La buena noticia entre tantas requetemalas es que la vicepresidentade Estados Unidos, Kamala Harris, abiertamente acusó a Putin y su red de secuaces de perpetrar crímenes de guerra, lo que equivale a genocidios y crímenes contra la humanidad…
Pero Estados Unidos fue más allá y su presidente, Joe Biden, viajó sorpresivamente a Ucrania a expresarle su apoyo a su homólogo, Volodímir Zelenski, así como ofrecerle un paquete de 500 millones de dólares en ayuda militar.
Así como con estos hechos envía un mensaje contundente a la dictadura rusa del envenenador Putin, así Estados Unidos debería hacer con los nuevos tiranos que han sentado sus reales en esta región, concentran el poder y destruyen las vidas de los pobladores, pariendo leyes criminales.
Bajo Stalin, el monstruo ruso aparentemente inspirador de Putin y que provocó una hambruna en Ucrania —desastre humanitario que explica el profundo odio y desconfianza de ese pueblo contra los rusos— se calcula que cinco millones de ucranianos murieron de hambre (padres y abuelos de una población nuevamente agredida).
A los horrores de esa época se suma hoy en día la implacable destrucción de la infraestructura de Ucrania, que ataca con misiles objetivos militares pero asimismo escuelas, hospitales, parques, estaciones ferroviarias…
La salvaje agresión del criminal de guerra y envenenador serial Putin, que no vacila en mandar a la muerte, como carne de cañón a decenas de miles de sus connacionales, ha marcado el único camino abierto para el futuro inmediato de Ucrania: incorporarse a Europa y gestionar su membresía en la OTAN.
El desquiciado mental Putin pretendió reconstruir el despanchurrado “bloque socialista de naciones”, incorporar a una “Gran Rusia” países hoy en día libres como son los Estados bálticos (Estonia, Letonia y Latvia), Georgia, la ahora dictadura de Bielorrusia, las repúblicas del Asia Central…
Todos esos despotismos se sostienen en soldadescas brutales y en cárceles donde se tortura y se mata, además de recluir a personas que se convierten en prisioneros políticos como Ernesto Muyshondt y otros detenidos en esta tierra. (Perdón: nadie debe referirse a “soldadescas” sino a un cuerpo de “jueces callejeros”, como equivocadamente los llama su jefe ).
Ya le dijeron a China que no repita la pantanosa experiencia rusa en Asia
El escritor ruso Alexander Solzhenitsyn ganó el Premio Nobel de Literatura con “Un día en la Vida de Iván Denisovich”, que describe el horror de las prisiones estalinianas, un espanto que se repite en las ergástulas de Cuba, de Ortega en Nicaragua, de Maduro, de lo que pasa en China, país donde uno de los emprendedores más exitosos, el billonario Bao Fan, ha desaparecido, como se “desvanecen” todos los que tienen el atrevimiento de “tocar con el pétalo de una rosa” al régimen de Xi Jinping, a quien se dice que le pican las manos para perpetrar, “a lo Putin”, una agresión a la democracia taiwanesa con la carne de cañón de centenares de miles de jóvenes chinos…
El secretario de Estado de EE. UU., Antony Blinken, advirtió el lunes a China que si entrega armas a Rusia tendrá “un verdadero problema en sus relaciones con muchos otros países, no sólo con Estados Unidos”.
“Nos preocupa que China esté considerando apoyar el esfuerzo bélico de Rusia en Ucrania con ayuda letal, algo que estamos observando muy, muy de cerca”, aseguró. “Creo que China comprende el riesgo que correría si prestara ese tipo de apoyo material a Rusia”, agregó el secretario de Estado.
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, dijo que Pekín está “mirando de cerca” para ver la “recompensa” que recibe Rusia “por su agresión. Lo que está pasando hoy en Europa podría pasar mañana en Asia”, advirtió.