A sus 33 años, el nombre de Javier Zamora suena más que nunca en el mundo literario. A través del conversatorio en línea: “Dialogo My journey Solito”, expuesto por Centroamérica Cuenta, el escritor compartió parte de sus memorias plasmadas en su segundo libro “Solito”, publicado en inglés y español, donde visualiza el trauma de dejar El Salvador para reencontrarse con sus padres en Estados Unidos.
El originario de San Luis Herradura reveló que José García Escobar, un compañero guatemalteco, le ayudó en la primera traducción del libro en español, para luego, hacerle una segunda revisión, pero está vez con la ayuda de sus padres, ya que trató de introducir un lenguaje más salvadoreño, “del caliche, que se hablaba en 1999, que fue cuando yo emigré”, aseguró antes de comenzar parte de su relato.
Por esto mismo considera que “Solito” ha tenido una amplia aceptación: “Lo que le ocurre al emigrante centroamericano, cuando está en los Estados Unidos, es que no solo asimilamos a la cultura americana y al inglés sino también la asimilación al español que se habla, por ejemplo, en California es el mexicano, si uno va a Florida es el cubano, si se va a diversas partes de Nueva York se va encontrar con el puertorriqueño o colombiano… así que muchas veces el mismo salvadoreño se va olvidado de como habla”.
“Puedo decir que no ha habido un libro que usa tanto caliche y es por eso que la recepción ha gustado y la gente ve eso, por ese se está pegando”, dijo. “‘Hay que escribir lo que uno quiere leer’, decía la escritora Toni Morrison… y eso es lo que el libro hace, que haga sentir a los salvadoreños que somos parte del mundo literario”, agregó.
En cuanto a sus influencias en el mundo literario destacó el primer libro que le dio su padre, cuando estaba en 5° grado, a los 10 años, “Una muerte anunciada”, de Gabriel García Márquez.
“Mi papá siempre me decía, así es como hablamos nosotros, es como ‘realismo mágico’, pero no es mágico, así es como uno habla, nuestros abuelos, nuestros tatarabuelos se imaginan el mundo… luego fue Roque Dalton, a los 17 años, que fue cuando yo comencé a escribir poesía, y fue la primera vez que yo vi caliche en un libro”, recordó.
“En Estados Unidos, yo nunca había visto un libro salvadoreño, y los ‘Poemas clandestinos’, que son muy izquierdistas, pero muy de calle, se lee como habla la gente y eso es lo que me ha gustado leer y eso es lo que yo quiero producir como escritor”, aseguró. “Recordar a los salvadoreños que está bien ser salvadoreños no hay que estar viendo a otros países o tratar de compararse con España o Estados Unidos, está bien ser de pueblo… ser salvadoreño”, explicó.
Sanando heridas
En charla también destacó como la creación de “Solito” y “Unaccompanied” (su primer libro y poemario) le ayudaron a sanar heridas y dejar el silencio atrás.
“La historia centroamericana es una relación con el silencio. Creo que desde 1932 el gobierno, desde entonces, no enseñó y nos inculcó que es mejor callar que hablar, que analizar el trauma. También somos una cultura bien patriarcal, no solo los salvadoreños, los latinoamericanos”, detalló.
Asimismo aseguró que el silencio es aprendido: “Mis papás aprendieron a silenciar, porque ellos si vivieron la guerra, yo no, yo nací en el 90, yo no me acuerdo; pero lo que yo sí viví fueron estas semanas y ver que mi papá y mi mamá nunca hablaron de la guerra. Me comenzaron hablar de la guerra hasta que yo estuve en la universidad, verlos a ellos sufrir, yo no sabía por qué y es allí como el silencio pasa del padre al niño y ellos lo aprendieron de sus padres”.
“Creo que el salvadoreño es muy sufrido y está sufriendo, desafortunadamente va seguir sufriendo, y al no tener y al creer que el no hablar de los sentimientos es algo que ayuda, termina perjudicando a uno mismo, y en eso estaba yo, era como un circulo de silencio y no me quería acordar de las escenas que yo escribe, eso no se olvida, porque el trauma, lo que mi cerebro hizo fue aferrarme a cada detalle”, mencionó.
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“Hay que caminar en los zapatos de alguien más para entenderlo”, expreso. “Yo no ni me entendía a mí mismo, tenía que caminar en mis propios zapatos para entenderme, para entender a ese niño de nueve años, y después de dos años y medio, lo que me tomó escribir el libro, me he entendido mejor. Ahora que he hablado con profesionales entiendo porque una situación me hace sentir más mal que a otra persona, y eso es como el trauma lo ha perjudicado”.
La migración
Ante la pregunta de cómo deberíamos aproximarnos como países migrantes ante esta situación, Zamora reconoció que es muy difícil reparar un país que ha vivido una guerra civil como la que sufrió El Salvador, “de igual forma es muy difícil combatir la corrupción cuando no se le tiene fe al gobierno. Todos sabemos que están robando, que todos lo hacen diferente, no importa presidente pero todos van a llegar a robar”.
Las preguntas que se hace: “¿Cómo cambiar eso? ¿Cómo cambiar que está bien que roben? Ese no es solo problema de El Salvador, sino de toda Latinoamérica… La corrupción está arruinando todo. Los carteles son otro problema, están unidos a la corrupción”.
Y, ¿dónde queda el salvadoreño? “La exportación número uno de El Salvador son las personas, es el migrante. Cómo cambiar un sistema económico, cuando el sistema les pide a las personas que migre… esa es la verdad y ese es el país que hemos engendrado y es el que tenemos. Yo soy escritor y lo único que tengo es mi lapicero… y mi trabajo es relatar mi verdad, y es la que miro en mí mismo y en la de mi familia”, dijo.
A pesar de todo, Zamora guarda esperanza en la niñez, a los bellos recuerdos de su niñez en El Salvador.
“El Salvador es un país lindo, donde pase una niñez que creo que ya no existe, porque me trepaba a los palos de mis vecinos, andaban iguanas… Eso es el realismo mágico, para mí la naturaleza siempre ha sido un lugar mágico, que tienen sorpresa y por tanto esperanza… La esperanza está en la niñez, está recordando que yo crecí en un país tan precioso, en la naturaleza y mi propia niñez es la que me da una pasión para seguir adelante”, aseguró.
“Un libro nos pude transportar a otros mundo, a otros tiempos, y en ese transporte, uno puede ser lo que uno quiera, no hay límites y esa imaginación es la que el mundo necesita… yo pido a la juventud que trata de recordarse cuando el mundo era todo, que cuando sigue creciendo el mundo se le hace más pequeño, pero hay que recordar que el mundo es grande”, concluyó.