La esperanza de que el gobierno construya una escuela para sus hijos se ha ido desvaneciendo para los padres de estudiantes del caserío Plan del Rancho, cantón Gualcho, municipio de Citalá, en Chalatenango.
La lucha por un centro de estudios para las niñas y niños de esa comunidad comenzó en 2020, cuando en una asamblea general los residentes expusieron la necesidad de la infraestructura escolar.
Plan del Rancho es un poblado fronterizo con Honduras, en el que viven 124 personas, y la escuela más cercana les queda a unas dos horas, caminando por una calle polvorienta, en medio de un paisaje inhóspito y solitario.
Según Luz Hernández, madre de familia y lideresa de la comunidad, en esa primera asamblea comunitaria, hace tres años, participaron representantes de la oficina departamental del Ministerio de Educación (Mined) y de la alcaldía municipal.
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Con el esfuerzo organizativo de los padres y madres delos alumnos, la comunidad logró que el Mined les asignara un maestro interino para instalar un aula integrada en un espacio provisional, que comenzó a funcionar en 2022.
Por su parte, la Iglesia Católica de la localidad les prestó, a través de la gestión realizada por la organización Comunidad de Fe Organizados en Acción (Cofoa), la Ermita Virgen de Lourdes para que las niñas y niños pudieran recibir sus clases.
Sin embargo, según explica Luz, en esa ocasión los representantes del Mined se comprometieron a ayudarlos en la asignación de un código para una escuela y la construcción de la misma.
La comunidad por su parte consiguió un terreno para la construcción del centro educativo, el cual fue donado por un lugareño altruista.
Sin embargo, al no ver avances de parte de las autoridades del Mined, el 22 de septiembre de 2022, un grupo de padres y madres de Plan del Rancho viajaron unos 85 kilómetros hasta San Salvador, para hacer un plantón frente al Mined.
Tenían un solo propósito: entregar una carta al ministro de Educación, José Mauricio Pineda, en la que solicitaban la construcción de una escuela para que sus hijos puedan tener acceso a la educación, sin verse obligados a recorrer grandes distancias por lugares inhóspitos.
Tras apostarse frente a la institución, fueron recibidos por el ministro y aprovecharon para expresarle la necesidad de una escuela en el caserío.
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El funcionario se comprometió a realizar en los siguientes 15 días una inspección en la zona para comprobar la factibilidad para construir un centro escolar o un aula integral permanente; sin embargo, hasta ahora, siguen esperando.
“Como madre y lideresa pido al ministerio la construcción de la escuela, también al señor Presidente (Bukele), como vemos que ha construido una cárcel de máxima seguridad de millones ¿y una escuela no la puede construir?”, reclama Luz.
“Queremos que apresuren el proyecto porque necesitamos la escuela, ya no queremos seguir esperando y esperando”, agrega Maribel Rodríguez, otra de las madres de familia.
Ante la falta de respuesta de las autoridades, los lugareños se están organizando para levantar una aula de adobes de tierra.
“Pues porque (recientemente) fuimos a una reunión a la departamental (del Mined) y dijeron que ellos no construyen escuelas”, dice con resignación Luz, mientras muestra los adobes que han comenzado a hacer los padres de familia.
Niños emocionados
El 6 de febrero, por segundo año consecutivo, 16 infantes comenzaron con entusiasmo sus clases, a falta de la escuela, en la Ermita del caserío, donde para cada jornada deben trasladar el mobiliario.
Hermelinda Hernández, madre de unas gemelas de 6 años, explicó que sus niñas asisten por segundo año a la Ermita y que solo espera que un día tengan la escuela que tanto desean.
“Es un gran beneficio, porque así como las niñas que están chiquitas, ya para llevarlas hasta allá (a la escuela más cercana) no es fácil porque tendría que ir yo con ellas y estarme allá esperándolas”, expuso.
Agregó que se siente orgullosa porque sus hijas están aprendiendo a leer y a escribir.
“Yo no sé ni una letra porque en el lugar donde nosotros vivíamos, no había donde estudiar. Por eso, quisiera que ellas no se queden como yo que no aprendí nada, quiero que estudien y que sean diferentes”, dice Hermelinda.
Por su parte, Vladimir de Jesús Hernández, maestro interino asignado al aula integrada del caserío Plan del Rancho, explicó que en sus siete años de experiencia como profesor, es primera vez que le toca impartir clases en una Ermita, y aunque las condiciones son un poco incómodas para realizar las actividades educativas, le motiva el entusiasmo de los niños.
“Considero que la educación es la única forma de superarse y desarrollarse de un pueblo. Ellos van por el camino correcto aunque falta mucho por hacer”, aseguró.
El maestro explicó que los 16 estudiantes ya recibieron el apoyo del ministerio con relación a los paquetes escolares y ya les tomaron la talla para que puedan recibir sus uniformes.
A la hora del recreo, en acto de solidaridad, el maestro divide en varios pedazos unos panes que le regalan como refrigerio, para compartirlo con sus estudiantes.
La conmovedora acción es porque la mayoría de los niños y niñas no han llevado refrigerio, pues todos provienen de familias de bajos recursos.