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Firpo y Águila, un show mediocre

Toros y emplumados escurrieron intensidad, pero esta poco se tradujo en algo vistoso al ojo del aficionado. La gente cumplió de gran manera, pero el espectáculo en cancha fue paupérrimo.

Por Roberto Leiva |

Foto EDH / Lissette Monterrosa

La caldera lució a rebalsar para el "Clásico de Oriente" entre Firpo y Águila, que buscaban medir fuerzas y demostrar quién manda de ese lado del país en La Liga Mayor. Las clásicas banderas tricolor amarradas de punta a punta desde la "Furia Pampera", una brisa nimiamente fresca y con el Chaparrastique al fondo… con esa pintura de fondo la pelota rodó entre los colosos futboleros.

El juego inicio con vértigo pero bajo acierto en la elaboración ofensiva. Un tiro libre de Vigil prometía mucho, pero el balón fue manso directo a los brazos de Víctor García antes de cumplirse los cinco minutos. Firpo insistía mucho por la banda de Caicedo, pero al moreno le quemaba la pelotita. Mejores dividendos hubo del costado izquierdo pampero.

Un tiro libre desde la izquierda a cargo de Cisneros estuvo cerca de colarse en el arco aguilucho. Águila respondió luego con un balonazo largo de Barahona que halló el desmarque de Dixon Rivas, pero este no le dio cómodo en el área y la pelota se marchó arriba del travesaño. Fluidez y voluntad de llegar a los arcos, fue el común denominador de ambos en los primeros compases.

Foto EDH / Lissette Monterrosa

Cuando ambos equipos decidían jugar largo el juego perdía total efectividad. Es cierto que ambos jugando con pelota al piso y en corto las faltas ralentizaban el juego, pero siempre bajo esa idea parecía que avazaban mejor.

A los 38' Dustin Corea amenazó con un tiro libre pero en la ejecución: nada de nada; quién diría que hace unos cuantos años había metido cuatro goles en este estadio. Ni la sombra de aquello.

Caicedo seguía haciendo todo lo posible por ir a la banca y tomar asiento, incapaz de meter un centro digno, mandó en una de sus últimas una "conversión" a la "H" de rugby que solo él veía tras Víctor García. Muy olvidable su performance en la cancha.

Más tarde Barahona se contagiaba de Corea y Wilbert vio de nuevo cómo el balón terminaba una vez más afuera de la cancha. Caicedo se cambió de banda y encontró más espacios… en fuera de juego.

Mayén sacaba el pecho por los diestros en Águila y finalmente envió un balón de libre directo con gran colocación pero baja fuerza. Muy poco de Águila y tambien de Firpo, espesos en la elaboración malograron cada oportunidad de pelota quieta por no saber pegarle al balón desde el envío o porque los receptores no le entraban bien al esférico. Tan precario como el ambiente en los graderíos contiguos a los camarines.

Un cabezazo de Pimienta fue lo último de un partido enérgico pero con ideas y lucidez escasas. Mucha voluntad y nada más, usual en la Liga Mayor.

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Con la esperanza

Con la misma dinámica inició el segundo tiempo. Balonazos largos ante la incapacidad de armar sociedades en corto y precisas. El resultado, el mismo, partido sin arcos. Con los arqueros tensos ante la incertidumbre total, a sus compañeros se les agotaban rápido las ideas cruzando la media cancha.

El principal problema del juego, aunque no lo crean, no había sido descrito en esta nota; era momento de señalarlo: los equipos jugaban muy estáticos.

El juego se volvió más aburrido por la falta de inventiva en ambos equipos. Ortiz se iba al medio en carrera porque nadie se mostraba y tras eludir a dos chocaba con el tercero. Una lástima, jugó solo en ese momento, que es distinto a egoísta; cero acompañamiento.

Mayén recibió un pase filtrado, brillante, pero todo se le atragantó a la hora de ser práctico; las trenzas le pesaron y todo terminó en estériles amagos.

En 70 minutos un tan solo ¡Uhhhhhhh! se escuchó por parte de la fanaticada pampera. El calor mermaba con el caer del sol mas el juego no mejoraba an absoluto. Bostezos. Cada minuto se hacía más pesado porque los espacios no eran aprovechados y nadie encontraba respuestas.

Foto EDH / Lissette Monterrosa

El juego se llenó de suplentes con piernas descansadas pero sin mayor ambición más que repetir lo que ya habían visto de sus compañeros en cancha. Fueron más de lo mismo.

Carlos Ortiz paró a toda la afición con una descolgada por la derecha que mereció el gol, sin embargo Víctor García estuvo imperial en el achique. Cualquiera diría que fue de oficio, pero hay que estar ahí para dimensionar que el juego se pudo se pudo definir con esa jugada. Quien intentó ver todo el juego y se perdió esa acción por ir al baño, contestar un mensaje u otra distracción, se perdió de lo mejor, claramente.

Una combinación entre Corea y Ortiz sobre el final pareció brindar al juego un final con el agua fresca del gol, pero el experimentado volante aguilucho mandó el balón afuera con un tiro cruzado. El partido terminó siendo un marquesote engullido con muchísima sed.

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