No crecí siendo feminista, fui aprendiendo en el camino. Pero sí crecí siendo una persona empática. Crecí pensando que lo que le pasé a los demás sí afecta nuestro entorno, crecí con la convicción que, si puedes ayudar a alguien, lo debes hacer.
Mi familia no es feminista. Mi familia es como muchas familias salvadoreñas. Conservadora, trabajadora, religiosa, alegre y fuerte, muy fuerte. Mi familia no está cerca de ser progresista. En muchas reuniones les toca escucharme y a veces diferir con mis opiniones sobre el machismo, discriminación, desigualdad y cualquier otro tema que a veces no suelen ser fáciles de dirigir.
¿Y que espero lograr al contar esto? Estoy segura que muchas familias son similares a la mía. Y aunque siempre tengamos puntos de vista muy distintos con nuestros familiares, creo que, así como mi familia todos podemos llegar a entender algo muy sencillo. A nadie le gustaría que maten a su mamá, a su hermana, a su tía, a su abuela, a su prima, a su amiga. A nadie le gustaría perder a una persona de su familia. Y todos podemos empatizar con eso.
No es justo que sigan muriendo mujeres por el simple hecho de ser mujeres. No es justo que un hombre se sienta tan dueño de una mujer que pueda decidir cuándo terminar con su vida. No es justo que aún en el 2023 tengamos que seguir pidiendo algo tan sencillo como dejarnos vivir.
No necesitamos ser feministas para poder tener la empatía suficiente para entender que no es justo que nos sigan matando. Cualquiera puede pensar que no es pedir mucho que nos dejen vivir. Pero en El Salvador parece que sigue siendo un privilegio. Alrededor del mundo las mujeres piden igualdad en el trabajo, salud integral para las mujeres y niñas, y la equidad en puestos en la política, pero hoy, En El Salvador seguimos luchando por el derecho más básico: la vida.
Y saben, realmente no basta con pedirles su empatía como humanos y ciudadanos ante un feminicidio. Necesitamos vivir en un país que nos proteja como a cualquier ser humano. Quiero vivir en un país donde el Estado no se empecine en hacer una campaña para encontrar al asesino. Quiero vivir en un país donde el Estado procure que sigamos con vida, en un país que sí sea persistente en erradicar la violencia contra la mujer. Un Estado que se tome en serio las llamadas de emergencia por violaciones, por ataques, acoso, por golpes. Un Estado que invierta en educación desde temprana edad para entender que la violencia no es el camino correcto.
A las familias salvadoreñas quiero decirles que de verdad sueño con un país que nos proteja. Que de verdad espero que nunca tengan que pedir que sean empáticos con ellos y que les ayuden a encontrarnos con vida, y mucho menos que tengan que pedir que encuentren al asesino. Ninguna madre debería estar afuera de un juzgado exigiendo justicia por el feminicidio de su hija.
Pero hoy solo puedo pedirles que sean empáticos, que veamos la realidad que nos rodea. De alguna forma tenemos que ayudar a que nuestra sociedad sea más igualitaria. Mientras seguimos esperando que el Estado abra los ojos y realmente actúe, a nosotros y nosotras nos toca la tarea de seguir ayudándonos, de seguir exigiendo justicia.
Comunicadora y fotógrafa profesional