"Es que estás desfasada". "No me importa lo que ustedes digan". “Digamos que eso que decís es de otra época”. “Es que lo que tú piensas ya no aplica a este tiempo. Estás muy atrasado”. “¿No has visto los consejos de Tik-Tok?”. “Mire, yo a usted la respeto porque es pariente, pero ninguno de mis amigos le pondría atención”. “Apague usted esa música vieja podrida”. “Usted no sabe nada si no está lo que dice en Instagram”. “Su punto de vista ya no es adaptable a nuestras necesidades”. “Ya el mundo ha cambiado y no hay vuelta atrás”. “Nosotros no vamos a hacer caso a mi papá y mamá rezagados. Ellos ya están muy atrasados”. “¿Por qué no sube un video de YouTube para empezar a recibir cash?”. “Mire, mami, esto lo dice tal o cual, en redes sociales, y usted está equivocada”. “Mira, papá, la Shakira superó más de 79 millones de seguidores de su último video en Spotify…”.
Todas las frases anteriores las he escuchado de adolescentes entre 13 y 19 años en los últimos tres meses. Y creo que todos los que me leen las han escuchado más de alguna vez entre sus hijos, nietos o sobrinos también. Como aún no me he casado, es obvio que no vivo el día con día con este tipo de retumbos en mis oídos, pero sé que todas las familias están toreando con esto. Con la premisa de que ya el mundo cambió y que los viejos arriba de 40 años, tenemos que aguantarnos con que ya estamos atrasados en otra época, o que estamos viviendo tiempos distintos. Y directamente y sin escala, nos tapan la boca con eso.
Probablemente, el bombardeo de las redes sociales es más que una adicción digital entre los retoños que devocionalmente se la pasan al menos un promedio de seis horas “escroleando” los smartphones. Ya con anterioridad he escrito sobre el consentimiento de los padres en el fomento de este tipo de actitudes y que su aprobación radica en el mal ejemplo que los de mi generación han dado a sus hijos por ser adictos digitales también: De tal padre, tal hijo. O tal madre, tal hija. Sin embargo, me perturba demasiado ser indiferente a esta realidad en la cual escucho a padres y madres muy preocupados sobre cómo detener el terremoto de la desautorización generacional de los neófitos teenagers hacia ellos (los millennials y la generación X). Me pregunto, ¿qué fue lo que pasó para que estos bisoños, los niños y adolescentes actuales, nos hayan derogado o quizás más, nos hayan revocado en la jerarquía de como guiarlos para ser personas de bien?
Se supone que los hijos e hijas de cualquier persona están bajo una jurisdicción parental hasta que cumplen su mayoría de edad. Pero, ¿qué pasa cuando el hijo o la hija no tiene aún la madurez y el albedrío necesario para tomar decisiones, y con base en la premisa de inhabilitación generacional de su linaje predecesor, estima que no les importa lo que sus padres les dicen o les sugieren? ¿Qué pasa cuando una generación desviada y adicta a lo digital se empeña en evitar la subordinación de los esquemas mentales de los padres? ¿Qué pasa cuando los adolescentes han crecido en medio de una influencia de adicción digital de los padres y las tecnologías arrasaron con su prestigio y honor de instrucción? ¿Qué pasa cuando los pequeños desautorizan a los padres, con actos de irreverencia y disgusto y se impone la manipulación de que “ya estamos anticuados, arcaicos y rancios, y ahora ya los tiempos han cambiado”? ¿Qué nos pasó con todas estas tecnologías disruptivas, que los novatos principiantes nos han comenzado a desautorizar generacionalmente? Estimados padres y madres, ¿podrían por favor reflexionar y despertar para ver lo que se nos viene?
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Eleonora Escalante Strategy Studio
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