"Nuestras fuerzas armadas son un cerco de acero que protege a China”, dijo el dictador Xi al asumir el tercer mandato, un hecho sin precedentes desde que el genocida Mao Zedong, quien fundó el Partido Comunista Chino hace cien años, fue de debacle en debacle perpetuándose en el poder hasta morir.
Nadie está amenazando a China como tampoco Ucrania amenazó a Rusia antes de la “operación especial” que inició hace un año. Pero dado el creciente armamentismo de China —un proceso que se realiza a costa del bienestar y tranquilidad de la población— es más que natural que los países amenazados tomen sus salvaguardas para protegerse.
Rusia y China son maestros en amenazar y agredir, el equivalente de los escolares que humillan y mortifican a otros alumnos en su entorno, los perpetradores del “bullying” que con frecuencia es ignorado por los maestros.
El “bullying” estatal se ejerce en lo interno a través de la censura, la persecución de disidentes a los que con frecuencia hacen “desaparecer”, como sucedió al billonario chino Bao Fan, de quien no se sabe más, “se lo tragó la tierra”.
El criminal de guerra y asesino serial Putin acaba de decretar, vía su asamblea de sumisos, la Duma, penas hasta de quince años para los que critiquen “la defensa de Rusia” y a los mercenarios que están muriendo por millares en el frente ucraniano, la usual mordaza en todas la dictaduras como la que está aplicando el aspirante a sultán vitalicio en nuestra tierra.
Denunciar —hasta referirse al hecho de que miles y miles de rusos, muchos de ellos reclutados a la fuerza, están muriendo a causa de fallidas estrategias e ineptos liderazgos— es un crimen. A fin de cuentas —deben de creer tanto Putin como Xi— sólo son personas que “mueren por la patria”, es decir, ofrendan sus vidas por Putin y por Xi.
La amenaza a Estados Unidos y a los países que pueden coaligarse para proteger la democracia taiwanesa choca con la oferta “pacífica” de China a Taiwán: entréguense voluntariamente a la dictadura.
¿Quiénes socorrerán a birmanos, egipcios, iraníes, venezolanos?
El fenómeno no es nuevo, pues regularmente surgen megalómanos que se creen ungidos para imponerse sobre sus pueblos. Es el caso de Hitler, del mítico Drácula, de Iván el Terrible, de Calígula y Nerón. Es la clase de desquiciamiento que llevó a Trump a asaltar el Capitolio y de los tatas curas que quemaron vivo a Giordano Bruno por decir que era la Tierra la que giraba alrededor del Sol, siendo además el astro rey apenas uno en un número infinito de estrellas…
Hasta hace muy poco el Vaticano retiró los cargos que llevaron al destierro de Roma al amigo y discípulo de Bruno, a la persona que literalmente inventó la ciencia, Galileo, quien se refugió en Florencia, donde por un tiempo tuvo su casa por cárcel. Pero falta que se pida perdón por el cruel asesinato de Bruno.
Son muchos los pueblos que están amordazados, pisoteados y desangrados, sin que exista una contrapartida de países que, al igual como lo hacen con Ucrania, actúen contra los enloquecidos ayatolas iraníes, pongan en orden a los talibanes en Afganistán, ayuden a los egipcios a liberarse de su dictadura, acaben con la pesadilla que embarga a cuatro naciones centroamericanas. Tanto dolor, tantas víctimas inocentes, tantos niños y jóvenes que están quedando sin futuro…