La Sofocracia o gobierno de los sabios es el sistema de gobierno “soñado”, expuesto por Platón en su obra La República. En este tipo de sistema, gobernarían aquellos que tuviesen el saber necesario para decidir sobre el resto del pueblo, guiándolos como un capitán gobierna un barco: “En un barco no debería decidir el más fuerte, pues no por tal condición conocerá mejor el camino. De igual forma, en un barco no debería decidir el más popular, ni las creencias populares, pues no por ser mayoría conocerán el camino. En un barco deberían decidir los que conocieran mejor el camino junto con los que conozcan los métodos de navegación, por eso el conductor en un barco debe ser el más sabio sobre el tema”.
Dado ese revolucionario e inmortal postulado, claramente antimonárquico y antidictatorial, resulta raro que la muerte de Platón haya sido por “causas naturales”. Pero la realidad es que sus postulados dieron origen, dos milenios más tarde, al sansimonismo (S. XIX) y a la tecnocracia (S. XX). Nuestra Constitución, quizás por el hecho de ser un país tan pobre educativamente hablando, recoge de forma algo tímida esos mismos postulados cuando exige que para los cargos de gobernador, magistrado de la Corte Suprema de Justicia, jueces, magistrado de la Corte de Cuentas de la República, presidente y vicepresidente, ministros y… diputados (¿?) posean “instrucción notoria”. Curiosamente ese requisito no aplica ni para militares ni para policías, probablemente porque en esos cuerpos se privilegia más la obediencia que el IQ, el conocimiento y la preparación académica.
Entonces, ¿por qué la ley primaria resalta y recalca ese requisito? Esta columna intentará arrojar luz sobre el asunto, más cuando nuestro país vive una época especialmente oscura respecto a la relación entre poder político y academia.
Iniciaremos diciendo que todos los cargos listados anteriormente emiten juicios y está comprobado que a la hora de “emitir un juicio”, esto es, tomar una decisión judicial o administrativa, esta será más certera, adecuada o justa, cuando quien la emite sea una persona bien formada, más inteligente y que posea el estilo cognitivo más cultivado y especializado por el saber humano dentro del contexto o área en la que se toma la decisión.
Para decirlo de forma más llana: Dado que todos los humanos emitimos juicios, estos serán mejores dependiendo del saber y conocimiento que el emisor tenga sobre el área en que se opina. De esa forma, cuando un médico especializado emite un juicio respecto a una enfermedad dentro de su área de especialización, se mostrará no solo más apto para opinar sino más certero, que cuando el que emite la opinión sobre esa enfermedad sea un arquitecto o un piloto.
Más allá de que jóvenes exitosos nos dejen boquiabiertos con sus éxitos “relámpago” en diferentes campos de la tecnología y del comercio, eso no es lo usual. De acuerdo con pruebas psicológicas de campo, cuando a la inteligencia preparada por la academia se le agrega experiencia laboral en el campo de especialización, el nivel de competencia del individuo se hace más amplio de miras y profundo en cuanto a alcances, ya que los buenos juzgadores y tomadores de decisiones, no solo son inteligentes y preparados, sino que también son experimentados. Experiencia que se alcanza únicamente con la edad y el constante trabajo en el campo de especialización.
Esas personas suelen tener la “mente abierta” (madurez, empatía, comprensión dada por la experiencia) y prueban estar dispuestos a aprender de nuevas informaciones , lo que demuestra amor al conocimiento y la lectura, así como un desapego a dogmas, fanatismos e ideologías. Dado todo lo anterior, considero que fue un grave error por parte del Órgano Judicial “jubilar” a jueces mayores de sesenta años. Con esa acción se perdió un mar de conocimiento adquirido por incontables años de experiencia y servicio en la judicatura… pero eso es materia de otra columna.
¿Puede entonces una persona sin mayores estudios convertirse en estadista? Sin duda resulta complejo dar una única y adecuada respuesta a semejante pregunta, ya que existe evidencia histórica de que ocurren “sorpresas” al respecto; pero la realidad es que, aunque de forma tímida, nuestra Constitución recoge la visión platónica del gobierno de los mejores integrantes de una sociedad, entendiéndose por estos a los más inteligentes, cultivados y educados. Por algo será.
Abogado, Master en leyes/@MaxMojica