero ¿realmente vivimos en esa intensidad que merece o solamente es un tiempo que dejamos de hacer lo que somos, esperando disfrutar de vacaciones?
Estos días son el preámbulo de algo más grande: Jesús fue crucificado, muerto y resucitó al tercer día para redención nuestra.
Realmente es triste que a los oficios religiosos donde debería estar toda la población católica, viviendo emocionada de poder estar junto al dolor de Jesús, no asista toda la población que se dice cristiana. Muchas iglesias lucen vacías, nadie quiere estar emocionado, feliz de estar juntos a su parroquia; no, los mares abarrotados, las excursiones a reventar y mientras aparecemos el domingo por la tarde, el lunes en la mañana. Llegamos con una cara de arrepentimiento cuando sabemos que somos apenas luces tenues que iluminan una religiosidad vacía.
Debemos entender bien claro el significado de lo que es la Semana Santa y el inicio del triduo pascual. Por ende, querer asumir que mejor luego soy mejor persona, que luego empiezo de esto, que luego y es la de no terminar, no nos damos la oportunidad.
Somos un país donde hay cientos o miles de personas crucificadas, cada migrante es crucificado por el camino, por el hambre, por la pobreza que se vive en el país, por la necesidad de un futuro mejor, no podemos ocultar la violencia que se ejerce en las cárceles, todas esas personas son hijos de Dios; solo me interesa que una madre, un padre, una persona desempleada, una persona que perdió a su hijo y esa madre es lo más cerca que podemos estar de un Cristo crucificado. La sociedad la ha crucificado, nuestras autoridades la han crucificado. Por eso, la Virgen María está de luto, llorando por la humanidad clavada con el cuerpo de Su hijo, Jesús, por los pecados de todos.
La Iglesia Católica cierra una calle que por tradiciones estuvo abierta para que las procesiones pasaran en el dolor y en el silencio, pero ¿dónde está la Iglesia Católica? ¿Dónde están los jerarcas para que sean ellos la luz que necesitamos, como el rebaño poco a poco pierde el rumbo?
Todos decidimos hacer las cosas a nuestra propia manera y no valoramos ni entendemos que esta semana y, sobre todo, el Viernes Santo estamos crucificados. Debemos limpiar nuestra alma y olvidar por un momento los placeres, una sociedad vacía donde se rinde tributo al hedonismo, mientras las bancas de las iglesias están vacías, polvosas, tristes.
Estoy seguro de que muchos sacerdotes se están preparando para esta Semana Santa ayudarnos a ser mejores cristianos, a ser mejores hijos de Dios, pero de cada uno de nosotros depende esa decisión.
Para eso hay un Sábado Santo, un Sábado de Gloria, un Domingo de Resurrección, un año santo para resucitar en una vida santa, haciendo de ese día uno de los días más especiales. Necesitamos ser dóciles y no solo creer que cargamos una cruz muy personal, ya que cada uno carga una cruz. En nuestro interior nuestra fe debe ser más profunda, ser crucificados para apenas conocer el dolor de Jesús.
Por el número de católicos debería ser una conmemoración solemne. Cada año tenemos que hacer algo más que eso y que agrade a Jesús.
Pero vámonos a la realidad. No escucho por ningún lado a una Iglesia sobre esos hombres y mujeres que están muriendo en las cárceles, sus cuerpos tirados en las peores condiciones que una sociedad aparentemente civilizada puede imaginar. Mi reflexión personal es ¿cómo debo mejorar mi relación con Dios? Es mi constante pregunta en mi calidad de pecador que busco el perdón , que busco el propósito de enmienda.
Todos nos podemos poner del lado del débil y dar una explicación y mientras qué hacemos por el otro, será que quejarnos por un día o por una falsa actitud que no pasamos de que se nos pinte una cruz en la frente mientras nuestro corazón no se inmuta.
La Iglesia debería estar regocijada de estos días, pero debemos vestirnos de compasión, de entrega, solidaridad, de empatía. Nuevamente ponemos en práctica todas estas actitudes.
Que esta época de reflexión sea el inicio de una nueva, fuerte y renovada conversión. Al menos ese es mi propósito y lo comparto en esta columna.
Médico.