Es frecuente escuchar a personas hablar de sus olvidos o dificultades para retener información, es decir, memorizar. “El alemán me acecha”, bromeamos muchos.
Sin embargo, un detalle que debemos tener en cuenta es que todos los humanos sufrimos olvidos, a veces. Extraviar las llaves o el celular, no recordar el nombre de alguien, es común.
Más allá de los ochenta años es usual que se den olvidos y disminuya la rapidez para generar razonamientos cuando hay envejecimiento cerebral, lo que no es igual a una enfermedad de Alzheimer. Algunos casos de perdida de memoria son efecto de enfermedades que pueden recibir tratamiento.
Es significativo mencionar, que la disminución en la memoria como producto del tiempo no perturbará la vida cotidiana de forma trascendental.
Hay conductas que favorecen el olvidar hechos y detalles como: la falta o el exceso de sueño, la indebida atención a nuestros propios actos, la falta de ejercicio, una alimentación deficiente en vitaminas y minerales, la tristeza, la ansiedad generada por enfocarnos en estímulos amenazantes y, ciertos medicamentos (anti depresivos, anti convulsivantes, analgésicos narcóticos y reductores del colesterol).
Aristóteles (384-322 a.C.), de familia acaudalada, estudió en Atenas. Aunque filósofo y maestro, en cierta manera, fue el primer científico del mundo occidental. Gran observador de las cosas, ponía especial atención a los datos, los hechos y números de los que sacaba deducciones. Le interesaba la memoria, convencido que dependía de la formación de enlaces (“asociaciones”) entre pares de eventos, sensaciones e ideas, siendo que la evocación de un miembro del par genera el recuerdo o anticipación del otro. A esto le denominó asociacionismo.
Ejemplo de ello es hemos aprendido que al pensar en “caliente”, se asocia y recuerda “frío”; o de “mesa”, se recuerda “pata” y “madera”. Estas asociaciones, pensaba el griego, nacían de la contigüidad, la frecuencia y la similitud. Un tema amplio que desarrollaremos en otra ocasión.
Los investigadores actuales recomiendan las siguientes conductas para disminuir los olvidos: Uno, “poner atención”, debido a que no aprendimos la cuestión o no realizamos la acción de una manera adecuada y consciente, y este es el motivo por el cual no lo recordamos.
Dos, “hacer asociaciones”: anexar el acto o la información con otra que ya se conoce. Ejemplo, todas las llaves de la familia se guardan en un depósito común.
Tres, “las imágenes”. Es más fácil recordar nombres y fechas al anexarlas a una imagen, como es el caso de las fotografías.
Cuatro, “la repetición”, como en el caso de realizar crucigramas una y otra vez, donde las sugerencias con iguales respuestas facilitan que se queden grabadas.
Cinco, “los sonidos”. Al leer los datos en voz alta, facilita la memorización. Lo mismo sucede si se escribe.
Seis, “disminuir la carga”: se vale ayudarse con soportes como son el caso de las agendas y las notas adhesivas en una pizarra; para reducir lo que se debe tener en mente en las acciones que se están realizando.
Siete, “viajar en el tiempo”, recordar donde se escuchó o vio un dato por primera vez, como cuando se escuchaba y miraba a la profesora de Estética hablar de las pinturas encontradas en las pirámides egipcias; va a facilitar recordar los nombres de Keops, Kefren y Micerinos.
Ocho, “cabeza sobre la almohada”, pues la falta de suficiente tiempo de dormir evita una concentración adecuada, lo que dificulta formar nuevos recuerdos y recobrar los antiguos. Dormir fomenta al cerebro a estructurar y atesorar datos.
Nueve, “palabras nemotécnicas”, como por ejemplo: En el caso de los silogismos, con palabras para recordar las letras y así poder clasificar los silogismos en primero, segundo y tercer grado. BARBARA, CELARENT, DARII, FERIO; BAMALIP, CALEMES, DIMATIS, FESAPO, FRESISON; CESARE, CAMESTRES, FESTINO, BAROCO.
Diez, “déjalo estar”. Nos hemos esforzado demasiado en recordar y no viene el dato. Ya no lo pensemos, vendrá cuando menos lo esperemos.
Por último, resistamos la tendencia de repetir el estribillo que, a mayor edad, menos memoria y capacidad; pues lo terminaremos creyendo. Las últimas investigaciones han demostrado que el humano logra su mayor potencial cerebral y habilidad intelectual entre los 60 y 80 años. ¡Hasta la próxima!
Médica, Nutrióloga y Abogada