La madrugada del 24 de febrero, la gélida calma se rompió en toda Ucrania cuando tropas rusas cruzaron sus fronteras y cientos de bombas cayeron sobre su territorio.
La justificación espuria del presidente ruso, Vladimir Putin, y magnificada por su enorme aparato de propaganda, era la supuesta “desnazificación” de su país vecino. Pero a juicio de los ucranianos, la realidad es muy diferente: lo que el tirano ruso busca es reanexar Ucrania, un país que se independizó de Moscú en 1991 y durante tres décadas ha luchado por consolidar su democracia y acercarse a Occidente.
Putin, además, auguraba victoria en dos o tres días. Se presume que buscaba un cambio de régimen, la instalación de un gobierno marioneta y volver a controlar Ucrania.
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Pero la realidad ha sido escurridiza. La resistencia ucraniana ha sido mucho más sólida de lo que los rusos -y, a decir verdad, el mundo entero- esperaban. De la mano de su presidente, Volodimir Zelenski, los ucranianos han demostrado que prefieren morir luchando que rendirse y perder territorios, su libertad, sus vidas o su país entero.
Asimismo, han contado con un amplio apoyo de gran parte de la comunidad internacional que ha cerrado filas y se ha comprometido a apoyar financieramente y con equipo, al tiempo que ha anunciado duras sanciones contra la frágil economía rusa.
Crímenes de guerra
Detrás del relato triunfal de resistencia y lucha hay otra historia, la de caos, muerte y destrucción causada por la metralla rusa.
Desde el inicio del conflicto, los rusos han bombardeado indiscriminadamente a Ucrania, incluyendo sitios donde se escondían personas que buscaban huir de sus ciudades.
Algunas ciudades otrora prósperas y modernas, como Mariúpol, ahora están reducidas a escombros y hasta lanzaron bombas sobre plantas nucleares, poniendo al mundo al borde de un nuevo y desastroso accidente nuclear.
Además, defensores de derechos humanos dan cuenta de numerosos crímenes de guerra. Entre ellos, el uso de bombas de racimo y otro tipo de armamento prohibido por el derecho internacional, ataques a zonas civiles, torturas y hasta tropas rusas disfrazándose de personal sanitario para luego abrir fuego contra elementos ucranianos.
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Para investigar estos casos, hay equipos de fiscales recogiendo evidencia de posibles delitos internacionales.
De la resistencia a la ofensiva
Desde el inicio, Rusia se hizo de varios territorios que ha ido controlando en el noreste, este y sureste de Ucrania. Entre estas, dos importantes ciudades: Járkov y Jersón.
Tras una férrea lucha y apoyos internacionales clave, las tropas ucranianas han logrado dar vuelta a la inercia del conflicto y han reconquistado estas dos ciudades y otros importantes territorios que les permiten cercar a los invasores y empezar a soñar con ganar la guerra.
Dejando estos anhelos de victoria al lado, esta guerra adelanta durar mucho y dejar tras de sí muchas más sangre y escombros. Además, para el resto del mundo, una prolongación del conflicto implica mayor disrupción de las cadenas de suministro de granos y alimentos, así como el petróleo ruso.
Esta guerra, el principal suceso internacional de 2022, no solo golpea a Ucrania, sino al mundo entero.