Muchas veces se confunden relaciones internacionales, política exterior, diplomacia y Derecho Diplomático, pensando que son lo mismo. Están relacionados, sin duda, pero no son sinónimos. El Dr. Guerrero fue estudioso de todos estos asuntos y ese conocimiento, junto con su prudencia y don de gentes, fueron fundamentales en su notable desempeño.
Las relaciones internacionales son los temas de las agendas entre Estados y entre estos y organizaciones internacionales, hoy en día tanto intergubernamentales como no gubernamentales, que se han venido ampliando con el paso del tiempo y ahora incluyen, inter alia, paz y seguridad, derechos humanos, refugiados, migraciones, economía, finanzas, inversiones, medioambiente, cooperación, desarme, etc., en ámbitos tanto bilaterales como multilaterales.
La política exterior es el conjunto de decisiones y medidas que los países adoptan para defender y lograr sus objetivos en temas políticos, económicos, sociales y culturales en el ámbito internacional.
La diplomacia es el medio para lograr los objetivos de la política exterior e incluye el conjunto de instituciones y personas encargadas de las relaciones con otros Estados y con organizaciones internacionales, y cuenta con el derecho diplomático y el derecho consular. Estas ramasespecializadas del derecho internacional incluyen, respectivamente, el conjunto de principios y normas, consuetudinarias (costumbre) y codificadas (que están en tratados y acuerdos), que reglamentan las relaciones y el trato entre Estados y entre éstos y organizacionesinternacionales, y la capacidad para que un Estado pueda realizar actividades a favor de sus nacionales en territorio extranjero, trátese de personas físicas o jurídicas.
Sobre la profesión de la diplomacia, se han dicho y se dicen muchas cosas basadas fundamentalmente en la idea muy extendida de que los diplomáticos no trabajan y dedican todo el tiempo a darse “la gran vida”, y los propios diplomáticos hacen bromas irónicas sobre esto. Una broma, bastante extendida entre embajadores, dice que un joven pasó el examen de ingreso al servicio exterior de su país y feliz de la vida fue a contarle a su abuelo, un Embajador ya jubilado. El abuelo le dijo: hijo, has entrado al servicio exterior y con el tiempo llegarás a Embajador. Vivirás con una burocracia rígida y asfixiante, conocerás el desarraigo y al final no sabrás de dónde eres, pero siempre recuerda lo más importante: es peor tener que trabajar.
Para personas como el escritor, poeta, periodista y humorista peruano Sofocleto, Luis Felipe Angell de Lama, “el verdadero arte de la diplomacia consiste en no perder el cargo”. Y para otros, el fundamento de la diplomacia es la mentira, y los más versados recordarán la afirmación del Embajador de Su Majestad británica ante la Serenísima República de Venecia a principios del siglo XVII, Henry Wotton: “Un embajador es un hombre honesto enviado a mentir en el extranjero por el bien de su país”. Conociendo el profesionalismo y la seriedad de la diplomacia británica, estas palabras del Embajador Wotton no pueden ser más que una expresión del afamado humor británico. El problema es que hay Embajadores que creen que se puede mentir, pero sus palabras, tarde o temprano quedan en evidencia y, al final, su país es el que queda mal. En mi desempeño diplomático, consciente de mi realidad, adopté una práctica muy sencilla: siempre decir en privado lo que podía sostener en público.
El Embajador de Colombia Juan Antonio Liévano Rangel, lo resumió de la siguiente manera: “La Carrera Diplomática y sus funcionarios estamos expuestos permanentemente a una serie de conjeturas, críticas y envidias que se levantan y tejen alrededor de nuestra profesión y de la supuesta ‘Gran Vida Diplomática’ que se dan sus representantes, o burócratas Internacionales, siendo éstas en muchos casos completamente sin conocimiento, sin sentido y fuera de lugar, inclusive sin entrar a diferenciar entre los funcionarios de un servicio exterior especializado inscritos y comprometidos en una carrera pública y los de libre nombramiento y remoción”.
El Dr. Guerrero definió el manejo de las cuestiones internacionales como “el arte de tratar los asuntos del Estado con cortesía, mesura y moderación, y con un sentido profundo del respeto mutuo y de la dignidad del prójimo”. También hizo hincapié en que la cortesía “no pasa de ser una forma de hipocresía si no va acompañada, tanto en la vida privada como en la pública, de otras prácticas que todas las religiones y todas las doctrinas morales han enseñado a través de todos los tiempos. Ya antes de Jesucristo, Confucio resumía la doctrina de la cual era autor e intérprete, en tres palabras: sinceridad, lealtad, equidad”.
En lo que generalmente se dice de la diplomacia, hay más mito que realidad. Es cierto que hay diplomáticos que no trabajan; como lo es cierto en todas las profesiones. En el caso concreto del Dr. Guerrero este tipo de afirmación no podía estar más lejos de la realidad, pues su actividad fue frenética y con logros tangibles. No solo fue actividad por actividad. La falta de responsabilidad de algunos diplomáticos, combinada con la falsa creencia de que se puede separar lo profesional de lo personal, ha llevado a conjeturas acerca de la carrera diplomática, a generalizaciones negativas y a conclusiones y críticas inmerecidas.
Francisco Galindo Vélez es exEmbajador de El Salvador en Francia y Colombia, ex Representante del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) en Argelia, Colombia, Tayikistán y Francia, y ex Representante adjunto en Turquía, Yibuti, Egipto y México.