Nuestro querido maestro, don Hernán Carrasco Vivanco, cumple un centenario de vida. Una existencia consagrada al fútbol y a la docencia, plena de vivencias enmarcadas dentro de la entrega a su trabajo, a sus colegas, a sus compañeros, a sus jugadores, a sus alumnos.
Don Hernán, como cariñosamente le hemos nombrado siempre, quienes hemos tenido la dicha para tratarlo de cerca, podría llenar las páginas de un voluminoso compendio de experiencias recogidas a lo largo de su extensa carrera.
Pero no son únicamente recuerdos y anécdotas; hablamos de una labor realizada, con múltiples facetas: entrenador, maestro, director técnico, padre adoptivo, conferencista, catedrático, psicólogo; en suma, un modelo de conducta deseable que nos marcó desde nuestros tempranos años al iluminarnos el camino del fútbol y de la vida. Y no creo que su llegada haya sido una casualidad, ni que los cometas se hayan alineado, ni que por su curriculum haya venido a nosotros, Fue Nuestro Señor quien quiso que cuando transcurríamos nuestras primaveras cayéramos en las manos de este maravilloso ser dechado de virtudes, que nos ha enseñado con el ejemplo.
Con el correr del tiempo, nos llegamos a acostumbrar a su manera de ser, aunque al principio nos costó entender tanta humildad y sencillez en un hombre de su talla.
Lo trajeron para dirigir a la Selección Nacional que participó en el II NORCECA en Guatemala en 1965, pero antes había sido auxiliar de su ilustre colega y paisano Fernando Riera en la preparación de la Selección Chilena que ganó el tercer lugar en el Mundial de Fútbol de 1962 realizado en su país.
Ya tenía una brillante trayectoria, pues había sacado campeón al Colo Colo y formado el "Ballet Azul", como se le llamó al representativo de la Universidad de Chile que fuera la base de aquel equipo.
Para entonces estaba empeñado en hacer del Alianza una institución ganadora y paralelamente era nuestro entrenador en la selección juvenil para competir en los IX Juegos Centroamericanos y del Caribe en Puerto Rico en 1966.
Su llegada coincidió con la época en que los futbolistas, en su mayoría eran anárquicos y comenzó una cruzada exigiendo decencia y respeto. Muchos lo tomaron como iluso y superfluo, pero su liderazgo y sabiduría tan proverbiales, no dejaban lugar para los rebeldes, quienes pronto se encausaban y entendían que su capacidad y compromiso eran genuinos.
Más que entrenador Hernán Carrasco, ha sido un educador a través de las nobles armas del deporte, personaje que ha dejado una marca en cada cancha o elenco que ha dirigido y en cada alma que ha tocado.
Con esa filosofía edificó el onceno que la crítica dio en llamar la "Orquesta Alba" porque daba recitales no solamente a nivel nacional, sino ante cuanto equipo viniera por estas latitudes.
El Santos de Pelé y Flamengo de Brasil; Palestino de Chile, Peñarol de Montevideo, América de México, Emelec de Ecuador, Saprissa y Herediano de Costa Rica, Comunicaciones y Aurora de Guatemala, supieron de sus ejecutorias.
También fue el gestor de los "Mustangs Azules" del Atlético Marte, bicampeón, del poderoso Águila. Además fue fundador de la Asociación de Entrenadores de Fútbol de El Salvador, pionero de la Escuela Superior de Educación Física y mantuvo durante casi treinta años su Academia Futuro hasta que un accidente casero lo limitó.
Don Hernán ha dirigido en grande, conquistado tantos títulos e impartido numerosos cursos, pero su mayor aporte ha sido el haber formado a millares de salvadoreños. Y nunca ha dejado de pregonar que el éxito en el fútbol estriba en la preparación desde las bases, la niñez, pero ha arado en el mar.
Se trata, pues de un hombre limpio, sano, que jamás anda buscando gloria o hacerse ver, a quien la fama personal le tiene sin cuidado, personaje que se guía por normas tan escasas en estos tiempos, plenas de sensibilidad, delicadeza, modestia y profunda fe en el Supremo Hacedor. Sus alumnos nunca le hemos escuchado decir nada que no esté inspirado en lo mas profundo de su experiencia y con sus actitudes nos ha instado a seguir su ejemplo, absorbiendo cada una de sus enseñanzas como que si se tratara de una fuente cristalina y saludable.
Su presencia ha sido motivo de alegría para quienes hemos sido sus dirigidos y su voz suave y su verbo ilustrado le confieren un magnetismo especial.
Recuerdo que a veces nos llegaba a agobiar con tantos consejos y en las largas sobremesas se la pasaba diciéndonos como debíamos actuar, los peligros que deberíamos eludir, y hasta como debíamos pensar. Hubo momentos en que llegábamos a pensar que intentaba coartar nuestras libertades, pero no teníamos más remedio que rendirnos ante su mirada tierna y penetrante que exigía atención.
Es que siempre ha sido un convencido de que si en el fútbol no se puede llegar muy lejos, sí es una herramienta para abrirse paso en la vida. Y como cosa curiosa con el correr de los años, cuando dirigí algunos equipos o en mi rol de educador, inevitablemente me daba por aconsejar a mis alumnos y me salían espontáneamente sus mismas palabras y consejos, entonces era yo el que agobiaba.
Ahora llega a un siglo de vida, siendo un ejemplo de vida. Y quizá sea eso lo que a mi adorado maestro, mantiene henchido de amor al fútbol y a sus semejantes; esa su capacidad para desechar cuanto de triste y de amargo hay en la vida y prolongar lo hermoso y placentero.
Un hombre que siempre ha predicado que el fútbol es salud, que marca la disciplina en el ser humano, modela la conducta y es la prolongación de la vida. Gracias "Papá Nan", estas palabras son pocas para expresar todo lo que sentimos en nuestros corazones. Usted llegó como un entrenador, luego se convirtió en un maestro, guía, padre, amigo. ¡Tanto que nos ha enseñado! pero mejor aún, ¡tanto que ha inspirado nuestras vidas!