En febrero de este año, William Duncan fue nominado por el Presidente Joe Biden como Embajador de los Estados Unidos en El Salvador; recientemente, el Senado norteamericano ha ratificado su cargo como embajador en nuestro país. Tras casi dos años, Estados Unidos no ha tenido Embajador en El Salvador y ha manejado su política diplomática a través de al menos tres Encargados de Negocios; por lo tanto, la ratificación es oportuna y genera bastantes expectativas. Ante este hecho, quiero permitirme extender las siguientes palabras:
Señor Embajador, los desafíos que encontrará en El Salvador son bastantes complejos debido al clima político que estamos atravesando como país. Aunque esto último resulte ser una obviedad, lo cierto es que su llegada a El Salvador despertará expectativas inquietantes alrededor de distintos sectores de la sociedad salvadoreña. Si bien la diversidad de escenarios geopolíticos en el mundo posee distintas escalas y prioridades según la latitud, el nuestro no resulta ser algo menor, política y diplomáticamente hablando. En ese sentido, uno de los principales desafíos de su llegada a El Salvador –me permito enmarcarlo–, será conocer y escuchar de primera mano a quienes desde hace un tiempo alzan su voz para potenciar los temas de democracia y equilibrio constitucional e institucional.
Haciendo memoria, los últimos días que la ex-embajadora Jean Manes estuvo en nuestro país, fue muy enfática en señalar los retrocesos democráticos que El Salvador dio de golpe, y aunque puede ser comprensible que esa efusividad no sea parte de su discurso inmediato tras arribar a nuestro país, muchos coinciden en que sería importante no quitar el dedo del renglón sobre aquellas valientes y valiosas palabras que nos dejó la ex-embajadora Manes. Dicho esto, su presencia en nuestro país requerirá contundencia dentro del marco diplomático, la cordialidad es valiosa pero la contundencia se ha vuelto imperante. Y me disculpo por hacerlo notar tan directamente.
Señor Embajador, aunque la agenda bilateral entre Estados Unidos y El Salvador usualmente se ocupa del abordaje de inmigración, comercio y seguridad, las sanciones que Estados Unidos ha extendido a funcionarios salvadoreños bajo la Ley Magnitsky y dentro de la Lista Engel denotan que para avanzar en la agenda bilateral, también pensando en el largo plazo, los equilibrios democráticos son fundamentales para garantizar acuerdos y relaciones diplomáticas de verdadero valor y durabilidad. La impunidad no puede ser un fantasma ambulante con capacidad de tensar relaciones diplomáticas.
El Salvador enfrenta tiempos inciertos en lo económico y en lo político. La escalada de violencia se ha suprimido con acciones cortoplacistas de alta represión y baja prevención. La opacidad en las finanzas públicas se ha vuelto permanente. Y la división entre los poderes del Estado es ya inexistente. Expresado lo anterior, es importante insistir en que las elecciones de 2024 definirán el futuro de las próximas décadas de este país, y una de las principales solicitudes que se la ha hecho a distintos actores internacionales, es abogar por un mínimo de garantías que respondan a la igualdad de condiciones que demanda cualquier democracia.
Señor Embajador, la historia de este pequeño país nos ha demostrado que la voz diplomática con la que ustedes han tenido eco dentro de nuestras fronteras siempre ha representado un papel importante en esta sociedad. Y como ya es notable y palpable, El Salvador se encuentra atravesando otro momento en el que la historia le demanda a las distintas voces que resuenan en este país lo mismo: sensatez y contundencia.
Finalmente, sea usted bien recibido y disfrute de lo bueno que puede ofrecer esta pequeña nación. Se le desea lo mejor ante los considerables retos que enfrentará acá en El Salvador y ojalá los frutos sean de alto beneficio para ambas naciones hermanas. Que el tiempo sea provechoso. ¡Bienvenido!
Comunicólogo y político