Construir carriles exclusivos para la circulación de bicicletas, las llamadas ciclovías, es una gran oportunidad para descongestionar el tráfico en una ciudad y, por supuesto, puede funcionar en San Salvador.
Organizaciones internacionales como el Banco Interamericano de Desarrollo impulsan este tipo de espacios para la movilidad urbana, ya que conllevan beneficios como: proveer una infraestructura donde el ciclista puede desplazarse de forma rápida y segura, sin invadir el espacio de los peatones ni los vehículos automotores; y mejoran el ordenamiento del tránsito, ya que los automovilistas no tienen que estar tan pendientes de los movimientos realizados por los ciclistas ni pasarlos cambiándose de carril.
El uso de bicicleta incluye otras consecuencias positivas, como la mejora de salud gracias a la actividad física, así como evitar la contaminación; y alivia el bolsillo al no tener que comprar combustible.
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Ante todos estos beneficios, ya aterrizando en El Salvador, la idea de construir ciclovías no ha sido propia de la administración Bukele, sino que inició al menos desde el periodo de Gerson Martínez como titular del Ministerio de Obras Públicas, en 2014, en el gobierno de Mauricio Funes (ver infografía).
Previo al 2019, año en que Bukele llegó al poder, ya existían 3.6 kilómetros en el Parque Bicentenario; la ciclovía sobre el Bulevar Monseñor Romero; y en 2014 se habilitó 1.3 kilómetros de ciclorruta entre el Bulevar Merliot y el mismo Bulevar Monseñor Romero.
Carlos Grande, arquitecto de la UCA, especializado en urbanismo y movilidad, recordó que “las ciclorrutas fueron implementadas desde antes. En 2015 ya había registro de 6 kilómetros de rutas ciclistas con la infraestructura adecuada. Con Gerson Martínez se creó el Plan Maestro de Red Ciclista. Lo hizo participativo con grupos de ciclistas, fue interesante”.
Ese Plan Maestro incluía hacer nueve tramos piloto de ciclovía, en tramos clave de la ciudad como: Avenida Bernal, Bulevar de Los Próceres, Bulevar de los Héroes, 25a. Avenida Norte y Sur, 29a. Calle Oriente; el tramo entre la 2a. Calle Poniente - Avenida Cuscatlán - Calle a San Marcos y Avenida Los Diplomáticos; una ciclorruta entre El Trébol (Ciudad Merliot) y el Redondel Utila; así como en San Jacinto frente a la ex Casa Presidencial, y una nueva ruta a abrir en la Autopista Norte.
Dicho plan no se puso en marcha en ese Gobierno y, según Grande, tenía ya un problema de origen que, con la activación de nuevas ciclovías en la actualidad, aún persiste: “El problema es que ese plan no tenía base técnica de planificación de bicicleta. Fue hecho con usuarios de los colectivos ciclistas, pero para plantear una ruta de bicicleta, se tiene que saber primero si habrá atractividad para esa ruta”.
Este mismo error de base es el que ha cometido el actual Gobierno, según explica Grande y comparte el también arquitecto urbanista Carlos Ferrufino.
“La ciclovía tiene sentido, soy entusiasta de la bicicleta, pero dentro de un sistema. Si hay ciclovías que me van a permitir llegar a ciertos puntos atractivos de la ciudad, o conectarme con el transporte público, donde yo después voy a poder transbordar para hacer un viaje más largo, eso tiene sentido. Pero la ciclovía en un lugar aislado, que no me lleva a nada… es que va a atraer a muy pocos usuarios. Más que los usuarios casuales o de entretenimiento, que es muy respetable y valioso, pero es muy puntual, no es el movimiento de la población en general”, comenta Ferrufino.
Ciclovías desconectadas
Eso es, justamente, lo que salta a la vista al visitar las ciclovías construidas por el actual Gobierno: tienen un bajísimo uso real por parte de la población.
Desde junio de 2022, el titular del Ministerio de Obras Públicas, Romeo Rodríguez, informó que la administración Bukele invertiría $10 millones en ciclovías, y se le dio bombo y platillo a los 2.4 kilómetros. en el Bulevar del Hipódromo, en la colonia San Benito.
Agregó entonces que sumarían más ciclovías en días siguientes, siempre en el mismo sector de la ciudad y en la aledaña Colonia Escalón, en lugares como la 9ª Calle Poniente y 75a. Avenida Norte, con 2.4 kilómetros; y que adicionalmente se construiría 5.2 kilómetros de ciclovías en la 87a. Avenida Norte y Sur, Calle El Mirador, y la 89a. Avenida Norte y Sur, Calle Padres Aguilar.
“Vamos a conectar diferentes zonas de nuestro país para que puedan tener puntos y darles una alternativa de movilidad a toda la población salvadoreña, para que no se pueda solo mover a través de su vehículo, sino que también a través de ciclovías que pueda llegar desde su lugar de vivienda hasta el lugar de trabajo”, añadió entonces Rodríguez.
Pero lo que pasó fue que, tras una lluvia de críticas y quejas por parte de automovilistas, dueños de negocios, estudiantes y padres de familia de centros educativos cercanos, el Gobierno tuvo que desmontar la ciclovía de Los Almendros, y retiró los separadores.
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Algo similar ha ocurrido en la Colonia San Jacinto, donde se habilitó una ciclovía en la 10a. Avenida Sur y la Avenida Cuba; pero la misma luce desolada en horas pico, y es más utilizada por grupos de entusiastas de las bicicletas, pero como entretenimiento nada más. Sigue activa, pero con bajo uso, según confirmó El Diario de Hoy en visitas al lugar.
Ferrufino explica que es lógico que haya ocurrido esto, pues “sí puede tener sentido hacer ciclovías, pero en lugares muy específicos. Ese es el error: no es una receta para cualquier lugar de la ciudad, porque lo que vamos a hacer es algo que va a pasar bastante desocupado, que vamos a sentir que lo que está haciendo es quitándole espacio a otros modos que sí tienen una gran demanda en ese lugar”, como los autos, buses y motos que sufren en el colapso vehicular en esas zonas de la San Benito, Colonia Escalón o en San Jacinto, al mismo tiempo que ven sin utilizar el carril para bicicletas.
Además, “la colonia Escalón es un lugar que, por su topografía (bajadas y cuestas), es complicadísimo que alguien diga que irá a su trabajo por ahí. A lo mejor pueda tener más sentido una ciclovía en el centro de San Salvador”, añade el arquitecto.
En países como Bolivia, explica Grande, si hay muchas cuestas en la ruta, el Gobierno o la municipalidad proveen de bicicletas eléctricas a la población; tal opción no existe en El Salvador.
Las ciclovías sí funcionan, pero con un plan
Entonces, ¿hay que tirar a la basura el proyecto ciclovías?
La respuesta es que sí pueden funcionar, explica Grande, pero si se les coloca como parte de un sistema integral de transporte, donde conecten con otras formas de movilidad que, por ahora, no existen, como un sistema de transporte masivo (similar al detenido SITRAMSS).
“Ya hay metodología para medir desde antes si la ruta va a ser eficiente, como ver si conecta con un sistema de transporte masivo, o porque conecta con puntos de actividad importante, como centros comerciales, escuelas, etc.”, valora Grande.
Desde el mismo BID, ha habido diversos estudios sobre la “cicloinclusión” en América Latina, donde Grande señala que ya existe “un manual para implementarlo, con cuatro componentes: infraestructura, normativa, gestión de la infraestructura y participación ciudadana. Y nosotros, ¿qué tenemos? medio infraestructura. Y las otras tres no están”.
Para que las ciclovías realmente funcionen, antes se debe hacer un levantamiento entre la población, señala Grande, con preguntas básicas tales como: “¿Tiene bicicleta? ¿Le gustaría usarla si hay infraestructura? ¿Tiene dinero para comprar una bicicleta? Si no, necesito darles bicicletas, para alquilar, como municipio, a un precio accesible y subsidiado por supuesto”.
Lanzarse a construir las ciclovías sin todos estos componentes, señalan Grande y Ferrufino, es lo que ha provocado el panorama actual. Además del sondeo entre la población, se necesita un sistema público de alquiler de bicicletas, oficinas de gestión de movilidad en instituciones y empresas; duchas o espacios de aseo para quienes llegan al trabajo en bicicleta; parqueos o estaciones para dejar las bicicletas; y, por supuesto, una alta dosis de educación vial, entre un extenso etcétera.