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Tráfico y salud

Los congestionamientos producen mucha tensión psíquica. El mantenerse por largos períodos en estado de hipervigilancia, como sucede en el tráfico pesado, provoca elevaciones intermitentes de adrenalina y fatiga, dos elementos que también se asocian con la agresividad. La falta de control de lo que va a suceder en el camino lleva a desesperanza y frustración.

Por José María Sifontes
Médico siquiatra

No deja de recordarse con nostalgia aquellos tiempos en que el tráfico en San Salvador era bastante tranquilo. Y no se diga en las otras ciudades grandes del país. Después de la una de la tarde eran pocos los vehículos que circulaban, tanto así que era posible escuchar a la distancia el ruido del motor de un autobús solitario subiendo la Alameda Roosevelt u otra arteria importante. Los sábados eran silenciosos pues las calles se mantenían despejadas. Los congestionamientos eran raros y se daban por causas concretas, problemas en las calles o temporadas navideñas. Los jóvenes de estos días no pueden imaginarse un San Salvador sin congestionamientos, les parecería algo surrealista. “¿Un viaje de un solo tirón en el bulevar de Los Héroes o del Ejército?, ¡imposible!”.

Ahora la cosa ha cambiado, y mucho. El tráfico fluido es hoy la excepción y no la regla, los congestionamientos se dan a cualquier hora y los largos espacios de tiempo detrás del timón son el pan de cada día. Y esto nos afecta de muchas maneras, entre ellas en nuestra salud física y mental. Desde hace mucho tiempo se sabe que existe una relación entre la densidad poblacional y la agresividad. Experimentos en ratas indicaron que cuando en un ambiente cerrado la densidad era baja los animales la pasaban tranquilos, pero cuando ésta aumentaba lo hacía al mismo tiempo el nivel de agresividad. Como factor de asociación estaba el estrés. Cambiemos las ratas por los vehículos, o si se prefiere por las personas manejando vehículos. El estrés que ocasiona una alta densidad vehicular es importante, mayor del que puede imaginarse. Los congestionamientos producen mucha tensión psíquica. El mantenerse por largos períodos en estado de hipervigilancia, como sucede en el tráfico pesado, provoca elevaciones intermitentes de adrenalina y fatiga, dos elementos que también se asocian con la agresividad. La falta de control de lo que va a suceder en el camino lleva a desesperanza y frustración. Si a esto le agregamos el efecto que tienen las bocinas de los vehículos, que crispan los nervios y son percibidas psicológicamente como insultos, hay un factor extra de estrés.

Cada vez que usted se encuentra en un embotellamiento, especialmente si tiene que llegar a una cita y va con retraso; cada vez que alguien le pita o le hace alguna seña, su nivel de adrenalina aumenta. Esta elevación aumenta su presión arterial y eleva asimismo su nivel de azúcar en sangre. Si usted tiene 22 años no hay mayor problema, pero si ya tiene algunos años encima y además es diabético o hipertenso la cosa se puede complicar. Si usted se enoja ante el pito de otro conductor, reacciona con agresividad y le responde, su presión arterial y su glicemia se elevan aún más. Un problema agregado es que esto puede suceder todos los días, produciéndose un estrés crónico. Esta condición hace que sus niveles de cortisol, hormona esencial para la fisiología normal pero que también puede perjudicar si es persistentemente alta, se eleva significativamente. Esto trae consigo trastorno físicos y mentales. Disminución de la respuesta inmune, desórdenes metabólicos, hipertensión sostenida y daño renal, trastornos intestinales y otros graves problemas. También pueden producirse cuadros depresivos y ansiosos, alterar las funciones cognitivas como la atención y la memoria y afectar la calidad del sueño.

Las complicaciones somáticas y psicológicas asociadas al tráfico vehicular son tan graves y frecuentes que actualmente se les considera como un problema de salud pública.  

Médico Psiquiatra.

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Opinión Salud Mental Tráfico

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